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Opinión y Actualidad

El modelo venezolano, del despilfarro a la bancarrota

Nuestros políticos creen descubrir una solución salvadora para los problemas de país: Vaca Muerta, litio, cobre y, posiblemente, el hidrógeno. Los riesgos de descansar en el excedente de divisas.

01/03/2023

Por Luis Rappoport (*), en diario Clarín
Juan Pablo Pérez Alfonso fue un político y diplomático venezolano que pasó a la historia como el padre de la OPEP. La organización se creó para enfrentar el poder de las “siete hermanas”, las mega petroleras que manejaban el negocio del petróleo. Buscaba favorecer a los países productores en desmedro de los países consumidores, principalmente aumentando el precio del petróleo. La inflexión fue en 1973 en que la OPEP triplicó ese precio.

Hacia mediados de la década del 60´ Pérez Alfonso, desencantado, se alejó del petróleo para dedicarse a la educación, la salud de los niños y la corrupción en Venezuela generada por el exceso de petrodólares.

En la década del 70´ publicó “Hundiéndonos en el excremento del diablo”, donde decía cosas como estas: “[…] En una nación de economía atrasada, con una capacidad muy limitada de recursos humanos preparados, los cuantiosos ingresos petroleros provenientes de la simple liquidación de ese don de la naturaleza ya venían creando una distorsión fatal en todas las actividades de la vida nacional. Ahora todos estos peligros se han multiplicado al infinito […] son dineros no ganados por el trabajo, ni por la gestión empresarial y, de consiguiente, son dineros que no han servido para prepararse a darles destino apropiado y útil a la sociedad […] en la medida en que se continuó acentuando la hegemonía del petróleo, las cantidades crecientes de divisas forzaron su despilfarro. […] “.

Nuestros políticos creen descubrir una solución salvadora para los problemas de país: Vaca Muerta, litio y, con menos insistencia, aunque tendrá un impacto mayor, el cobre y, posiblemente, el hidrógeno que se producirá con la generación de electricidad con los vientos patagónicos: una significativa mejora en nuestra balanza comercial y en los ingresos fiscales.

Esa inyección de recursos –unos 30 mil millones de dólares- no tiene la envergadura relativa del petróleo de Venezuela, que fue el primer exportador de la posguerra antes de la explotación de los recursos del Cercano Oriente. Pero si los políticos siembran optimismo con una esperanza de ingresos para dentro de cinco años, viene bien recordar con esa anticipación a Pérez Alfonso y los peligros de los –posibles- excedentes de divisas y de despilfarro.

Después de todo, el despilfarro fue el signo del “megaciclo de los commodities” en que el presidente Kirchner y los gobernadores multiplicaron el empleo público en un 40%, entre otros derroches que se convirtieron en gastos permanente, que todavía se pagan con deuda, emisión e inflación. Menos evidente que la inclusión de máquinas limpiadoras de nieve en equipos hospitalarios para Venezuela -que denunciaba Pérez Alfonso-, pero no anduvo tan lejos.

Noruega, otra potencia petrolera, constituyó el fondo país más importante del mundo, así evitó distorsiones de su economía y ahorra para cuando el petróleo termine su ciclo. Una ética similar, están en Canadá y Australia.

Cada vez que algún candidato habla de gas, petróleo y minería, alguien debería preguntarle: ¿Cuánto del aumento de la recaudación se va a destinar a la educación? ¿Cuánto a Ciencia y Tecnología? ¿Cuánto a capacitación empresarial y laboral para aprovechar esa ciencia?

¿Cuánto a la inversión en la infraestructura que destrabe inversión privada? ¿Cuánto a un fondo anticíclico que permita ahorra para cuando vengan las vacas flacas? ¿Cómo van a hacer para que el ingreso de dólares no genere una sobrevaluación del peso y, con retenciones, ni la producción agropecuaria se pueda exportar? ¿Se van a eliminar las retenciones a esas exportaciones de agropecuarias?

Las preguntas siguen, entre otras cosas porque después del período de inversión inicial, el impacto sobre el empleo de Vaca Muerta y la minería no es significativo, y el despilfarro, como el vivido durante el citado megaciclo, anticipa menos empresas y más pobreza.

En síntesis: si la Argentina aumenta sus exportaciones en un 30%, ¿a quién aspira parecerse: a Venezuela o a Noruega, Canadá y Australia?

(*) Luis Rappoport es economista. Miembro del Club Político Argentino y de ConstiTuya

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