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Paula Morales: "No se puede ser feminista y estar en contra de la legalización del aborto"

La actriz tiene esperanzas de que los senadores aprueben el proyecto de ley. Y celebra que haya espacios de debate sobre los derechos de la mujer en la televisión.

06/08/2018

"El aborto se tiene que legalizar. El Estado se lo debe a la mujer", opina Paula Morales en una entrevista a Teleshow, a pocos días de que se realice en el Senado la votación del proyecto de ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo. La actriz remarca la importancia de que se apruebe para evitar "que se sigan muriendo mujeres desangradas por abortos mal hechos".

En un contexto en el que las mujeres se manifiestan por sus derechos, Paula considera que hubo algunos cambios positivos, más allá de estar pasando por un "momento de mucha crispación" en el que "no es fácil hablar sin que te encasillen".  Pero ella se define como una persona "libre de pensamiento en cuanto a la aprobación de los demás", un aprendizaje que obtuvo de su padre, Víctor Hugo Morales.  

En el plano laboral, está protagonizando las obras teatrales Rey Lear y Derechas, mientras ensaya una tercera, Paso de dos. Estar sobre los escenarios fue una pasión que Morales descubrió con los años. Al principio estudiaba teatro como un pasatiempo, mientras trabajaba como modelo. Pero tras debutar en la ficción Los Roldán (2004), se dedicó por completo a su carrera artística.

Cuando actuaba en la tira Somos familia (2014) conoció a su pareja, Fabián Vena. Fruto de ese amor nació Valentino. Ella ya era madre de Benicio (de su anterior relación con Juan Manuel Guilera), mientras que él ya era papá de Cielo y Vida (adoptadas con Inés Estévez). "Somos una familia ensamblada grande. O sea, tenemos los tuyos, los míos y los nuestros", dice Paula.

—¿Siempre quisiste ser actriz?

—Siempre me encantó actuar, pero lo veía como un hobby. Primero hacía talleres de vez en cuando y después estudié teatro con más continuidad. Empecé a trabajar en una agencia de publicidad haciendo campañas para afuera, mientras seguía estudiando teatro. Un día me enteré de que había un casting abierto para una tira de Telefe. Se presentaron 500 personas. Sentía que no iba a pasar nada, pero igual lo intenté. Me acuerdo que me había ido a Brasil con mis amigas y me llamaron para decirme: "Quedaste". Era para Los Roldán, un personaje muy chiquito: interpretaba a la secretaria de Roldán (Miguel Ángel Rodríguez), una o dos escenitas en cada capítulo de una tira que tenía 40 puntos de rating. A partir de ahí, se empezaron a abrir puertas. Así arranqué, sin demasiada expectativa.

—Ahora estás protagonizando dos obras: Rey Lear y Derechas. Contame sobre este desafío.

—Está buenísimo porque una es una tragedia, y la otra una comedia. Todo el mundo me dice: "¿No te confundís la letra de una con la otra?". Es imposible confundirse porque no tienen nada que ver. Rey Lear, de Shakespeare, tiene un lenguaje formal. Mi personaje es Goneril, la malvada que es capaz hasta de traicionar a su propio padre por ambición, por poder, por envidia a su hermana menor. Para mí es un gran desafío porque nunca había hecho Shakespeare y cuando Jorge Viti me propuso este personaje ni lo dudé. Mientras que Derechas es un delirio hermoso de (José María) Muscari, en el que nos divertimos mucho. Somos once locas en el escenario: cinco madres, cinco hijas y una nieta huérfana. En la historia pasa de todo y hay mucho amor.

—En Derechas, ¿sirven comida al público?

—Sí, estamos recibiendo a la gente, bandejeando pizzas durante las funciones que algunas son a la noche y otras al mediodía. En cada función cambia el menú. Está bueno porque hay un contacto muy directo, desde que la gente está llegando al teatro, y nosotras estamos ahí. Cuando empieza la obra hacemos todo el tiempo referencia al público porque somos una familia que contrata el teatro Regina para recaudar plata para una causa que se van a enterar cuando vengan a ver la obra. Es importante aclarar que el público no participa, no es que tienen que pasar, ni actuar, ni mucho menos.

