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Cómo debe ser la lactancia materna más allá de los dos años: deseos, mandatos

Mal llamada lactancia materna “prolongada” o “extendida”, los especialistas coinciden en que dar la teta no tiene fecha de vencimiento, más allá de lo que decidan mamá y bebé.

06/08/2019

Hemos hablado de por qué la leche materna es el mejor alimento para los bebés, cuánto contribuye al vínculo y cuáles son los beneficios también para las mamás. La semana de la lactancia materna, que termina mañana, es el momento que marca el calendario para celebrar este acto íntimo de alimentación, amor y contención, que no siempre puede ser privado y que muchas personas que son de palo porque están afuera de la "díada mamá-bebé" participante se sienten habilitadas para opinar. "Pero ya camina", "tiene dientes", "te arranca la ropa", "habla y dice teta", pueden decir esos que observan. Amamantar no es fácil, pero la complican más aquellos que opinan alrededor de las decisiones que puede tomar una madre con su cría. Porque no solo debe lidiar con las dificultades propias de la situación, sino atajar comentarios ajenos y manejar la culpa que generan tantos mandatos que -para un lado o para el otro- dicen cómo se es la "mejor" madre: la más apegada, la más feminista, la más laburante, la más relajada, y la lista sigue. De un lado o del otro, siempre habrá algo que falta, que queda a mitad de camino. En ese marco, aquellas que deciden y -sobre todo- pueden amamantar por uno o dos años -como lo sugiere la Organización Mundial de la Salud (lactancia materna exclusiva durante seis meses, introducción de alimentos apropiados para la edad y seguros a partir de entonces, y mantenimiento de la lactancia materna hasta los dos años o más)- se encuentran con pudores y prejuicios.

La lactancia materna en niños mayores de uno o dos años es mal llamada lactancia materna "prolongada" o "extendida", ya que estos términos sugieren que es algo que dura más tiempo de lo "normal" o establecido. Pero amamantar no tiene fecha de vencimiento establecida, más allá de la que decidan la mamá y el bebé. "El vencimiento es cultural y social, no biológico", asegura a Clarín Entremujeres Gustavo Sager, creador del primer banco de leche de la Argentina y actual presidente de la Subcomisión de Lactancia de la Sociedad Argentina de Pediatría. "El hombre primitivo amamantaba hasta los cuatro a siete años, hasta que su sistema inmune estuviese completo y, mientras llegaba ese momento, recibía inmunidad prestada por su madre a través de los glóbulos blancos vivos que ésta le transfería con la leche".

"¿A qué se hace referencia cuando se habla de lactancia prolongada? Podría decirse que al amamantamiento fuera de las normas culturales, o más allá del tiempo donde la mayoría de las madres dentro de la sociedad a la que pertenecen ya han destetado", dice la psicóloga Mónica Tesone, coordinadora de Enlaces Profesionales de La Liga Internacional de la Leche (LLLI).

La mirada de los otros
"Existe mucha envidia al goce de la mujer que amamanta, a la cara de felicidad que expresa cuando lo hace, a la satisfacción de estar constituyendo el cuerpo y el alma de su hijo con lo mejor. La sociedad ve mal que un niño sea amamantado más de un año y no ve así que un niño de cinco años tome mamaderas con leche de vaca o de fórmula marca X número 5. Es una mirada conveniente para que las industrias vendan sus mercancías", opina Sager.

Hace unas semanas se conoció que una azafata le pidió a una madre que se cubriera mientras amamantaba a su hija de un año en pleno vuelo. ¿Qué produce en los otros, testigos ocasionales de un hecho íntimo que no siempre puede darse en la intimidad del hogar, compartir espacio con estas madres y sus hijos lactantes? "Dar el pecho más de dos años despierta los más bajos instintos de algunas personas, y produce reacciones antisociales e inadaptadas. Son muchos, por ejemplo, los que se inmiscuyen en la relación madre-hijo; los que critican sin base científica a las madres y a sus hijos, y los que les hacen comentarios hirientes. Hemos oído incluso a respetados profesionales olvidar por un momento su formación científica para lanzar sobre las madres que dan el pecho más de dos años, una andanada de peregrinas teorías nutricionales y psicológicas, amenazándolas con peligros imaginarios y riesgos inauditos", dice Tesone.

Caro Horvath, doula y coautora del blog y cuenta de Instagram Mamá Sabe Bien; está casada con Violeta y juntas son mamás de Ela, a quien le dio la teta hasta los tres años y ocho meses. Para ella, el comienzo fue lo más difícil de transitar: "Siempre supe que quería dar la teta, pero nunca pensé qué tanto tiempo. Pensar en dar teta y que mi hija alternara con un bife me resultaba una locura, pero después fue todo tan natural, y la teta era tan reguladora y necesaria para ella, que nunca lo dudé".

