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¿Cómo nos afectarán las tormentas solares?

Las regiones polares, las más expuestas a las partículas energéticas que vienen del sol. Lo más probable es que la actividad solar siga aumentando hasta el 2013 pero los astrónomos reconocen que la predicción tiene un gran margen de error.

28/04/2012

Flashback al 13 de marzo de 1989. Una nube de protones de alta energía emitidos horas antes por el Sol llega a la Tierra. El escudo magnético del planeta desvía los protones y los envía hacia la periferia del sistema solar. Pero el escudo tiene dos puntos vulnerables, uno sobre el polo Norte y el otro sobre el polo Sur, y parte de los protones consiguen entrar en la atmósfera. En los cielos de las regiones polares aparecen auroras espectaculares. No sólo las características auroras verdes que dibujan los átomos de nitrógeno en las capas altas de la atmósfera. También auroras rojizas dibujadas por átomos de oxígeno en capas más bajas. La tormenta solar es tan intensa que en Canadá induce corrientes magnéticas a ras de suelo y provoca sobrecargas en transformadores de alta tensión. En Quebec, donde el invierno es frío, cae la red eléctrica y cinco millones de personas se quedan sin electricidad durante nueve horas. Las pérdidas en el país se estiman en 2.000 millones de dólares. En Estados Unidos y el Reino Unido, las redes resisten pero las compañías eléctricas se encuentran con decenas de transformadores inoperantes. Las agencias espaciales, cuando hacen balance de daños, han perdido la comunicación de manera temporal con 1.600 naves y satélites.

Regreso al 2012. Dos ciclos solares después, el Sol vuelve a estar en una fase de actividad creciente, como en 1989. Escupe burbujas de protones de alta energía cada vez con más frecuencia. La gran mayoría no van dirigidas hacia la Tierra. Pero entre el 2 y el 4 de marzo dio un aviso. Al margen de una interrupción de las comunicaciones por radiofrecuencias que afectó a China, India y Australia, quedó en un susto.

De cara a los próximos meses, los especialistas en meteorología espacial -como se llama la disciplina que estudia las tormentas solares- pronostican un aumento de este tipo de fenómenos. "No podemos predecir cuándo llegará el ciclo solar a su punto culminante ni qué intensidad alcanzará, pero está claro que en estos momentos hay un aumento de actividad del Sol", informa Blai Sanahuja, especialista en física solar y heliosférica del Institut de Ciències del Cosmos en la Universitat de Barcelona.

También está claro que la humanidad es hoy más vulnerable a las tormentas solares que en el pasado. Si la gran tormenta de 1859 sólo inhabilitó instalaciones de telégrafo, hoy una tormenta similar afectaría a redes eléctricas, telecomunicaciones, satélites, líneas aéreas y en general cualquier tecnología basada en la electrónica. "Las tormentas geomagnéticas suponen una seria amenaza para nuestra sociedad altamente vulnerable y dependiente de la tecnología", advertía Mike Hapgood, asesor del Gobierno británico sobre meteorología espacial, el 19 de abril en la revista científica Nature.

Vista la vulnerabilidad de tecnologías estratégicas frente a los cambios de humor del Sol, sorprende la escasa capacidad que tienen los científicos para predecir cómo evolucionará la actividad solar en los próximos meses. Si lo que ha ocurrido en el pasado sirve de guía, la frecuencia de las tormentas solares debería aumentar durante por lo menos un año más y el clímax del ciclo solar debería registrarse en el 2013. Esta predicción, secundada por la NASA, se basa en que los ciclos solares tienen una duración media de 11 años y los últimos máximos se registraron en 1980, 1991 y 2002.

Pero "la duración de los ciclos solares puede oscilar entre 9 y 14 años", advierte Sanahuja. "Y como aún no comprendemos bien cómo se genera el campo magnético en el interior del Sol, que es lo que origina el ciclo solar, no podemos predecir con garantías cuánto durará el ciclo actual".

Del mismo modo que no se puede predecir la duración del ciclo, tampoco se puede predecir si se producirá alguna tormenta tan intensa como la de 1989, añade Ignasi Ribas, astrónomo del Institut de Ciències de lEspai (CSIC-IEEC) que estudia los efectos de la actividad solar sobre las atmósferas de los planetas. "Lo único que podemos hacer -explica- es extrapolar a partir de los registros del pasado. Pero los registros del pasado son limitados, así que nadie tiene una predicción fiable de lo que pasará en los próximos meses".

La fiabilidad de la meteorología espacial es comparable a la que tenía la meteorología atmosférica hace cien años, cuando los científicos aún no comprendían bien la física de la atmósfera y los registros del pasado eran incompletos. Sin modelos adecuados para describir el comportamiento de la atmósfera, era habitual que los meteorólogos se equivocaran incluso en las predicciones a corto plazo.

Una dificultad añadida para predecir cómo evolucionarán las tormentas solares en los próximos meses es que "el ciclo actual es algo anómalo", observa Ribas. "El último mínimo de actividad solar llegó un poco más tarde de lo esperado y se prolongó durante dos años, que es más de lo habitual". ¿Significa esto que el clímax también se retrasará? "No lo sabemos".

Lo que sí saben los especialistas en meteorología espacial es que, si la Tierra se ve expuesta a una gran tormenta solar, las consecuencias pueden ser graves. Todos los sectores que dependen de tecnologías como las comunicaciones electrónicas, el posicionamiento por satélite o el suministro eléctrico -en suma, prácticamente cualquier sector- pueden verse afectados. Sobre todo en latitudes altas, que son las más expuestas a las partículas energéticas solares que entran en la atmósfera por los polos.

No es probable que una gran tormenta solar llegue en el ciclo actual, ya que la probabilidad de que llegue en cualquier ciclo es baja. Pero "deberíamos prepararnos para un episodio de meteorología espacial que sólo vaya a ocurrir una vez cada mil años", argumenta Mike Hapgood en Nature recordando el terremoto y el tsunami que el año pasado causaron la catástrofe nuclear de Fukushima. "Esta área de la ciencia -concluye- se ha alejado de sus orígenes en la astronomía y la ingeniería de comunicaciones y ahora se gestiona mejor como un riesgo ambiental para la sociedad y la economía, al igual que terremotos, volcanes e inundaciones".

Fuente: La Vanguardia