—Con Vena construyeron una familia ensamblada. ¿Cómo hacen para equilibrar la vida laboral con la crianza de los hijos?

—Necesitamos mucha organización porque trabajamos un montón los dos. Muchas veces trabajamos en los mismos horarios a la noche, entonces sí o sí necesitamos gente que nos ayude porque sino es absolutamente imposible. Como decía mi psicóloga, son seis voluntades distintas que hay que llevar adelante, y no es fácil. Tenemos cuatro chicos con horarios distintos, cada uno tiene sus actividades y todos van a escuelas diferentes. Requiere de una organización importante, pero con ganas, alegría y amor se puede.

—Con tu pareja comparten la misma pasión y ya actuaron juntos tanto en la tele como en el teatro. ¿Cómo es trabajar con Fabián?

—Es un placer, un lujo. Primero, nos llevamos muy bien trabajando. Segundo, somos muy pegados: nos gusta mucho estar juntos. Es más, sufrimos cuando tenemos trabajos diferentes y no podemos coordinar los horarios para vernos. Por ejemplo ahora, está muy complicado. Armamos los horarios tipo rompecabezas porque hay muchos días en los que nos cruzamos directamente y no nos vemos tanto.

—Si tenés que hacer alguna escena íntima, ¿lo hablás con él? ¿Es celoso?

—Él nunca me va a decir que no lo haga; como yo a él: nunca le voy a decir que no lo haga. Como los dos trabajando de lo mismo podemos entendernos, si bien a nadie le gusta ver a su pareja besándose con otro. Igual, si tiene que hacer alguna escena un poco más subida (de tono), prefiero que no me diga. Prefiero, no sé… que pase. A veces cuanto más se habla de un tema, más uno se enrosca. Cuando no lo podés evitar, no hay otra que hacerlo y listo. Después, cuando estemos mirando la tele, espero que me avise, así no me sorprendo. Yo prefiero no ver, y creo que él tampoco. Es medio masoquista andar mirando a la pareja mientras se besa con otro.

—Te cambio de tema. ¿Qué valores te enseñó Víctor Hugo Morales?

—Siento que aprendí un montón de cosas de mi papá, desde chiquita. Lo más importante es que me inculcó y me enseñó la libertad. Ser una persona libre de pensamiento en cuanto a la aprobación de los demás, libre para decidir lo que quiero hacer sin tener miedo, libre de prejuicios con respecto a los demás. Es algo que yo también le intento inculcar a mis hijos: que no sean prejuiciosos, que elijan lo que quieran ser, que va a estar todo bien mientras no jodan al otro, que hagan lo que quieran, que sean felices y libres. Eso fue lo que mi papá y mi mamá me inculcaron siempre. Por este motivo, estoy muy agradecida con ellos.

—¿Alguna vez te pesó el apellido?

—No. Si hablás con cualquier hijo de famoso, la mayoría te va a decir que no es tan lindo y tan fácil como parece. Mucha gente se piensa que uno tiene todo más fácil por "ser hijo de…". En un punto puede ser, depende desde qué óptica lo miremos; en otros aspectos es difícil, pero uno se acostumbra. Desde que tengo uso de razón mi papá es conocido, me crié con esa realidad. Sí en los últimos años hubo una exposición mayor, pero también fueron muchos años de una exposición muy grande. Ya hay determinadas cosas que a uno no le tocan tanto porque uno tiene las defensas un poco más altas: son varios años de que pasen cosas, de que tu papá esté en las noticias y de que se hable. Al principio choca, es difícil, pero uno se va acostumbrando.

—Víctor Hugo ha recibido muchas críticas por su trabajo como periodista político…

—Cualquier persona que tenga una opinión sobre temas que son sensibles para la sociedad y la diga, va a ser criticada. Sea la opinión que sea, de un lado o de otro. Eso es inevitable: hoy por hoy, el costo de hablar de política es muy grande. Valoro a la gente que se anima a expresar su ideología, aun sabiendo cuáles son las consecuencias. Eso es parte de la libertad que yo te decía de él. Es lógico, les pasa a los periodistas que tienen su opinión formada sobre temas políticos, económicos, sociales. Si te la jugás es porque sabés que eso va a suceder, y está bien. También es prescindir de la aprobación de todos porque no se puede contentar a todo el mundo, estar bien con Dios y con el Diablo. Cuando querés quedar bien con todos, al final no quedás bien con nadie. Es raro. Yo lo veo en algunos periodistas que han criticado mucho al gobierno anterior y ahora están criticando a este gobierno. Entonces están tironeados porque no los quiere la gente que apoyaba al gobierno anterior, ni la gente que apoya a este gobierno. Es un momento de mucha crispación y no es fácil hablar sin que te encasillen.

