Lo más obvio es que Dúrov no es Assange, bajo ningún punto de vista. La lógica del conflicto empresarial del fundador de Telegram con el poder mundial establecido por la hipocresía globalizada no tiene absolutamente nada que ver con el proyecto del creador de WikiLeaks, que se dedicó a revelar los más oscuros de los secretos políticos, económicos y militares de este mismo poder. Pero hay un punto en el cual ese poder los puso en su mira por igual: los dos se atrevieron a actuar sin permiso.
Por Oleg Yasinsky
Para RT
Ahora habrá muchos rumores de todo tipo: si se reunió o no Dúrov con Putin en la capital azerbaiyana, a dónde viajó especialmente para eso, o si fue invitado por Macron a cenar el día de su detención. Sólo este material que está en la superficie de las olas noticiosas da para muchas películas y, obviamente, distrae de lo central, de lo importante. En el 'mundo civilizado' se avecinan tiempos cuyo color estaríamos suavizando si los tildamos de 'negros', pues el color negro es sólo ausencia de luz. La transición de la restricción drástica de libertades civiles a su completa abolición generalizada será vertiginosa. Justamente con este fin se está limpiando a fondo todo el espacio mediático. Algunos dirán que es por la cercanía de las elecciones presidenciales en EE.UU. No lo crean, este proyecto va mucho más allá de cualquier evento político de coyuntura, es el reformateo total de la sociedad que forma parte de un mundo planeado y pensado por empresarios, casas reales y el poder en la sombra, muchos años atrás.
Un grupo de investigación del colectivo de resistencia ucraniana Borotbá ('Lucha'), varios de cuyos integrantes fueron quemados por los nazis en Odesa en la Casa de Sindicatos el 2 de mayo de 2014, propuso su propia versión del arresto de Dúrov: "…Los cargos presentados contra Dúrov ponen un énfasis significativo en un intento de eludir los mecanismos de financiación controlados por el Occidente colectivo, y este es un matiz muy importante que muchos han ignorado […]. Dúrov quería crear su propio sistema financiero, aislado e independiente de la moneda fiduciaria y de las reglas de funcionamiento del sistema financiero global. La naturaleza anónima de Telegram + integración profunda de Toncoin (billetera criptográfica integrada, pagos y liquidaciones de extremo a extremo) + aplicaciones descentralizadas en el ecosistema TON + arquitectura distribuida del ecosistema conectado = un nuevo mundo financiero y social, incontrolable para el Occidente colectivo e incontrolable por cualquiera de las estructuras oficiales. Para ello existían todos los requisitos y recursos: casi mil millones de usuarios y una infraestructura digital desarrollada. Dúrov podría convertirse en la persona no sistémica más influyente del mundo. […]. Al parecer, el intento de construir un sistema financiero independiente (a través de criptoactivos) fue el detonante final de la 'debacle de Telegram'...".
No podemos afirmar si se trata de 'un debacle', pero la situación es muy seria y sabemos bien que este cazador no suele soltar sus presas. La misma historia de Pavel Dúrov está llena de simbolismos. Hace diez años Dúrov, nacido en San Petersburgo, huyó a Occidente de la censura rusa e hizo público su negativa a compartir los códigos de Telegram y de VK (su otra obra), con los servicios de inteligencia rusos, que, supuestamente, necesitaban datos de los usuarios ucranianos de Telegram después del golpe de Estado del Maidán. Creo que, como una gran parte de su generación, que creció con los discursos de la 'perestroika', él era un típico creyente postsoviético en la democracia occidental.
La democracia occidental, con la misma claridad de siempre, una vez más le explica al mundo quién debe ser el más igual entre los iguales, y son los mismos servicios de seguridad, que hace poco más de una década ordenaban a sus empleados de Kiev destruir Ucrania, los que emiten hoy una orden de detención contra Pavel Dúrov, pocos minutos antes de que su avión privado aterrizara en París.
Pensando en su personalidad, se me ocurre que hay que ser un poco extraterrestre como para no prever su situación actual. Cuentan que sus ídolos políticos son el Che Guevara y Steve Jobs. Si esto es cierto, con la sola capacidad de poner a estas dos figuras históricas juntas, una al lado de la otra, ya es un oxímoron ideológico para toda una generación, alimentada por el menjunje cognitivo de la 'perestroika'.
Sin duda, esta situación sirve también para recordarnos que la soberanía digital no es menos importante que la alimentaria o la militar, que no sólo es necesaria para Rusia, sino para todos los países del mundo dispuestos a defender su independencia en esta guerra desatada contra todos nosotros. En la batalla de las ideas y de los valores, no podemos salir con arcos y flechas contra tanques y bombarderos estratégicos. Si no resolvemos con urgencia este problema, todos nuestros sinceros y desvelados esfuerzos serán en vano.
Resulta casi gracioso observar cómo las élites políticas europeas, profundamente pervertidas y apasionadas coleccionistas y acumuladoras de todos los complejos, perversiones y desviaciones sexuales, que acaban de mostrarnos sus dotes artísticas en las performance de los Juegos Olímpicos de París, acusan a Pavel Dúrov de "complicidad en la distribución de pornografía infantil". Aun si las autoridades judiciales añadieran a los 12 cargos actuales otros doce mil, siempre quedarán entre líneas los dos verdaderos 'delitos': el intento de crear un espacio informativo fuera del control del poder global y el origen ruso de su propietario.
Las declaraciones en los próximos días de los adversarios rusos del Gobierno de su país acerca de la detención de Dúrov, serán muy reveladoras. Es difícil inventar una mejor prueba de hipocresía que ésta. Para algunos de ellos tengo malas noticias: no importa lo que hagan hoy en defensa de los 'valores occidentales universales' y no importa lo políticamente correcta que sea la fila a que se alineen frente a su gran amo blanco, ellos serán los siguientes. Jamás se les olvidará ni perdonará que son rusos, porque ese estigma no lo borra ni todo el oro del mundo.