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Opinión y Actualidad

"El Halloween de Hubie": más de lo mismo, o incluso menos

El actor vuelve a encarnar al arquetipo sandleriano de la primera época: un muchacho más bueno que el pan, inmaduro y algo tonto pero de sentimientos nobles, que es objeto de burlas y agresiones.

09/10/2020

Por Ezequiel Boetti

En dos meses se cumplirán cinco años del estreno de The Ridiculous Six, la primera colaboración entre Adam Sandler y Netflix, y desde entonces el actor con cara de huevo ha encontrado en esa plataforma un segundo aire para una carrera que se venía a pique. Durante el último lustro campeó entre el cine autoral, explorando distintos registros interpretativos en películas como The Meyerowitz Stories o Uncut Gems, y un conjunto de comedias muy similares a las que hizo siempre. Como si fuera un dirigente político argentino, Sandler, lejos de achicar la grieta, continúa dividiendo aguas entre quienes lo consideran un actor polifacético y nunca del todo aprovechado, y aquellos que siguen viéndolo como un comediante gastado que replica las mismas fórmulas humorísticas desde hace un cuarto de siglo. Si bien la crítica de cine y series no debe operar como semáforo del gusto ajeno ni mucho menos como policía del consumo audiovisual, desde aquí se recomienda a aquellos que se identifiquen con el segundo grupo que por favor eviten El Halloween de Hubie, pues lo que encontrarán allí será más de lo mismo. O menos.


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Secundado por la troupe habitual que integra las películas de su productora Happy Madison, el actor es aquí el Hubie del título, que encarna a la perfección el arquetipo sandleriano de la primera época de su carrera, aquella que abarca desde Billy Madison (1995) y Happy Gilmore (1996) hasta La herencia del señor Deeds (2002), pasando por El hijo del diablo (2000), la película que más contactos tiene con ésta: un muchacho más bueno que el pan, inmaduro y algo tonto pero de sentimientos nobles y tierno, atacado constantemente por un entorno dispuesto a todo con tal de que no cumpla con sus objetivos. Como en casi todas sus películas, el personaje no tiene un ápice de maldad. Incluso podría decirse que no concibe la idea del Mal. Un Mal que en su filmografía es representado por un mundo adulto cruel y despiadado en el que la Sandler no puede encajar. No por nada a todos los vecinos -en especial el interpretado por Ray Liotta, todo un especialista en el arte de ponerse en la piel de villanos- lo toman como objeto de burlas y agresiones.


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La película pone toda esa violencia al servicio del humor, como cuando a Hubie le revolean todo lo que uno pueda imaginarse en sus viajes en bicicleta rumbo a la casa que comparte con su madre en Salem, cuna de las brujas en Estados Unidos. En plena víspera de Halloween, su objetivo es que los festejos no se desbanden, que todo transcurra en paz y tranquilidad. Algo que desde ya no ocurrirá, pues justo unos días antes se escapó de un manicomio un ex vecino del lugar que volverá sediento de venganza. Todo lo anterior es poco más que una excusa para que Sandler dispare su habitual arsenal cómico que incluye pasos de comedia física y escatológica, gags visuales y juegos de palabras. Que no todos los chistes funcionen se debe a su tendencia innegociable a apostar por la acumulación en lugar de la curaduría. Hay también un par de subtramas volcadas al thriller y al terror, dos elementos con los que Sandler no se lleva del todo bien y parecen estar ahí más por imposición del algoritmo que por la voluntad de un comediante casi siempre fiel a sí mismo.

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