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La dura confesión de Dallys Ferreira sobre su infancia

La modelo paraguaya abrió su corazón y contó las amargas experiencias que debió superar durante su infancia. El hambre y la violencia de género en todas sus expresiones marcaron no solamente su cuerpo sino también su alma.

26/06/2018

Que haya mujeres que comenzaron a alzar su voz reclamando que se respeten sus derechos o pidiendo la implementación de nuevas leyes que beneficien su bien común no implica que todas tengan que lucir un pañuelo verde en el cuello frente al Congreso. Hay otras, como Dallys Ferreira (33), que prefieren manejar sus padecimientos de otra manera. Por otra vía, sin llegar a convertir ese anhelo de un futuro sin violencia de género en causa nacional o con una difusión desmedida para su parecer. La modelo tuvo que aprender a convivir con las heridas del pasado y, aunque a cuentagotas, se fue abriendo para desahogarse, animándose a exteriorizar sus reflexiones acerca de su durísima infancia y parte de su adolescencia. En sí, fue un camino plagado de golpes el que le tocó transitar, pues, cuando daba la impresión de que la adultez la sorprendería con la proyección de casarse y encontrar la calma formando una familia, nuevamente el destino volvió a darle un estiletazo: su hermano, Jonathan, se suicidó arrojándose al vacío desde un balcón. Las causas de una determinación tan drástica habrían tenido que ver con una de las tantas problemáticas que signaron los primeros años de Dallys en su país natal: falta de dinero y necesidades varias. “!Quiero que me devuelvan a mi bebé y no pido nada más en esta vida!”, fue la súplica que, de manera desesperada, efectuó la modelo días después del fallecimiento del joven, cuando todavía no lograba aceptar lo sucedido. En una nota con el diario Clarín, Dallys, que hoy es mamá de India (2) y está en pareja con Nicolás Sporleder, le dio forma a un relato que sirvió para comprobar que en su historia quedaban muchas más experiencias amargas por contar. Y en primera persona las narró. ¿Fue abusada?

“Mi historia empieza difícil. Nací en la ciudad de Asunción, Paraguay, hija de Rafaela, una mujer que debía dejarme sola por varias horas para ir a trabajar a un peluquería. De mi padre recibí apenas el apellido. Jamás aportó ni un centavo ni para mi madre ni para mí. Había momentos en que no teníamos ni para comer. Quedaba sola todo el día con la promesa de no salir bajo ninguna circunstancia, encerrada en un cuarto sin baño que mi mamá alquilaba, con colchón hundido y haciendo mis necesidades en una latita”, contó Dallys, quien más tarde continuó detallando cómo fue su primer trabajo, el que le permitió tomar un poco de aire y saber lo que significa salir a ganarse el pan. “Con mi mamá finalmente nos mudamos a Ciudad del Este, en la frontera con Brasil. Mi trabajo fue vender perfumes y bronceadores. Era muy buena vendiendo, y eso me posibilitó pasar a ser promotora, y más tarde, de nuevo en Asunción, en una modelo principiante. Debía estar parada diez horas siempre sonriente, llena de callos, con los pies con la forma de un zapato cerrado”. Posteriormente, Dallys recordó su primera gran alegría: “A los 15 años gané un sorteo por un viaje a Disney, pero no pude sacar la visa. Entonces el destino fue Aruba. Fue como entrar al mundo. Mi madre no dudó en darme el permiso pero con la condición de que volviera virgen. Allí sólo estuve con un marino llamado George al que nunca más vi y no hubo más que unos besos. De nuevo en Asunción un hombre le propone a mi madre un trabajo para mí como modelo. Aceptar implicó mudarme a la casa de una amiga de mi mamá, pero lo que encontré en parte fue decepcionante. El novio de la mujer que me había dado alojamiento empezó a decirme cosas y a insinuarse, algo que me molestó mucho porque el tipo era desagradable en todos los sentidos. Decidí contarle a mi amiga y su reacción fue inesperada para mí: me insultó y me echó de la casa”. Afortunadamente para Dallys, otra oportunidad se presentó enseguida: “Por suerte apareció Lorena, nueva amiga, que me ofreció un papel secundario en una ficción televisiva. Uno de los chicos que trabajaban en el programa empezó a cortejarme y eso me agradó. Creo que acepté pasar mi primera noche con él para convertirme en mujer de una buena vez a los 17 años. La experiencia fue horrible y al otro día me arrepentí totalmente. No fue cuidadoso ni delicado conmigo. Entonces le manifesté que no estaba dispuesta a seguir con él. Y aunque se puso violento, armamos a los tumbos una relación que duró tres años pero que finalizó de la manera que comenzó. Hemos convivido, pero de sus golpes aún tengo una marca en el brazo”. Su mala fortuna con los hombres tuvo un segundo capítulo: “Mi siguiente noviazgo fue desastroso, con un hombre 25 años mayor que yo. Con mentiras, infidelidades y engaños”. Fue la antesala de su traslado a la Argentina: “A los 21 años acepté irme a Carlos Paz, producto del hartazgo de una cadena de agresiones y humillaciones. Allí cambió mi vida. Y me enamoré de Nicolás, con quien tuve una hija, India de 2 años”. Lo que prosiguió en su historia ya es conocido. Además de lo que demanda ser madre, Dallys tiene ocupaciones al por mayor. Como modelo, panelista y periodista. Esta última, una carrera que eligió para perfeccionarse intelectualmente e incursionar en nuevos terrenos profesionales. El que busca, claro, siempre encuentra. Porque primero, como dice el tango, hay que saber sufrir.