El actor francés intenta quitarse el sambenito de canalla simpaticote con este drama sobre un escritor que, después de sufrir un grave accidente, da un giro radical a su disoluta vida.
Por Blai Morell
Para Fotogramas
Reza el dicho que más que el destino, lo que cuenta es el viaje. Y un tipo ‘a priori’ antipático y egocéntrico como Sylvain Tesson, aquí reconvertido en Pierre Girard, lo hizo suyo para lanzarse a un viaje en busca de redención después de la noche en que se le quebró la vida. Y nada mejor que vagar por esa Francia vaciada tan bien retratada en una historia donde se intuye más el orgullo que la humildad para conseguir su objetivo, aunque recorrer 1.300 kilómetros con una camisa blanca y un chaleco de traje sobre la parka no es el mejor atuendo para semejante tute.
Entre tanto, la escritura como catarsis; unos cuantos flashbacks para entender las heridas del pasado (ese amor perdido); breves y contados encuentros abordados con naturalidad, aunque se profundice muy poco en ellos; sentencias demasiado pomposas (“por fin pude encontrar a la única prometida que nunca decepciona: la libertad”),y un correcto Jean Dujardin con ganas de quitarse el sambenito del canallita simpaticote encarnando a un Hemingway de Hacendado fumándose un habano. Tal vez, y solo tal vez, para este viaje no hacía falta tanta alforja.
Para amantes de las películas contemplativas y caminantes impenitentes.