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Opinión y Actualidad

El proyecto colonial de Netanyahu avanza más lento, pero no se detiene

Julio empezó siendo un mes especialmente tenso, incluso para estar hablando de 2020. Benjamín Netanyahu amenazaba con iniciar la anexión unilateral israelí de territorios palestinos ocupados en Cisjordania; el mayor cambio territorial en la zona desde la Guerra de los Seis Días en 1967.

14/07/2020

Por Alberto Rodríguez García para RT
Periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo


La Autoridad Palestina (actualmente conocida como Estado de Palestina, aunque hablaremos de ANP para diferenciarlos del gobierno gazatí, ya que lo de 'estado' no pasa de simple formalismo) por su lado elevaba el lenguaje prometiendo responder a una agresión de ese calibre. Y sin embargo tras el 1 de julio, la fecha marcada, la palabrería de meses atrás ha quedado en nada: Netanyahu no ha cumplido sus amenazas, no iniciando -por el momento- la anexión de territorios, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha vuelto a su práctica de capitular ante lo que dictaminen Washington y el estado de israel.

Los problemas para la seguridad interna de Israel que supondría la anexión, el estallido social que provocaría y la posibilidad de que las banderas verdes de Hamas pudiesen volver a Cisjordania ante la pasividad de la Autoridad Palestina, sumado a que los aliados del estado sionista no están convencidos del aventurismo de Netanyahu, han forzado a este a echar el freno a sus planes, por lo menos hasta asegurar la victoria electoral de Trump en noviembre frente a un Joe Biden que aunque senil, todavía tiene suficiente sensatez como para entender que el plan de anexión es un error.


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Y con ello, Abbas no ha tardado en olvidarse de sus declaraciones para volver a lamer gustosamente las botas de quienes han despojado e intentado humillar a los palestinos. Frente a un Israel que no cancela sino que pospone la anexión hasta que el escenario sea más favorable, la Autoridad Palestina ha olvidado el lenguaje de la resistencia para insistir en una nueva ronda de negociaciones bajo el amparo de la ONU a la que, llevamos años viendo, los israelíes no le tienen el más mínimo respeto.

La AP ha renegado de cualquier resquicio de soberanía que pudiera tener, para dejar que la Comunidad Internacional dicte diplomacia -con una influencia en el Knesset nula- sabiendo que Israel no va a destruirlos nunca porque los necesita; porque sí, los sionistas necesitan a esos hombrecillos corruptos de la Autoridad Palestina para mantener los asentamientos en Cisjordania, los territorios ocupados, y cierto statu quo. Porque sin la AP, ese espacio lo ocuparían grupos como Hamas, Yihad Islámica o el Frente Popular para la Liberación de Palestina, con un programa mucho más intransigente y duro, con el no-reconocimiento del estado de Israel como principio.


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Nadie se está pronunciando respecto a la no-anexión porque es un fracaso de todos. La resistencia pacífica frente a un ente colonial que solo se consolida mediante la violencia no ha detenido nada. Las decisiones unilaterales, más cuando son agresivas, han demostrado tener entre poco y ningún recorrido. Por eso la estrategia parece que apunta a ser barrer las miserias bajo la alfombra hasta que 'Bibi' decida volver a enarbolar su agenda expansionista.

Con el paso atrás de Israel, también se han aflojado las caretas de los vecinos árabes que han terminado por caerse. Si bien Jordania ha amenazado con que la anexión israelí del 30 % del Valle del Jordán podría anular la paz firmada en 1994 -a pesar incluso de que el Rey Abdullah II y Mike Pompeo hayan estado hablando de estrechar la cooperación en materia de seguridad-, la posición de países como Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, que de facto manejan la Liga Árabe, es mucho más tibia y sumisa.


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El pasado mes de junio, el embajador emiratí en EE.UU., Yousef al-Otaiba, se limitó a escribir en el medio israelí Yediot Aharonot que la anexión era un problema que podía alimentar a los extremismos, para después concluir que el camino debía de ser continuar la normalización de las relaciones de Israel con el Golfo. Pocos días después, el antiguo asesor del gobierno saudí Nawaf Obaid pedía en Haaretz al gobierno israelí que abandonase el camino de la unilateralidad para comprometerse con la cooperación, como hacen las petro-monarquías; normalizando así un discurso de sumisión árabe frente a la voluntad de Israel, obviando el carácter colonial de un estado que se creó de manera unilateral.

Para tener algo de perspectiva sobre la tibieza de los emiratíes y los saudíes, hay que observar que hasta la Unión Europea, con países como Alemania siendo socios importantes de Israel o con Josep Borrell como Alto Representante para Asuntos Exteriores, alguien muy ligado a la historia israelí que ha llegado a trabajar en un kibbutz (por si había dudas de su posición respecto al estado de Israel y su establecimiento en Palestina), ha amenazado con 'consecuencias significativas' si las autoridades israelíes continúan con su plan de anexión. Se trata de unas consecuencias que abren la puerta a sanciones.


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El plan de anexión de Israel se ha aplazado, pero no se ha detenido. La extrema-derecha sionista necesita hacer algo para avanzar en su establecimiento, legalización y legitimación en territorio palestino, aunque ello suponga enterrar definitivamente la solución de dos estados que lleva años sin retrocesos, pero también sin avances. Y aunque siempre han actuado con soberbia, de manera unilateral, saben que esta vez no van a tenerlo tan fácil. Anexionarse territorio palestino no significa que los palestinos en esas zonas desaparezcan. Un movimiento tan arriesgado provocará, inevitablemente, una respuesta a gran escala y, quien sabe, puede que si no una guerra, una nueva intifada. Aunque la región esté en crisis, el Eje de Resistencia ha salido reforzado los últimos años, adquiriendo una enorme experiencia bélica. El plan de anexión sigue sobre la mesa, y en 2020 puede suceder cualquier cosa.