—Ahora hay un fuerte debate sobre el aborto. ¿Cuál es tu posición?

—Se tiene que legalizar el aborto, no despenalizar, sino legalizar. El Estado se lo debe a la mujer. Es ganar un derecho. Porque salga la ley, no van a ir más mujeres a abortar, no es obligación para nadie. Simplemente, cada una va a poder vivir de acuerdo a sus convicciones. Por supuesto que lo primero siempre tiene que ser la educación sexual. Por eso es: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. Hoy es aborto legal o aborto clandestino. El aborto va a seguir existiendo, pero si no se legaliza, las mujeres van a seguir muriendo.

—¿Tenés esperanzas de que se apruebe la ley en el Senado?

—Yo tengo esperanzas, ojalá que sí, porque no quiero que se sigan muriendo mujeres desangradas, con infecciones, por abortos mal hechos. Llegan a la guardia mujeres desangradas que se mueren por haberse hecho un aborto en cualquier lado, con cualquier persona. Eso no puede ser. Hay muchos países del primer mundo que tienen legalizado el aborto. Creo que tenemos que ir para ese lado. Nosotros que venimos tan avanzados en tantas cosas, como el matrimonio igualitario, por ejemplo, no puede ser que no tengamos la legalización del aborto.

—¿Cómo ves este cambio cultural en el que las mujeres reclaman por sus derechos?

—El aborto es una pieza fundamental del feminismo. Uno no puede ser feminista y estar en contra de la legalización del aborto porque tiene que ver con el derecho de decidir sobre nuestros cuerpos, el derecho de la mujer. Yo creo que estamos avanzando en muchísimos aspectos, socialmente. Celebro cuando hay gente que cambia de opinión gracias a que escuchó un debate o escuchó a una feminista a hablar en lo de (Jorge) Rial. Porque ahora el tema está llegando a muchísimos más hogares. Antes no se tocaba, no había feministas en la tele. Pero está buenísimo saber que se están tomando esos espacios y que la información llega a la gente que antes no le estaba llegando. Intrusos tiene un público que quizás nunca hubiera sabido lo que es el feminismo si no hubieran ido Julia Mengolini, Malena Pichot, Señorita Bimbo. Siempre es un paso adelante que vaya gente a programas de este tipo a abrir cabezas y a enseñar. Nos falta, pero hemos avanzado un montón. Todavía nos queda un largo camino por recorrer.

—¿Qué pensás sobre la gran cantidad de actrices que salieron a contar que fueron maltratadas o acosadas en el trabajo?

—A mí me parece que está buenísimo que las mujeres podamos hablar y contar cosas que nos hayan pasado. Saber que vamos a estar respaldadas siempre, unas por otras.

—Pero hubo casos de mujeres que contaron sus historias y muchas personas les creyeron, mientras que otras las criticaron.

—Eso siempre va a suceder. La mujer que sale a hablar sabe que tiene un costo, lamentablemente. Celebro que haya cada vez más mujeres que se estén animando y puedan contar esas experiencias horribles. Y también está bueno porque los hombres a partir de ahora van a tener más cuidado. El otro día estaba en un programa, justo estábamos hablando de feminismo, y en el corte el conductor decía: "Ahora no se puede hacer ningún chiste". Está bueno que se sepa que ahora hay chistes que ya no se pueden hacer porque ya no da. Y está bárbaro que los hombres empiecen a tener más cuidado. ¿Por qué les cuesta tanto pensar que hay comentarios que no se puedan hacer? ¿Es tan difícil? No, es solamente cambiar el chip. Creo que se está llevando adelante un cambio lindo, positivo. Nos falta, pero tengo fe que dentro de unos años vamos a ser una sociedad diferente.