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Abril de 2024
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El Premio Sájarov 2016 fue para dos ex rehenes del ISIS

Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, dos activistas yazidíes y esclavas sexuales del ISIS ganaron el premio Sájarov a la libertad de conciencia.

27/10/2016

Las activistas yazidíes Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, que fueron esclavas sexuales del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en Irak, han ganado este jueves el premio Sájarov que concede el Parlamento Europeo (PE) a la libertad de conciencia. Murad y Bashar, pertenecientes a esta minoría religiosa, fueron secuestradas por los yihadistas en 2014, cuando estos tomaron su localidad natal, Sinjar, de la que huyeron otras 200.000 personas.

Son "mujeres yazidíes valientes que escaparon de la cautividad de Estado Islámico", ha destacado el líder de los Liberales europeos en la Eurocámara (ALDE), Guy Verhofstadt, al revelar el fallo a través de las redes sociales.

Las supervivientes de esa matanza, hoy portavoces de las víctimas sexuales del ISIS, se impusieron al periodista turco Can Dündar, que estuvo encarcelado en su país y ahora vive en el exilio, y al líder tártaro de Crimea Mustafá Dzhemilev, disidente soviético y parlamentario ucranio.

Los yazidíes son un grupo etnoreligioso, de cultura y habla kurda, cuyo credo se remonta al zoroastrismo. Se estima que los seguidores de esa religión sincrética y secretista de raíces preislámicas, rondan el medio millón de personas, la mitad de las cuales vivían en Irak, sobre todo en la comarca de Sinjar, y el resto repartidos entre Armenia, Georgia, Irán, Rusia, Siria y Turquía, aunque la emigración también les ha trasplantado a EEUU o el Reino Unido.

Con la llegada del Estado Islámico (ISIS) en 2014, esa minoría se convirtió en el máximo exponente de la crueldad de los fanáticos. Pero su marginación no es nueva. Siempre han vivido atrapados entre el olvido del Gobierno central, el radicalismo de los islamistas musulmanes (que los consideran herejes) y las ambiciones territoriales de los kurdos que reclaman sus tierras ancestrales. Desde la época otomana han sido víctimas del prejuicio popular que les considera adoradores del diablo por su veneración al ángel caído que otros credos llaman Lucifer o Satán.

La elección de Murad y Bashar como receptoras del premio Sájarov de este año no sólo visibiliza el genocidio de los yazidíes sino también el uso de la violencia sexual como arma de guerra. Cuando las huestes del ISIS entraron a sangre y fuego en Sinjar, cientos de hombres fueron asesinados; las mujeres, tras ser golpeadas y violadas, eran regaladas o vendidas como esclavas sexuales. Las ahora galardonadas son dos de las supervivientes de la brutal agresión yihadista sobre su comunidad.

De las cuatro mil mujeres y niñas esclavizadas, algunas de apenas nueve años, Yazda, una ONG dedicada a preservar la memoria de los yazidíes, ha contabilizado el retorno de 2.070. Unas cuantas lograron escapar de sus captores; otras han sido compradas por sus familias a través de intermediarios; las menos, fueron liberadas durante las operaciones militares. También las hubo que no pudieron soportar el horror y se suicidaron, según han relatado sus compañeras de cautiverio.

Según el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, “la mayor parte se encuentra en Siria, donde las mujeres siguen siendo esclavizadas sexualmente”. No obstante, testimonios de residentes en Mosul también han revelado tras el lanzamiento de la ofensiva militar para recuperar esa ciudad que “hay varias chicas yazidíes entre los presos que el ISIS mantiene en los hospitales Ibn Sina y Al Jomhuri”.