En relación a los prejuicios, cuenta que se encontró con "los típicos comentarios de '¿hasta cuándo pensás darle la teta? Mi primera respuesta siempre fue '¡hasta que se case!' Hablando en serio, decía que lo haríamos hasta que ambas quisiéramos. Por suerte nunca me enganché e hice siempre oídos sordos a tantas opiniones ajenas", dice Caro, que asegura que "fue todo muy fluido. En un momento las noches se hicieron muy cansadoras, pero logramos ir sacado las tomas nocturnas para poder dormir todas mejor, y ahí todo se encaminó. El destete fue gradual y paulatino, regulado por ella".

Construcción social
"La supervivencia de la raza humana, mucho antes de que se desarrollase el concepto de deber, dependió de la satisfacción obtenida mediante dos actos reproductivos voluntarios: el coito y el amamantamiento. Ambos tuvieron que ser suficientemente placenteros como para asegurar la habitualidad de su ocurrencia. Lo que motivó a los mamíferos no humanos a amamantar no fue una apreciación intelectual de los beneficios que les reportaría a sus bebés; las mamíferas reconocen que, al igual que la relación sexual, la lactancia es placentera: dar de mamar suele ser una experiencia relajante y sensual. Durante el amamantamiento los niveles de oxitocina (la llamada hormona del amor) liberada por la madre son tan altos como durante el orgasmo. La lactancia materna induce conductas maternales; si sumamos el nacimiento, el contacto piel a piel y la succión, esto aumenta el nivel de oxitocina en el cerebro materno, produciendo gran amor por el bebé, relajación, somnolencia, leve euforia y un efecto antiestrés que, incluso, aumenta el umbral del dolor", detalla Tesone, también integrante de la Subcomisión de Lactancia Materna de la Sociedad Argentina de Pediatría.

"El mayor inconveniente se relaciona con la pérdida de la cultura del amamantamiento, que puede afectar a la autoestima de aquellas madres que siguen amamantando a sus hijos. La desaprobación social es la desventaja más significativa de su experiencia de amamantamiento. Se incrementa el porcentaje de mujeres que sufren estigma social a medida que la edad del niño aumenta. A pesar de que la Academia Americana de Pediatría declaró que no hay un límite superior para la duración de la lactancia y no hay evidencia de problemas psicológicos o daños en el desarrollo cuando la lactancia materna se continuó por más de tres años de edad. Y que la Sociedad Argentina de Pediatría recomienda amamantar en forma exclusiva hasta los seis meses y después seguir con alimentos complementarios más allá de los dos años", dice Tesone, que además refiere que los comentarios negativos producen lo que se llama "closet nursing", es decir, amamantar privadamente en casa y en secreto. ¿Cómo librarse de la incomodidad de la mirada ajena? "Haciendo cada vez más visible la lactancia en niños mayores".

"Yo siempre le di la teta donde ella lo pidiera; de a poco empecé a sentir incomodidad, la gente nos miraba raro, o a veces hasta le decían a ella burlonamente que ya no era una bebé. Esto, por supuesto, que nos generaba mucha angustia a los tres; entonces, decidimos empezar a explicarle a nuestra hija que había algunas personas que no comprendían que ella tomara la teta y que creían que podían opinar sobre eso, que para nosotros lo importante era lo que sentíamos nosotros tres y de ahora en adelante la teta era un asunto de nuestra intimidad como familia. Así, con mucho amor, fuimos encontrando el espacio y el modo para sostener nuestra lactancia", cuenta a Entremujeres Clarín la bailarina y vestuarista Laura Torrecilla. Junto a Facundo Mercado -coreógrafo y docente- son papás de Huayra, quien nació en su casa hace seis años. "La teta fue parte activa y cotidiana hasta el verano pasado", narra. "Las primeras semanas vivía con las tetas lastimadas; cada vez que la amamantaba se producía en mí la más grande de las contradicciones: el inmenso dolor y el deseo de darle la teta. Estuve a punto de abandonar mi deseo de amamantar, pero por esos días nuestro pediatra y nuestra partera fueron cruciales y, gracias a su contención, pudimos atravesar ese momento y todo se acomodó". "De ahí en más la teta fue libre demanda; yo daba clases de danza y podía llevar a mi hija conmigo, y así fuimos instalando con total naturalidad la teta en nuestras vidas. Facu y yo nunca nos planteamos si estaba bien, o por cuánto tiempo tomaría, nuestra cotidianidad nos permitió manejarnos así".