Santiago del Estero, Sábado 18
Mayo de 2024
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Opinión y Actualidad

La trampa

El tiempo y su transcurrir. El impacto del crecimiento en el ser humano y sus vivencias. La perspectiva del paso de tiempo y pequeñas anécdotas de la cotidianeidad.

04/05/2024

Por Pablo Argañarás, Lic. En Cine y Televisión
El tiempo es una trampa. Me estoy haciendo viejo y ya nada es como lo era antes. Mi memoria tiene la maldita costumbre de embellecer los lugares del pasado, de hacerlos más amplios y grandes.  Lo mismo me sucede con los recuerdos de las personas.  Mi memoria me engaña y a las buenas me las recuerda mejores y a las malas, peores.  Estoy envejeciendo y ya nada me parece con tanto esplendor.  Alcanzo a divisar con más hondura las cosas, pero ya no con el fulgor de antes.

Extraño a muchos amigos que hoy ya no están.  Que con el tiempo me di cuenta que eran irreemplazables. Lo extraño a Ale ”Zapato” Yunes, mi amigo, músico y compositor de mis primeras cuatro películas. También añoro a mi querido Rodrigo Peña, mi gran crítico benévolo de mis primeros pasos como director.   Ambos fallecidos a temprana edad.  Están en mil fotos, en mil recuerdos pero la verdad es que se fueron, y para siempre.  De uno me queda su música y del otro sus cartas de aliento a seguir mi vocación y camino de director.  

Añoro a mis amigos que la vida los va raleando.  Por distancia, por trabajo, por cambios de rutina.  En la era de la comunicación siento una soledad tan absoluta que las imágenes en pantalla no me bastan.  Quizás soy de aquella época de los abrazos al saludar y no de los emojis en los teléfonos celulares.

Las películas y los libros no tienen ese sabor del misterio, de la cosa nueva, de lo revelador.  Uno al estudiar los resortes con que se confeccionan las piezas audiovisuales y escritas se las encuentra siempre desde ese momento en adelante.  Le encuentro la hilacha al entramado de lo propuesto.  Y todo viene encima de superhéroes, zombis, magos y edad media.  Los cines que eran gigantes son ahora del tamaño de una caja de zapatos y la gente come panchos o lomitos con gaseosas al lado tuyo, mientras uno intenta ver la película.  Se encienden  diez pantallas de celulares y suenan ring tones en las salas de cine, todo un espanto…

El rito de ir a un videoclub a elegir una o dos películas no existe más.  En la pantalla del celular tienes la aplicación con un videoclub virtual con miles de títulos, pero el fetiche desaparece, al igual que el ritual. Hace tanto que no escucho las músicas con sus respectivos logos de AVH, Gativideo o Transeuropa.

Estoy viejo, medio melancólico y triste.  Y para colmo de males eso está de moda.  Los adolescentes están iguales o peor.  Uno charlaba con un joven antes y te inundaba de entusiasmo, hoy conversas con un adolescente y terminas más depresivo.  Incluso tienen un look y un movimiento estético que los aúna, creo que se denominan neogóticos, indies o algo así....  Me siento como Alfredo cuando lo retaba a Totó  en “Cinema Paradiso” y lo amenazaba con que no lo iba a querer nunca más si volvía a Giancaldo.  El tiempo y los recuerdos son definitivamente una trampa.  Como tantas otras que tiene la vida…

Añoro las siestas con mis hermanos en el cordón de la vereda y el sonido del vendedor de tiro. Del heladero en la bicicleta y sus sanguchitos de helados mezclados.  Del kiosquero ambulante que vendía gallinitas, caramelos Fizz y manzanitas con pochoclo.  Hoy hay miles de golosinas tan sofisticadas, caras y sosas.

Los amigos del barrio Autonomía, los del club de básquet, primero el Inti y luego Quimsa.  Mis compañeros del San José.  Mis amigos de Córdoba.  De la Facultad y de la Escuelita de Cine.  Extraño a mis amigo Lucas y Osvaldo, con los cuales tuve el privilegio de tener la primera productora a mis 20 años y  llorar juntos al fundirnos en el 2001 y cerrarla con todo el dolor del mundo.  Las idas y vueltas de mi vida.  Las mil y un películas jamás realizadas.  Mis siete que si pude filmar. Los amores y desamores. La vida.

Estoy con mucha nostalgia escribiendo estas líneas, rememorando personas, anécdotas, sucesos que ya se fueron para siempre y no volverán jamás.  Para bien o para mal es así.  Pero nos queda la memoria.  Esa que nos moldea.  Y que nos construye en quienes somos hoy.  Miro por la ventana y la ciudad se mueve.  Late y vive.  Deberé salir y hacerle frente.  Hay muchas personas por conocer, muchas cosas por realizar, incontables sueños por cumplir para que sean recuerdos en un futuro.  Tomo dos mates, me saco la mufa y salgo a la calle.