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Dolores Fonzi: "La mujer no solo sirve para ser madre"

Tras el suceso de "La Cordillera", encabeza otra película, "El futuro que viene", donde se aborda la maternidad, la amistad y la realización de la mujer en la sociedad actual.

12/10/2017

En plena adolescencia Dolores Fonzi (39) descubrió que toda su vida sería actriz. Y la idea podría reformularse para hablar de El futuro que viene. Porque en la película que presenta por estos días, y que nuevamente la tiene como actriz protagónica, la joven que interpreta, Romina, entabla una amistad con Florencia (caracterizada por Pilar Gamboa) que buscará desarrollarse a lo largo de la vida, pasando por distintos estadios, con encuentros y desencuentros, alegrías y tristezas. Sí, como la propia carrera de Dolores, que también supo de sinsabores.

"Estuvo bueno sentir una vocación desde muy temprano. Después me tenía que ir bien para poder vivir de la actuación", le cuenta a Teleshow quien viene de ser jurado en el Festival de San Sebastián y de lucirse en La Cordillera, junto a Ricardo Darín. Pero aquí, en una serie de respuestas sin tapujos, fieles a su estilo, Dolores hará referencia -partiendo desde su personaje- a la maternidad, el valor de la amistad, los mandatos sociales y los prejuicios.

—¿Qué te deja esta película?

—Está hecha entre amigas. La dirige Constanza Novick, que es una amiga de hace 20 años. Con Pilar Gamboa que me hice amiga para la película y ahora mantenemos el vínculo. Trabajar con amigos siempre es lindo y es como lo ideal, es como si fuese un trabajo familiar, digamos.

—La película habla del concepto de amistad. ¿Qué es la amistad para vos?

—En la amistad es fácil consolar, y también es fácil compadecerse por eso. Lo que es difícil es ponerse contento por los logros ajenos.

—¿Eso sería envidia?

—Sí. Algo de la no realización. Entonces te das cuentas de que las amigas que importan son las que se alegran cuando vos estás contenta. Siento como que el consuelo es más fácil para todo el mundo. Obviamente que te podés quedar solo en los momentos malos, y también tenés una manera de no estar. Las mejores son las amigas que se alegran por tus logros y que cuando vos estás contenta lo entienden, y te pueden acompañar en eso. Siento que es más divertido.

—También plantea la idea de que si una mujer es mamá, va ser feliz. ¿Lo ves así?

—Hay una cultura de que la maternidad te tiene que poner contenta y que no hay nada mejor que te pueda pasar. Y creo que ese es un límite que se le pone a la mujer culturalmente, y no es la realidad. El embarazo es un proceso muy intenso y avasallante, entonces es natural que las mujeres se sientan extrañas con ese proceso. Y está bueno decirlo porque si no está el mandato de que la mujer solo existe para ser madre, y no es así. También para saber que te pueden pasar mil cosas con la maternidad, no solamente estar feliz porque tenés una función en la vida finalmente como mujer, sino que te puede pasar que estás extraña. Y a Romina, el personaje de la película, le pasa eso: tiene una vida bastante convencional, con un marido, con un trabajo fijo, y es madre, y no la está pasando para nada bien. Está bueno que se muestren estos dobleces de la maternidad, la amistad femenina y la mujer, en general.

—¿Te sentís identificada con eso o te pasa lo contrario?

—Siento que hubo momentos en donde uno se satura y momentos en que disfrutás mucho de la maternidad, pero no diría que específicamente eso. Pero sí, seguramente, por momentos me ha pasado. Está bueno desmitificar el asunto de la maternidad y la felicidad y quitarle como un peso a las madres, que están por serlo o que ya lo son, de que tienen que estar perfectas y ser felices todo el día. Me parece que está buena la película en ese sentido: mostrar la diversidad de lo que te puede pasar con eso.

—Cómo mamá, ¿cómo te definís?

—Trato de estar atenta a los cambios, a lo que van necesitando y adaptándome a lo que requieran de mí. Me siento empática con mis hijos, tratando de ayudarlos en su crecimiento. Es un cliché, pero es así.

—Y esa vida estructurada que lleva el personaje, ¿tiene que ver con vos?

—Me parece gracioso cuando alguien te dice: "Deberías relajarte". ¡Siento que me tensa mucho más! O "Deberías disfrutar". Sí, bueno. Pero el asunto es cómo disfrutar. Cada uno disfruta de una manera. Y es verdad que hay que hacer un trabajo para eso.

—¿Qué tenés del personaje de Romina, y qué no?

—Lo que tengo es que estoy para mis amigas: mantengo esas amistades a largo plazo que son importantes para mí. Y claramente no tengo complejo de llamar la atención. Sino, no haría lo que hago.

—¿Te gusta llamar la atención?

—No. Pero a la vez no es un problema, de lo contrario, estaría en problemas…

—¿Cuándo decidiste que querías ser actriz?

—Era muy chica y mi abuela, que es muy histriónica, me llevó a clases de teatro. Así que empecé con un deseo medio inconsciente que se terminó volviendo concreto con las clases de teatro. Y empecé a actuar a los 17 años.

—¿Cuánto ayuda la belleza en esta profesión?

-Ayuda. Por supuesto. Obvio. Todo lo que te haga particular, sea bello o lo que fuera, ayuda. Igualmente después hay que estudiar teatro porque en un momento la belleza no sostiene todo lo que hay que sostener.

—¿Te preguntás por qué sos actriz?

—No. Lo bueno de haberlo mantenido en el tiempo y tener una certeza tan clara desde chica, es que no lo tuve que pensar. Estuvo bueno sentir una vocación desde muy temprano. Sí después me tenía que ir bien para poder vivir de la actuación. La pasé mal. Ahora si siento que no la cambiaría por nada.