Opinión y Actualidad

El claroscuro de la batalla cultural donde surgen los monstruos

En este último tiempo presenciamos atónitos en Argentina una gran oleada virulenta bajo el supuesto de “batalla cultural”.

17/12/2024

Por el Pbro. Dr. Marcelo Trejo (*), para DiarioPanorama.com
Una alusiva idea que pretende denotar una pugna entre imaginarios políticos culturales antagónicos. Una arremetida neoliberal con propósito – motosierra - , de extirpar identidades y estilos argentinos que expresarían el modelo estatista nacional anacrónico en su institucionalidad y generador de individuos dependientes que se debe desterrar.

Una idea operativa arrolladora que tampoco es actual. Al respecto, y a modo de memoria, interesa recordar el Decreto Ley 4161 de la autodenominada Revolución Liberadora (1956) en un momento desafortunado argentino. Tras el derrocamiento del Presidente Juan Domingo Perón se prohibieron la utilización de imágenes, símbolos, expresiones, doctrinas, artículos u obras artísticas representativas del peronismo. Incluía además una lista de vocablos proscritos, tales como "peronismo”, "justicialismo", etc. Ni qué decir sobre los discursos tanto de Perón como de Eva Perón o mención de sus propios nombres.

Ciertamente, es pertinente pensar que erosionando los modelos paradigmáticos culturales pasados es posible doblegar ciertas prácticas políticas y comportamientos sociales. Una concepción que tiene su fuerte asidero teórico en Antonio Gramsci (1891-1937); italiano socialista que desarrolló parte de su teoría política y cultural en “Cuadernos de la Cárcel”.

Lo brillante en el pensar gramsciano es el hecho de ubicar al sistema ideológico cultural como algo fáctico apresado en el tiempo; que, se da así de hecho, pero con posibilidad de modificación. Una necesidad revolucionaria que Gramsci promueve como única manera de hacer rodar la historia de los pueblos.

Planteamiento que pretende ser apropiado por la vanguardia neoliberal vigente en el país. Una limitada aproximación al concepto de “batalla cultural”, tan recortado en su teoría original como virulento en su aplicación actual.

Una ideo-praxis que, en su adaptación actual, queda en la antesala programática. Dicho irónicamente, al parecer se leyó solo el capítulo uno del proyecto gramsciano. Y, si los proemios pretenden ser la propuesta, quienes entienden mejor de ello, no les queda otra que rechazarla por teoría política incompleta y riesgosa.

El mismo Antonio Gramsci comprendía que no bastaba sólo el momento dialéctico de la negación cultural; era necesario la instancia de la afirmación histórica alternativa. Y, por lo tanto, con su realismo político, expresaba: «el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».

¡Monstruos con monstruosidades! Aquellos deformantes de realidades cuya presencia grotesca fascina y aterra. Catalizadores de un mal recuerdo colectivo y creadores de quimeras frente a un pueblo que no deja de esperar. Titiriteros mentirosos de expectativas colectivas fútiles. Monstruos del interregno político entre aquellos “que no se van y de lo que no terminan de venir” y solo pueden sostenerse realizando monstruosidades democráticas y aberraciones republicanas.

Arremetidas constantes contra personas y organizaciones, desacreditaciones manifestadas en verbalizaciones grotescas y arbitrarios cambios de nombres a edificios; quita de retratos o bustos alusivos a gobiernos anteriores, prohibiciones administrativas, intimidaciones presupuestarias, socavamientos políticos solapados, intentos de proscripción y la lista podría continuar. Todos ellos no son temáticas aisladas; se justifican y entrelazan en la acción confrontativa a un imaginario socio-económico que debe desaparecer.

Aunque la intensión los incite y excite, no existe la posibilidad de vacío cultural como tal. Siempre un espacio lógico simbólico es cubierto por otro. Es imposible sostener un estado de vacío histórico sin más. El imaginario social lo requiere y no solo para concebir los grandes cometidos políticos/económicos sino para pautar la vida cotidiana bajo tal o cual prisma.

En fin, nunca hay vaciamiento cultural. Existen geo-relaciones que pueden ser silenciadas violentamente por fuerza física o por poder institucional. Lo que podría haber son desplazamientos culturales; y ellos pueden darse si existe la alternativa socio-política real.

Situación novedosa por cierto que tarda largamente en llegar. Los empantanamientos partidarios desvían y sus pugnas intestinales retrasan. ¿Argentina se podría librar de este lastre que arrastra y daña el corazón social? Mientras, los monstruos reinan y el pueblo resiliente espera.

Los procesos de los pueblos ungidos de creencias y mitos, determinadas actitudes éticas, identidades políticas estructuradas, religiones operantes, convivencias ancestrales solo se auto resguardan y esperan nuevos tiempos. Como aquel 17 de Octubre, cuando Scalabrini Ortiz emocionado recordaba: “lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacético, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que estaban solos, esperaron e iniciaban su tarea de reivindicación”.

Ahora bien, tras el axioma del pensador: «destruir es muy difícil, exactamente tan difícil como crear» (Gramsci), lo cierto y verificable hoy es que, el pasado político se desgastó y no hay como repararlo; y el presente operante, con su seudo realismo mágico, solo sostiene ascuas desgastantes. La corrupción pasada debe acabar y el violento manoseo republicano de hoy debe desfallecer. La pregunta se impone con más fuerza aún: ¿qué generaría trasmutación cultura popular verdadera?; ¿qué aceleraría tiempos políticos venideros auspiciosos para el sujeto pueblo argentino?

(*) Teólogo; Dir. Observatorio c/Trata Personas. Gob. SDE.