Santiago del Estero, Martes 23
Abril de 2024
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Opinión y Actualidad

El show no debe continuar: la prensa peruana tras la campaña electoral

Al inicio de una de mis películas favoritas, Network, un presentador de noticias anuncia en vivo que va a ser despedido y, por eso, ha decidido suicidarse: “Voy a volarme los sesos aquí mismo en este programa dentro de una semana. Sintonícenos el próximo martes”.

16/07/2021

Opinión de Diego Salazar
Para The Washington Post

En una escena posterior, el presidente de noticias del canal discute con la jefa de programación qué hacer. Ella quiere utilizar al periodista como una “figura mesiánica que vocifera contra la hipocresía de nuestros tiempos”. Él le dice que no puede estar hablando en serio. Pero la jefa de programación contraataca: “La tv es el negocio del espectáculo. E incluso las noticias tienen que tener un poco de show”.

He pensado mucho en Network estas semanas mientras veía cómo la prensa televisiva peruana alcanzaba nuevas simas semana a semana, cavando un nuevo sótano cada día.

Tenemos muchos ejemplos para escoger. La mayoría transcurrió en el set de América Televisión o su cadena de cable hermana, Canal N. Empezando por la evidente parcialidad a la hora de elegir analistas. Y el compadrazgo con figuras cuestionables, cuya única razón de estar frente a cámaras era defender de cualquier manera a la candidata Keiko Fujimori. Algunos de estos y otros hechos fueron cuestionados y denunciados por periodistas de la misma empresa, algunos de los cuales renunciaron en señal de protesta.

Fue también en el set de América que tuvo lugar el episodio más bochornoso de toda la cobertura televisiva de esta inacabable elección presidencial. El domingo 20 de junio, los periodistas Mávila Huertas y Mario Ghibellini —conductores de Cuarto Poder, el principal programa periodístico del canal— entrevistaron a Arturo Arriarán, un exoficial de la Marina experto en criptoanálisis que decía tener pruebas del fraude que Fujimori y sus aliados llevaban dos semanas denunciando sin aportar ninguna evidencia seria.

Al presentarlo, Huertas indicó que el exmarino había hecho "un estudio que apuntaría a la creación de una fórmula matemática” que, a su vez, “demostraría que hubo un comportamiento anormal de los electores de la primera a segunda vuelta, o sea gente que votó en la primera vuelta por un candidato pero que misteriosamente vota por otro en la segunda”.

El estudio ha sido desacreditado por varios especialistas, que han señalado, entre otras cosas, el absurdo que supone predecir un número de votos para uno u otro candidato en base a la votación de primera vuelta. La fórmula, además, contenía errores operativos por los que el exmarino se disculpó después.

Nada de eso, sin embargo, fue obstáculo para que, ese 20 de junio, Arriarán afirmase que “una organización de alto nivel ha estado haciendo el cambio, falseando los resultados del verdadero voto popular y poniendo el voto que le da la gana”. Esto, sin que ninguno de los dos periodistas atinara a refutar o solicitar evidencia que sustentara su teoría de la conspiración.

Pero, más allá del ridículo —que, de hecho, llevó a que la periodista Huertas dejara el programa días después—, ¿cómo llegó este hombre, que habla de conspiraciones urdidas por “una organización de alto nivel” sin más pruebas que un fallido análisis estadístico, a sentarse en el set del programa periodístico más importante del país sin que nadie lo confronte?

Tras buscar la respuesta durante días, dos periodistas de otros medios peruanos me dijeron que el responsable había sido el publicista y excongresista fujimorista Carlos Raffo, uno de los asesores de Keiko Fujimori. A quien, visto su controversial pasado, la candidata negó sin éxito durante la campaña.

Dado que Arriarán no fue presentado ante la audiencia como un técnico cercano al equipo de Fujimori, la supuesta intervención de Raffo me resultó llamativa. Así que quise verificarla con una fuente de primera mano. Para ello, hablé con Gilberto Hume, director periodístico de América Noticias y Canal N.

América y Canal N no son dos canales cualquiera. Según la última edición del Digital News Report elaborado por el Reuters Institute de la Universidad de Oxford, América es la cadena televisiva, radio o periódico que con más frecuencia consultan los peruanos. Canal N, por su parte, es la única señal de cable del país dedicada 24 horas a información noticiosa. Con más de 30 años de carrera, Gilberto Hume es uno de los periodistas más experimentados de la televisión peruana. De hecho, en 1998 fue el director fundador de Canal N, cargo que ejerció hasta 2002. Bajo su mandato, la cadena jugó un papel clave en la caída de la dictadura de Alberto Fujimori.

