Los sitios arqueológicos, emprendimientos productivos y hasta parte de la Ruta del Vino, con la única bodega administrada por un pueblo comunitario, Los Amaicha, son el encanto del tramo de Ruta 40 en Tucumán. Cultura, naturaleza y aventura en un recorrido de culto por los Valles Calchaquíes.
La historia de América, la cultura ancestral y la vanguardia en emprendimientos productivos que hasta incluyen la Ruta del Vino de Tucumán convergen en el tramo de Ruta Nacional 40 que en apenas 41 kilómetros de recorrido se vive una experiencia única.
La travesía une a cada pueblo y sus hacedores que, a un lado y al otro del tramo tucumano de Ruta 40, esperan a los visitantes. Desde Ampimpa, El Pichao, Amaicha del Valle, El Bañado, Talapazo, Quilmes y Colalao del Valle o a los propios Quilmes que se distinguen hoy en su asentamiento, donde las casas se mantienen en sus tierras a lo largo de una amplia superficie, diferente a la estructura urbana española con plaza central y edificios públicos concentrados a su alrededor, y su visita se convierte en un viaje hacia la historia de América, todo junto a “La40”.
Postales que los visitantes encontrarán en su visita a la vecina provincia.
Desde San Miguel de Tucumán iniciará el viaje por los campos de Acheral, famosos en la poesía de Atahualpa Yunpanki, y que lo acompañarán hasta llegar a la RP 307, que serpentea mientras trepa entre la selva de montaña para llegar junto a otros pueblos encantados de los valles Calchaquíes, al pie de la cordillera de Los Andes.
El viaje se dirige hacia el abra del Infiernillo, a 3042 msnm, que siempre por la cinta de asfalto se sumergirá entre la exuberancia de la vegetación y podrá admirar en cada curva un mar verde esmeralda que recorre las montañas hasta donde llega con la vista.
El viaje es un sueño, por un momento la niebla es espesa por la humedad en la altura y al rato desaparece, mientras que en los días claros de cielos turquesas puede admirarse en todo su esplendor este paisaje de selva subtropical y bosque de alisos, donde brinda la bienvenida una escultura impactante: El Indio. Es el monumento al Chasqui, realizada por Enrique Prat Gay, amigo de Lola Mora, mide seis metros y está emplazada sobre una base de diez metros. Uno siente que está por fin en territorio de Tafí. En un instante cambia el paisaje, y se abre ante nosotros un manto aterciopelado de color verde que se pierde en el horizonte, donde un espejo de agua dibuja la silueta del dique en el abra La Angostura, es El Mollar y ahí nomás, está Tafí del Valle. Una villa turística joven, aunque su suelo relata la historia precolombina y más. El sin fin de opciones lo atraparán porque desde el paisaje, el microclima, la villa con sus alternativas de turismo aventura, deportes náuticos, senderismo, mountain bike y el recorrido por la ciudad con la ruta de los artesanos, son un encanto.
Hay historia y mucha. De la cultura Tafí hasta la llegada del Inca (1470), los españoles (1543) y hasta los jesuitas de 1716 hasta 1777. Aquí podrá recorrer las estancias jesuíticas como Las Tacanas, Las Carreras y La Banda, hoy museo con su capilla que es Monumento Histórico Nacional mientras que en la histórica sala Los Cuartos, las hijas de Mercedes Chenaut diseñaron un centro de interpretación donde es posible recorrer las instalaciones originales con el mobiliario, la vajilla y hasta las prendas de la bisabuela en una visita al “Museo Experiencia”, un viaje a 1910.
Los quesos tafinistos, producción del lugar, son una tradición que hasta se puede conocer el proceso de la elaboración en diversos emprendimientos emplazados en el valle.
