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Scarlett Johansson se sinceró sobre su fallido matrimonio con Ryan Reynolds

La actriz, que estuvo casada durante tres años con el intérprete, ha hablado de la percepción que tenía de la vida en pareja.

28/11/2019

Hay determinadas parejas hollywoodenses que son imposibles de olvidar. Tándems que nos marcaron para siempre como Britney Spears y Justin Timberlake, Brad Pitt y Angelina Jolie, Chenoa y David Bisbal o Scarlett Johansson y Ryan Reynolds. Por desgracia, todo lo bueno acaba, por lo que a día de hoy ninguna de las mencionadas uniones sigue vigente, aunque sigan dando mucho que hablar. Ahora, ocho años después de la desavenencia entre Johansson y Reynolds, ha sido ella misma la encargada de contar a la revista Vanity Fair cuáles eran por aquel entonces sus expectativas y su prisma acerca del matrimonio.

La primera vez que me casé tenía 23 años y claramente no entendía el matrimonio. Puede ser que, de alguna manera, hiciera algo romántica la idea. Ahora estoy en otro punto de mi vida, siento que estoy en una situación en la que puedo tomar decisiones de forma más activa. Estoy mucho más presente que antes”.

Scarlett Johansson se sinceró sobre su fallido matrimonio con Ryan Reynolds


Ahora, con 35 años, Johansson afronta de una forma mucho más madura y serena su futuro sentimental. Después de separarse por segunda vez con Romain Dauriac en 2017, con quien comparte una hija, el pasado mes de mayo anunciaba que se volvía a comprometer con el cómico y discretísimo Colin Jost.

A tenor de sus declaraciones, el recuerdo que guarda de su unión con Reynolds se torna inmaduro y experimental, al fin y al cabo todo lo ‘amateur’ en el matrimonio que puede ser una persona de 23 años. Eso sí, a pesar del mediático divorcio, ni uno ni el otro han criticado a su excónyuge en todos estos años. Era Reynolds el que en 2015 daba una pista acerca de por qué decidieron terminar su historia, y es que según este “vivir con otra persona que se dedica a la interpretación era exhaustivo, tanto que en ocasiones se creaba incluso una atmósfera de competición innecesaria”. Un conflicto que también se extrapola a tantas otras profesiones que nada tienen que ver con el ojo público.