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¿Una época de angustias o una oportunidad para seguir aprendiendo?

Cerramos noviembre y el proceso de evaluación se hace más presente en las aulas. Los estudiantes suelen preocuparse por temor a lo que sucederá si no les va bien.

03/12/2021

Cerramos noviembre y el proceso de evaluación se hace más presente en las aulas. Los estudiantes suelen preocuparse por temor a lo que sucederá si no les va bien. ¿Cómo impactan las emociones en los niños y niñas en la evaluación del proceso de aprendizaje? ¿Por qué los estudiantes viven esta experiencia con nervios?

En todo proceso de aprendizaje es necesario que la evaluación se realice para evidenciar que han aprendido, pero ¿cómo los docentes evalúan esos contenidos? Las investigaciones demuestran que una buena evaluación puede ser una aliada para que los estudiantes se vinculen con el conocimiento. Para ello, es necesario reflexionar y pensar en las diferentes estrategias que podemos utilizar para que la evaluación sea un instrumento que genere aprendizaje significativo y así potenciar la autonomía de los estudiantes.

Los docentes tenemos la responsabilidad de acompañar a los estudiantes en el proceso de aprendizaje, invitándolos a reflexionar si les resultó difícil o no una actividad, a que vean los logros de su recorrido y cómo fueron sorteando los obstáculos que se le presentaron. Trabajar con rutinas de pensamiento que sean sostenidas en el tiempo con el objetivo de involucrar intelectualmente a los estudiantes para que sean conscientes de lo que han aprendido, contando y escribiendo lo que van entendiendo. Sirven para reforzar y ver un mismo contenido de diferentes manera como así también para motivar a los estudiantes. Por ejemplo, la rutina del semáforo, la de la brújula y los sombreros para pensar. De este modo, haciendo visible el aprendizaje van construyendo en la escuela la cultura del pensamiento.

Melina Furman en su libro Pensar distinto nos expresa que las rutinas ayudan a desarrollar hábitos, que en el correr de los días van cobrando sentido en las aulas.

Construir un clima de confianza creando entornos seguros donde el diálogo y la retroalimentación a través de las diferentes herramientas como las listas de cotejo, las rúbricas o los portfolios permite tener registro de la evidencia del aprendizaje garantizando tranquilidad a los protagonistas del aprendizaje. La especialista Begoña Ibarrola nos expresa que las emociones influyen en el que enseña y en el que aprende. Nos acordamos de lo que hemos vivido con emoción. Es importante despertar la curiosidad para sostener el interés con actividades potentes y que ellos mismos vayan autovaluándose, coevaluándose, y que la evaluación se convierta en una oportunidad, como dice Rebeca Anijovich. La evaluación, para los estudiantes y docentes, se convierte en un proceso que pone en juego los saberes, se visibilizan los logros y se reconocen las debilidades y fortalezas en el proceso de aprendizaje. La evaluación puede ser entendida como la posibilidad de terminar de entender el tema, expresando lo que entendieron, consultando y aprendiendo del error.

Está comprobado que si los estudiantes experimentan emociones desfavorables para el aprendizaje como el miedo, la angustia y se encuentran estresados, impacta en el aprendizaje generando fracaso escolar.

Por ello es necesario crear entornos seguros, diseñar evaluaciones auténticas que plantean desafíos y oportunidades. Abordar estrategias de metacognición para adecuarlas al contexto en el que se encuentran los docentes para que la calificación no se convierta en certificar si un alumno aprueba a no una materia o si pasa de año. Ya que la evaluación es tan potente para la vida escolar que hoy más que nunca es una buena oportunidad para innovar y resignificar a la evaluación para motivar a los estudiantes a aprender toda la vida.

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