Mientras que, en otra de las estancias, Las Carreras, el hotel boutique con el diseño de textiles en su interior con ventanales hacia los cerros, y en el jardín interno es posible escuchar al atardecer el sonido del agua que corre por las acequias originales. Aquí, la gastronomía, la elaboración de quesos tafinistos y las actividades rurales y de turismo activo son imperdibles. Las cabalgatas, ofrecen desde conocer puestos de campo hasta travesías de medio día con picnic en la cima de los cerros y el senderismo, una invitación a vivir una experiencia en la naturaleza de la región. Las cabalgatas pueden ser de dos horas y media hasta cinco días que permiten acceder por las cumbres calchaquíes hasta San José de Chasquivil, donde se descansa dos jornadas en las Queñuas, una estancia de dos siglos, ubicada entre los cerros.
Muchos se acercan hasta la vecina localidad El Mollar, a tan sólo 15 kilómetros, porque allí está el “Museo Arqueológico a cielo abierto Los Menhires”. Son medio centenar de piedras talladas de hasta tres metros de altura que pueden pesar unas cuatro toneladas, muchos le llaman menhires y otros, los denominan monolitos. Presentan formas amorfas y geométricas en sus caras y se calcula que datan de entre los años 820 A.C y el 780 D.C. Una visita de culto.
Amaicha del Valle
La ruta 307 desde Tafi hasta Amaicha del Valle exige concentración. Son unos 50 kilómetros, pero hay que estar atentos entre el paisaje y el asfalto hasta el abra del infiernillo (3042msnm) para luego descender por la cuesta de Los Cardones, donde cientos de cactus gigantes se erigen como centinelas a la orilla del camino hasta llegar al pueblo.
Amaicha es uno de los lugares mágicos, que nos lleva hasta la traza de la mítica Ruta 40 en Tucumán. Cuando ingresamos por sus calles, en las antiguas casas podrán ver los dinteles de madera de cardón sobre las puertas y al llegar a la plaza hay un cartel que anuncia 365 días de sol y en otro está el croquis para seguir caminando. En el vehículo propio o contratando un guía, la ruta del artesano incluye la visita a cada taller para conocer a los artesanos, su trabajo y sus obras en madera, cerámica, textiles o hasta plateros, trabajan en forma artesanal. El paisaje es sencillo, pero fuerte la historia que marca a una comunidad a la que le devolvieron la propiedad de sus tierras en 1716 mediante una Cédula Real del encomendero español. Y desde entonces, su base organizativa como pueblo es “comunero”, tienen un consejo de ancianos y un cacique y las tierras las trabaja cada familia, pero si se mantienen ociosas por más de dos años, las administra la comunidad.
Otra de sus particularidades es que, si bien se celebra el día de La Pachamama el primer día de agosto, como en todas las provincias del Norte y de la Argentina, aquí, también cada mes de febrero se realiza el Festival a la Madre Tierra. Es en este festejo, en época de carnaval, cuando el pueblo se tiñe de color y costumbres ancestrales, que nos traslada a las raíces de este suelo norteño. Alrededor de la plaza converge una feria de comidas y productos regionales, artesanos, agrupaciones musicales, delegaciones gauchas y bailarines. El evento prioriza a la mujer y distingue la sabiduría de la más anciana que es elegida como representante de La Pachamama. Además de la elección de la “Pachamama”, a la mujer más anciana del lugar, se elige a la Ñusta (que representa la fertilidad), al Yastay (deidad protectora de los animales) y al Pujillay (espíritu del diablillo del carnaval). Esta celebración es de tal importancia que poseen su propio Museo de La Pachamama.
La fuerza de la historia
De las guerras calchaquíes y de los habitantes diaguitas de este suelo se perciben en cada piedra de la Ciudad Sagrada de los Quilmes y es adonde todos quieren llegar cuando emprender una recorrida por la mítica Ruta 40.
