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Abril de 2024
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Los jihadistas de EI planeaban un atentado de mayor alcance en Barcelona

Según las autoridades, buscaban atacar con camiones bomba el centro de la ciudad, pero la explosión de un depósito repleto de garrafas de gas frustró su objetivo.

19/08/2017

Eran más de diez. Tan jóvenes y fanatizados como inexpertos. Llegaron a acumular más de 100 garrafas con gases explosivos con las que pensaban atiborrar tres camionetas bomba para detonarlas en plena Barcelona.


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Lo que tenían en mente era un ataque a mayor escala que el baño de sangre que causaron anteayer con su atropello múltiple en el emblemático Paseo de Las Ramblas, que dejó 14 muertos -entre ellos una hispanoargentina y una italiana que residía en la Argentina- y más de 120 heridos.

El jefe de los Mossos de Escuadra, Josep Lluís Trapero, explicó que trabajan con la hipótesis de que el atentado de Estado Islámico (EI) se preparaba "desde hacía un cierto tiempo" en una casa de Alcanar, en Tarragona, donde se registraron dos explosiones el miércoles. "El estallido donde presuntamente preparaban explosivos evitó atentados de mayor alcance", señaló. Se encontraron allí varias decenas de garrafas de gas, que podrían haber servido para fabricar bombas.

La investigación avanzó con la certeza de que, entre los muertos, figuraba el principal sospechoso de haber conducido la camioneta. Se trata del marroquí con residencia española Moussa Oukabir, de sólo 17 años.

Anoche, en un día marcado también por la concentración de miles de personas en el lugar del ataque, la policía daba por terminado el principal capítulo de la persecución de los atacantes. Cinco de ellos se dieron por muertos y otros dos fueron detenidos. El rompecabezas, sin embargo, está lejos de cerrarse aún y quedan casilleros por completar.

Entre los datos llamativos figura que por lo menos cuatro de los atacantes fueron abatidos por una sola mujer policía. "No es algo que se vea todos los días", admitieron autoridades. El nombre de la mujer permanece en reserva.

Lo que inicialmente pareció la acción de un puñado de "lobos solitarios" derivó, según avanzaba la investigación, en el fruto de una red más compleja. La duda era si el joven comando tenía contactos con fuentes de EI en el exterior.

Con 14 muertos -el número de víctimas aumentó con una mujer apuñalada por uno de los jihadistas de Cambrils- y más de 120 heridos, el peor atentado terrorista en 13 años en el país generó un impensado clima de unidad, que derivó en un acercamiento político no visto en mucho tiempo.

Eso ocurrió cuando el titular del gobierno catalán, el independentista Carles Puigdemont, marchó junto al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. Es sabido que ambos no tienen la mejor de las relaciones.

Pero, esta vez, además de prodigarse cortesías y compromisos de trabajo conjunto, ambos escoltaron al rey Felipe VI en plena ciudad. Un escenario donde, en vez de ser aplaudido, usualmente es abucheado. Nada de eso ocurrió ayer.

En pleno auge de tensiones separatistas, hacía rato que no se veía algo así. Pero la distensión no dio para más. Puigdemont aclaró que le parecía "miserable" cualquier intento de usar el drama del atentado para apartar el programa independentista catalán. Ese fue el paréntesis político. Fue la ciudadanía la que puso la emoción. Fue sobrecogedor el minuto de silencio que, con las tres figuras por delante, se realizó en Plaza Cataluña. El punto donde empezó el derrotero de la furgoneta asesina.

"¡No tinc por! (¡No tengo miedo!)", coreó en catalán la multitud, para cerrar la ceremonia con una ovación mucho mas conmovedora aún. La catarsis colectiva fue determinante: a partir de entonces el clima cambió. "El «no tengo miedo» expresa la mejor arma que una sociedad debe dar a la amenaza terrorista", dijo Puigdemont.

Aún con la impresión por el baño de sangre en la memoria, la ciudad recobró su ritmo, los negocios abrieron de a poco y La Rambla recibió a cientos de turistas dispuestos a reconquistarla.

Un cierto clima de alivio se respiraba al caer la noche en la medida en que el círculo parecía empezar a cerrarse. "Nunca se está a salvo de la maldad de esta gente", previno el ministro de Cultura y vocero del gobierno, Iñigo Méndez de Vigo.

Junto con eso, la sospecha de que hubo un error de valoración en la primera pista que se tuvo sobre el atentado. En efecto, en un primer momento, la policía tomó como un episodio "asociado al narcotráfico" el estallido de varias garrafas de gas en una vivienda de Alcanar, 200 kilómetros al sur de esta ciudad.

"Fue sólo después de que ocurriera el atropello que los Mossos d'Esquadra asoció los dos hechos", admitió ayer el consejero de Interior del gobierno catalán, Joaquín Forn.

Lo que ocurrió allí fue dantesco. Una casa quedó reducida a escombros luego de que estallaran varias garrafas. Dos terroristas murieron y un tercero quedó herido. Fue interrogado por la policía y ayer mismo fue trasladado al lugar para que aportara datos en la pesquisa. Fue con su ayuda que se detectaron, en total, 105 garrafas que contenían diversos gases explosivos.

"Era lo suficiente para cometer una tragedia mucho peor de la que sufrimos", admitió Forn. Ahora se sabe que la joven célula tardó tres meses en acumularla y que pensaba usarla en tres camionetas que ya había alquilado. Su plan era convertirlas en potentes coches bomba.

El estallido accidental de algunas de ellas -y el desmoronamiento de la casa que imposibilitó el acceso al resto- los obligó a abortar la idea. Presionados y con el temor de tener a la policía encima, se lanzaron al segundo plan: el de los atropellos masivos.

Pero, originalmente, el plan era diferente de lo visto hasta ahora en materia de atropellos masivos y de recientes ataques terroristas en Europa. "Se intentaba algo distinto -dijeron fuentes de la investigación-. Algo peor."

Lo otro llamativo es que no tuvieran armas de fuego. Cuando les fallaron los explosivos y huyeron rumbo a Cambrils no contaban más que con cuchillos y algunas hachas. Con ellos se cobraron su víctima número 14: una mujer que cruzaba al paseo marítimo. Otra mujer, la eficaz tiradora de los Mossos, se encargó de abatirlos. La duda que persiste, sin embargo, es quién más integraba el círculo y quién era su mentor.