Los personajes y las viñetas más leídas en los años 70. Y el recuerdo de la fiesta que significaba esperar la salida de aquellas tiras con Isidoro, Patoruzú, Hijitus y más.
Por Juan Mendoza, en diario Clarín
¿Quién no se acuerda de las Locuras de Isidoro? Hoy, unas siluetas 3D del playboy nacional en Balcarce casi Chile, o de las Cachorras por Av. Belgrano, colocan en la geografía los rastros de aquel mundo perdido. Un encuentro ocasional en otro barrio de la ciudad con Clemente Montag, protagonista de aquel tiempo, nos trae recuerdos inesperados.
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Dante Quinterno –el creador de los personajes de Patoruzú e Isidoro– “tenía sus oficinas en Avenida Santa Fe y Uruguay”. Inclinados pupitres de dibujo presidían la sala. En la oficina privada de Quinterno sobresalían obras de José Luis Salinas y de Juan C. Castagnino, artistas a los que él admiraba: “Mire Montag, mire esos caballos entrelazados en el cuadro de Castagnino”, le decía Dante a quien fuera durante años su fiel empleado. Clemente había entrado a trabajar allí con tan solo 13 años, recomendado por su padre, en los tiempos en que Quinterno tenía su editorial en Maipú 942.
Montag hizo en algún momento las tapas de las viñetas más leídas en los años 70. Por aquellos años, era la fiesta esperar la salida de aquellas tiras, ante las que un apasionado público de todas las edades se rendía.
Cierta vez, Montag debía dibujar una tapa de Isidoro Cañones aterrado por un fantasma. “¿Qué tal si hacemos el fantasma transparente?” Con el método de hacer la prueba en el momento, las ediciones podían durar horas. Pero tampoco tanto. En el fragor de los talleres de imprenta, las historietas tenían algo de pan caliente.
El drama también era que los dibujos no se firmaban. Muchos de los dibujos de Isidoro, salidos de la pluma de Montag, se mezclaban con los de otros grandes dibujantes del estudio. Y como Montag no tenía firma, un día partió al estudio de García Ferré, en busca de Hijitus, Aletino y Floripí La Brujadita. Para los más avisados, Montag fue el autor de Coco y Cilindrina: “Coco es un barrendero de la ciudad de Buenos Aires cuya vida cambia para siempre cuando encuentra a Cilindrina, una dañada motocicleta extraterrestre que funciona a ‘electroconciencia”. “Tras ser reparada, Coco y Cilindrina viven mil aventuras en los lugares más disparatados de la Tierra… y del espacio exterior”.
Discontinuadas hace tiempo, detalles de aquellas tiras solo se consiguen en librerías de viejos. Y quizá, de a fragmentos, en algún blog. Todo esto lo recuerda el propio Montag mientras pasea a su perra Frida. Por Chacarita, a pocas cuadras de donde, por aquellos años, también vivía Mariano Juliá, uno de los guionistas de Isidoro.
Durante décadas, miles de argentinos esperaban con ansias la llegada a los kioscos de Patoruzú (1936-1977), Patoruzito (1945-1963) o Locuras de Isidoro (1968-1976).
Con palabras misteriosas adentro –“carcamán”, “pelafustán”, “tunante”, “badulaque”, “gandul”–, venían con tapas a color recubriendo un inmensurable mundo en blanco y negro.