Durante nuestra conversación, Hume me confirmó que Raffo, el asesor de Keiko Fujimori, le “sugirió” que entrevistaran a Arriarán. Estas fueron sus palabras exactas: “Raffo me lo sugirió, Raffo me dijo hay acá un marino que es un genio de las matemáticas, que tiene una investigación que demuestra...etcétera, etcétera".

A continuación, le pregunté qué tipo de verificación previa a la entrevista se hizo. Hume dijo que convocó una reunión el mismo domingo, horas antes del programa, para que Huertas, Ghibellini y él escucharan al experto. Pero, dijo Hume, Mávila Huertas llegó tarde y no pudieron hacer el escrutinio suficiente. Por esto, añadió, los periodistas no tuvieron cómo confrontarlo: “Los atarantó porque no hubo tiempo de analizar lo que decía (...) No se analizó previamente bien, no tenían ellos argumentos para refutarlo”.

Cuando insistí y le señalé que había sentado en el set a una persona que planteó una conspiración obra de “una organización de alto nivel” sin que sus periodistas tuvieran elementos para rebatirlo, Hume respondió: “¿Cuál es el problema que yo presente a un loco que habla locuras? Es divertido ¿Cuál es el problema? Simplemente lo que le molesta a las redes y a mucha gente es que el tipo estaba a favor de Keiko Fujimori”.

En otro momento de nuestra conversación, para justificar el haber brindado un altavoz a la conspiración de Arriarán, Gilberto Hume, emulando a la jefa de programación de Network de quien les hablaba al inicio, insistió: “Yo no veo, realmente, ningún error en invitar a una persona que de repente resulta un loco. Porque la televisión también es un show (...) La televisión aparte de lo periodístico también tiene parte de show”.

Ocurre que esta vez el show —del que Arriarán ha sido solo uno de muchos actores secundarios cobijados irresponsablemente por nuestros medios— ha tenido por objeto deslegitimar casi todas nuestras instituciones democráticas, incluida la presidencia.

Si el responsable de los dos principales canales informativos, uno de los periodistas más experimentados del país, no ve el problema de colocar en prime time a un teórico de la conspiración que le fue “sugerido” por el asesor de una candidata que lleva tres semanas denunciando un fraude que ni ella ni sus aliados pueden probar, ¿cómo podemos hacer ahora los peruanos para confiar en nuestros medios? ¿Qué podemos esperar si no son capaces siquiera de enfrentar y dejar de amplificar las mentiras de una candidata perdedora y su desfile de conspiracionistas?

Esto, por supuesto, sería grave en cualquier circunstancia. Pero lo es más ahora que asumirá el gobierno un partido que amenaza con poner en riesgo algunas de nuestras precarias instituciones y ha expresado ya su intención de interferir con la libertad de prensa. Cuando, además, ese gobierno tendrá enfrente una oposición radical, parte de la cual no está dispuesta siquiera a reconocer su legitimidad.

En su libro Hoax: Donald Trump, Fox News, and The Dangerous Distortion of Truth, el periodista Brian Stelter explica cómo reaccionó la prensa en Estados Unidos a las primeras mentiras absurdas de Trump —por ejemplo, la cantidad de personas que asistieron a su juramentación— una vez asumió el gobierno: “[Trump] demostró que sus palabras no valían nada, pese a lo cual eran tomadas en serio por sus adeptos y, por ende, seguían siendo relevantes noticiosamente”.

Los medios estadounidenses tardaron mucho en entender que no podían seguir amplificando sin más las mentiras del ahora expresidente. Que el show no podía ser siempre una justificación, que llegados a la disyuntiva “relevancia noticiosa” y veracidad, debía primar la segunda. Lo entendieron recién cuando empezó a denunciar un fraude inexistente la noche de las elecciones de noviembre 2020, casi cuatro años después, poco antes de que culminara su mandato. ¿Cuánto tardarán los medios peruanos en aprender la lección?

Al ritmo que vienen sucediéndose los desastres políticos en el Perú, está claro que nosotros no contamos con esos cuatro años. Es más, lo siento, no contamos ni con cuatro meses.

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