Desde Amaicha en menos de media hora se llega por Rp 357 para acceder a la mítica RN 40 y desde allí, el camino es enripiado, pero en buen estado durante unos 5 kilómetros hasta llegar al sitio arqueológico, al pie del cerro Altos del Rey. A un lado y al otro hay arbustos y algarrobales, pero también de pronto, arenas blancas. Si, areniscas hasta alcanzar el espacio para estacionamiento. El centro de interpretación es muy novedoso por cuanto contiene cinco salas imperdibles. Entre ellas, un auditorio con pantalla gigante donde se proyecta un audiovisual donde participaron miembros de la comunidad Amaicha y relata la historia y el presente. Además, en la segunda sala, se extienden una “línea del tiempo” que narra los hechos de la historia en el mundo y la de los calchaquíes, lo que permite conocer que ocurría en diversos lugares mientras crecía este pueblo diaguita calchaquí, desde que llegaron los incas hasta los españoles y la actualidad. Contiguo, hay otro ambiente donde las audioguías acompañan al visitante con descripciones de la forma de vida calchaquí y, en otra sala, se pueden observar piezas arqueológicas. Casi terminando el recorrido por el museo, otro recinto expone el valor de la tierra y la labor comunitaria para su explotación sustentable y al final, un ámbito dedicado a la cosmovisión andina. La Ciudad Sagrada de los Quilmes, es uno de los sitios arqueológicos más importantes del Norte argentino, que atrae visitantes de todo el mundo y convierte a la travesía en una experiencia que une pueblos, culturas y gentes.
Fueron y son los valles calchaquíes, un territorio generoso, alimentado por los minerales de su tierra, arroyos, vertientes y ríos que convierten a esta región en un sitio de producciones de excelencia. Será por esta razón, que las primeras bodegas resaltaron su arquitectura con el telón de fondo de las montañas y se lucen inmersas en el paisaje típico de los valles. Un microclima equilibrado y un suelo purísimo hicieron que, los pimientos, los frutales, los pequeños ganados, sean el sustento y alimento de las gentes de estos lugares. Pero, sobre todo, la uva tucumana que es vanguardia y un atractivo turístico imperdible con la Ruta del Vino tucumano.
El Buen vivir
En Amaicha del Valle, existe la única Bodega Comunitaria de Sudamérica administrada por su pueblo originario. En homenaje a su historia y cultura la bodega está diseñada emulando las unidades habitacionales propias del período prehispánico. Siguiendo la técnica del pircado, los recintos son circulares, de pircas e interconectados, tal como perfilan las casas de piedra original y hasta los restos que pueden observarse en los sitios arqueológicos. Este estilo de construcción indígena está fuertemente caracterizado por la relación del hombre con la naturaleza, proveedora de las materias primas utilizadas. Tanto la bodega como implementación de viñedos se enmarcan en el buen vivir de los Amaichas, que en su concepción se trata de reintegrar la relación de equilibrio entre lo humano y la madre tierra. En la actualidad la bodega, posee dos etiquetas con nombre en lengua Cacán. “SumajKawsay” (El Buen Vivir), y “KusillaKusilla” (Ayúdame, sé generosa) expresión habitual en la invocación a la Pachamama.
Turismo en Tucumán.
Y sobre la RN 40, en el kilómetro 4282, Finca Albarossa, surge en el paisaje vallista al pie de las montañas con sus viñedos plenos y su hotel boutique que erigieron sus dueños, el italiano Giácomo Spaini junto con su mujer que ofrecen hoy sus 120 hectáreas de cepas Malbec, Cabernet Franc, Torrontés en un hospedaje que describen como “sinónimo de paraíso y relax”.
Artesanos
Los ceramistas, los textiles, las travesías en 4x4, cabalgatas, senderismo y los distintos recorridos llegan literalmente hasta el cielo, porque muy cerquita, a tan sólo 24 Km. de la Ruta Nacional 40 tucumana, está Ampimpa con su observatorio astronómico, uno de los mejores para su observación en este 2021.
El Pichao, Talapazo y Colalao del Valle son parte del universo rutero en estos valles calchaquíes tucumanos donde el turismo rural, el turismo rural comunitario; ruta del vino, los productores de nueces, dulces artesanales y cada comunidad abre sus puertas para ofrecer momentos únicos plenos de cultura, historia y naturaleza.