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El cambio climático no ha frenado pese a la pandemia de COVID-19

Tras un breve descenso de las emisiones de un 17 % como consecuencia del confinamiento, un nuevo informe científico alerta de que esto no bastará para provocar una reducción significativa de las emisiones y, por supuesto, no será lo bastante relevante como para revertir o frenar de alguna manera el cambio climático en el que ya estamos inmersos.

16/09/2020

En mayo de 2020, un equipo internacional de científicos se propuso analizar el impacto del confinamiento mundial, a causa de la pandemia de COVID-19, en el medio ambiente. Como consecuencia de las restricciones de movilidad (impuestas o voluntarias) para frenar la expansión del coronavirus, el tráfico se desvaneció y muchas industrias pararon la producción, con la consecuente caída de las emisiones de gases de efecto invernadero. En concreto, las conclusiones del estudio fueron las siguientes: entre los meses de enero y abril de 2020, las emisiones disminuyeron, de media, un 8,6 % con respecto a los valores para el mismo periodo en el año anterior. Además, el descenso más abrupto se alcanzó el 7 de abril, con una caída de emisiones del 17 % con respecto al mismo día en 2019. Finalmente, con la recuperación de la movilidad y de la actividad industrial, se estimó que la reducción total de emisiones a final de año será de tan solo un 4,2 %.

Pero este breve y leve impacto del confinamiento no bastará para provocar una reducción significativa de las emisiones y, por supuesto, no será lo bastante relevante como para revertir o frenar de alguna manera el cambio climático en el que ya estamos inmersos. Y, en este contexto, la COVID-19 ha traído más malas noticias que buenas.

Publicado el 9 de septiembre, un nuevo informe de múltiples agencias de organizaciones científicas, Unidos en la Ciencia 2020, –y elaborado por la Organización Meteorológica Mundial (WMO)– destaca los impactos crecientes e irreversibles del cambio climático, que afecta a los glaciares, los océanos, la naturaleza, las economías y las condiciones de vida humanas, a menudo relacionadas con el agua, como sequías o inundaciones. También documenta cómo la COVID-19 no solo no ha tenido impacto a la hora de revertir la situación, sino que además ha impedido nuestra capacidad para monitorear estos cambios a través del sistema de observación global.


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El cambio climático no se ha detenido, ni mucho menos. Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera se encuentran en niveles récord y continúan aumentando. Las emisiones se dirigen ahora hacia los niveles de antes de la pandemia tras la disminución temporal causada por el bloqueo y la desaceleración económica.

Algunas conclusiones del informe

Entre las conclusiones del informe también se detalla cómo se espera que el mundo experimente sus cinco años más cálidos registrados, en una tendencia que es probable que continúe, y no está en camino de cumplir los objetivos acordados para mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2°C o en 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.

 Por ejemplo, a principios de junio de 2020, las emisiones mundiales diarias de CO2 de combustibles fósiles se habían situado un 5 % por debajo de los niveles de 2019; aun así, las emisiones del año pasado alcanzaron un nuevo récord de 36,7 Gigatoneladas, un 62% más elevadas que al principio de las negociaciones sobre cambio climático en 1990.

Durante el cierre máximo a principios de abril de 2020, las emisiones diarias de CO2 se redujeron en un 17 % sin precedentes en comparación con 2019. Con todo, las emisiones siguieron siendo equivalentes a los niveles de 2006, destacando tanto el fuerte crecimiento de los últimos 15 años como la continua dependencia de combustibles fósiles como fuente de energía.


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El informe también mostró que los recortes previstos en las emisiones globales anuales entre 2020 a 2030 están cerca del 3% para un objetivo de 2°C y más del 7% por año en promedio para el objetivo de 1,5°C del Acuerdo de París. Tal como se cita en el artículo: “Si se quiere cumplir con los objetivos, la transformación energética no debe retrasarse más”.

¿Hay esperanza?

Según el informe, todavía es posible cerrar la brecha de emisiones, pero esto requerirá una acción urgente y concertada de todos los países y en todos los sectores. A corto plazo, la solución empieza por utilizar energías renovables y eficiencia energética, medios de transporte con bajas emisiones de carbono y una eliminación gradual del carbón.

Con la vista puesta más allá de 2030, se necesitan nuevas soluciones tecnológicas y un cambio gradual en los patrones de consumo en todos los niveles.