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La mujer que lleva 40 años como servidora en la Fiesta de Mailín

Ana María es profesora de Matemática y hace cuarenta años que trabaja como servidora en la fiesta. Aquí su historia.

28/05/2017

En la entrada al hogar de ancianos y enfermos, en el Santuario de Mailín, hay una mujer que se encarga de ayudar a los peregrinos a subir al santuario a tomar gracia, a cumplir una promesa, a pedir por un familiar enfermo. Cada diez peregrinos que pasan frente a ella, levanta su mano y se la lleva a sus ojos para secarse las lágrimos. A veces se ayuda con un poncho rojo que la cubre del frío, otras veces con un pañuelo. Y sigue. Su tarea no se detiene durante los tres días que dura la fiesta. Hace 40 años que realiza lo mismo y dice sentir la misma emoción desde el primer día. Duerme poco pero no pierde la alegría.
Ana María es una testigo privilegiada de la evolución que tuvo la Fiesta de Mailín. De aquella pequeña celebración, cuando ni siquiera había templete, a esta marea de fieles que se congrega en la plaza central para la misa del obispo Bokalic. ¿Qué pasa ahora por la vida y los pensamientos de esta profesora de Matemáticas? ¿Porqué contar la historia de una mujer sencilla? ¡Hay tantas Ana María entre los servidores!

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“Nosé cómo describir porqué vengo. Lo hago por él. Por el Señor. No lo veo como que debo hacer un sacrificio. Lo vivo como una muestra de fe, de devoción. Servirle a Él es algo muy grande que no se puede describir, y cada año, desde hace cuarenta, que agradezco poder estar nuevamente como servidora de la Fiesta de Mailín. Dejo de trabajar, pierdo el presentismo. Pero acarreo toda mi familia y cuando llegamos nos cambia la vida. Después de 39 años tuve que pedirle algo por mi hija que sufrió un cáncer muy fuerte y hoy está trabajando con nosotros como servidora. ¿No es algo hermoso? Estoy aquí por amor a él.

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Ella toma del brazo a una niña que caminó incontables kilómetros para tomar gracia y cumplir una promesa. Le pregunta si quiere café, agua. Pide que le hagan lugar en el pasillo y caminan juntas hacia la cruz. Ana María regresa sollozando. La madre de esa pequeña tiene una enfermedad terminal y no pudo venir. Ella viene a pedir por su madre. Lo hizo caminando. Toma el poncho, lo lleva hacia sus ojos, mientras toma de la mano a una abuelita para acompañarla por el pasillo espiralado. Esas escenas las viven a todo momentos los servidores.

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El grupo “Coordinadora de Peregrinaciones Marianas” son eslabones de cadena irrompibles. Transmiten la fe por generaciones. Hay personas de más de 55 años que trabajan de servidores con sus hijos, algunos con sus nietos. Otros empezaron cuando muchos de los que están leyendo esto ni siquiera habían nacido. Cada año en septiembre, los ochenta integrantes, caminan desde Santiago capital hacia Mailín durante cinco días acompañando a unas trescientas personas. Durante esos días les sirven el desayuno, almuerzo, merienda y cena. En la fiesta son los encargados de la logística de los peregrinos, de la seguridad de enfermos y ancianos, de ayudarlos a que puedan tomar gracia, entre otras tareas. Hay jóvenes de servidores que nacieron y se criaron en la Villa. Hay abuelas, madres, hermanos. Una familia.


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Al lado de la profe Ana María hay cinco hombres que trabajan en la misma tarea que ella. Pero cuando habla la escuchan atenta. También cuando se emociona. “El Señor de Mailín es muy milagroso. Es un santo que te llena el alma. Lo más grande que puede existir. Yo puedo dar fe de eso, con decirte que curar una hija de cáncer es mucho. Mantenernos vivos es mucho”.
Ana María pide perdón por que cuando habla así dice que le entrecorta la voz y recurre a su poncho.