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Opinión y Actualidad

Crítica de "Scream 5"

Para streamers muriendo en un directo con Ghostface sin haber entendido nada.

17/01/2022

Fuente: Fotogramas

En su brillante comienzo, esta quinta entrega de la metarreferencial saga ideada por Kevin Williamson y puesta en imágenes por un inspirado Wes Craven pone todas sus cartas sobre la mesa clavándolas con un afilado puñal. En tiempos donde el “terror elevado” se ha estado comportando como un implacable asesino bajo la máscara de la trascendencia y del darle a todo un plus de lo que sea mientras termine con el sufijo –ismo, que la primera víctima potencial de Ghostface haga de su orgullosa ignorancia en el género y de su devoción por Hereditary o Babadook su única defensa resulta tan hilarante como terrorífico. Scream se desarrolla en el territorio metalingüístico que más temían sus creadores: el de una masa de supuestos fans que destruyen, apuñalan y reconstruyen a sus deseos las películas “intrascendentes” de terror desde el anonimato de Internet. Un lugar donde se mira por encima del hombro a todo aquello que en el original era relatado con ironía y con respeto, porque la cinefilia mata, y más en el Woodsboro colectivo del slasher adolescente. En un malintencionado ejercicio de justicia, cada vez que los personajes de la película se empeñan en convertir a Ghostface en carne de TikTok o de reducirlo a estrella viral de un canal de Youtube, Scream le devuelve su mítica categoría de icono. Cada vez que se habla de imágenes rápidas y muertes rápidas que sean un Gif para consumir y sustituir por otro, el film se toma su tiempo giallo (la secuencia en la cocina, todo un pequeño prodigio de tensión y paciencia) en planificar cada asesinato en formato cinematográfico, como si la cosa realmente fuera entre lo que es el cine (de género) y lo que se empeñan algunos en que sea el cine (de género).

La nueva Scream nace de la conversión de la misma franquicia Scream en un meme y una iconografía más o menos vintage para camisetas y caretas de Halloween. Nace, en la ficción del largometraje dirigido por los astutos Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (Noche de bodas), del legado de las secuelas de Puñalada, la película dentro de la película en la tetralogía dirigida por Wes Craven. Craven ya reflexionó sobre las invisibles líneas entre la creación audiovisual y el contenido de esta en La nueva pesadilla de Wes Craven. El Ghostface actual surge como surgía aquel Freddy Krueger ficticio en una realidad que no dejaba de ser una ficción. Incluso la aparición del terceto original formado por Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette resulta idéntica a la de Andrew Garfield y Tobey Maguire en Spider-Man: No Way Home: una llegada a un multiverso desconocido donde se sienten desubicados y donde no entienden qué narices hace Jamie Lee Curtis participando en más títulos de Halloween (el gag definitivo).

Es cierto que en todo momento se impone la diversión (la muerte de cretinos es la máxima expresión del término) en Scream con unos modos muy del neoslasher que han ido convirtiéndose en algo semejante a neoclásico en la puesta en escena y el look visual, y con una extraña ligereza en el juego de misterio que propone, el cual no deja de ser idéntico al de las charadas cinéfilas que escribieron Stephen Sondheim y Anthony Perkins para aquel Diez negritos del gossip Hollywood/Broadway tan de culto como es El fin de Sheila (Herbert Ross, 1973), pero diseñado por enfermos del selfie y de los likes. Casi cerrando el círculo, el largometraje no se ha mostrado a la prensa en España, pero sí se organizó con él un preestreno solamente para influencers que, más allá de los malvados pensamientos homicidas que le puedan asaltar a uno, resume a la perfección lo que es Scream: el monstruo de ficción interpretado por un actor en una realidad criminal que sigue siendo ficción mirándose al espejo (las redes sociales) y viendo su fin tan cercano e inevitable como el de Byron Orlok/Boris Karloff en El héroe anda suelto de Peter Bogdanovich. Pero con el tiempo suficiente para acabar con el villano (y sus followers). ¿Ghostface ha muerto? ¡Larga vida a Ghostface!