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Opinión y Actualidad

El mercado que viene: del cortoplacismo a una mirada estratégica de las inversiones

La estabilización reciente empieza a transformar la forma de operar: crece el foco en planificación, diversificación y construcción de portafolios con objetivos claros, dejando atrás la lógica defensiva y las decisiones apuradas.

Hoy 05:15

Por Eugenia de Irureta, en diario Ámbito
El mercado de capitales argentino mostró en los últimos años una fuerte expansión en volumen de negociación y cantidad de inversores activos. Entre los años 2019 y 2023 las cuentas comitentes con saldo activo se cuadruplicaron, pasando de 312.348 a 1.112.000. Dicha expansión continuó hasta llegar a 2.152.498 cuentas activas al tercer trimestre de 2025. Sin embargo, buena parte de este crecimiento ha respondido más a la coyuntura macroeconómica y regulatoria que a una evolución natural del ecosistema financiero.

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El cepo cambiario, en todas sus variantes, fue el principal catalizador: convirtió al mercado de capitales en el único canal disponible para acceder al dólar de forma legal, disparando volúmenes y ampliando la base inversora. La inestabilidad macroeconómica —inflación alta y persistente, volatilidad cambiaria, volatilidad de tasas— terminó de darle forma a un mercado donde el inversor operaba con un objetivo primario: protegerse.

El resultado fue un mercado volcado 100% a la transaccionalidad y algunas oportunidades tácticas, sobre todo en el segmento de bonos soberanos en dólares y en pesos. La imposibilidad de comprar y vender dólares en el sistema bancario, sumada a la volatilidad del tipo de cambio, las tasas de referencia y la inflación, empujó al público a priorizar la dolarización de carteras y algunos arbitrajes puntuales.

Paralelamente, las billeteras virtuales también vivieron una expansión extraordinaria, impulsadas por el cepo, la digitalización del ahorro y la búsqueda de mecanismos ágiles para dolarizarse o preservar valor. Ambos fenómenos ampliaron fuertemente la base de usuarios financieros. Una consecuencia positiva del desorden macroeconómico y el exceso de regulación cambiaria.

En este contexto, los intermediarios financieros – sociedades de bolsa, brokers, entidades financieras, agentes productores – quizás sin quererlo, pero empujados por las necesidades de los clientes, acomodaron su asesoramiento y su estructura a este tipo de operaciones transaccionales y de corto plazo.

Qué empieza a cambiar
Si la macroeconomía logra sostener un proceso de ordenamiento, los inversores podrán ampliar sus horizontes de planificación y construir estrategias de mayor plazo. El mercado deja de girar únicamente alrededor de decisiones tácticas y recupera terreno la búsqueda de valor: activos con fundamentos sólidos y potencial de crecimiento. En ese contexto, la pregunta deja de ser solo qué comprar y pasa a ser cómo construir una cartera: cómo combinar riesgos, definir objetivos y administrar la volatilidad de manera consistente.

Ese cambio de enfoque también redefine el rol del mercado de capitales dentro de la economía. Deja de ser un ámbito centrado en arbitrar oportunidades de corto plazo y vuelve a funcionar como un canal de financiamiento para empresas y proyectos productivos.

Y, sobre todo, un mercado donde muchos instrumentos comienzan a ser comparables —en riesgo y rendimiento— con alternativas internacionales. En ese escenario, el inversor argentino puede construir carteras más equilibradas y diversificadas.

Por el lado del financiamiento el boom del mercado ya comenzó: la estabilidad lograda y las buenas perspectivas para este año han abierto una ventana de emisión de deuda muy fuerte desde las elecciones de octubre, tanto de emisores privados como públicos (provincias). Esta semana también, el Tesoro Nacional anunció su primera licitación primaria de un bono en dólares luego de tener el mercado cerrado desde el año 2018.

Un mercado que se vuelve más técnico y profesional
El mercado de pesos también mutó radicalmente. En agosto de 2023, en la antesala de las PASO, un fondo Money Market rendía cerca del 80% anual, un bono CER que vencía en marzo 2024 (TX24) ofrecía inflación más un spread de 9,24%, lo que implicaba una tasa anual cercana al 180% considerando la inflación proyectada por el REM, mientras que los títulos atados a la evolución del dólar oficial (dollar linked) con el mismo vencimiento operaban con rendimiento negativo de 8%, lo que —según el sendero esperado en Rofex— daba una tasa implícita del 250% anual. La lógica era clara: en un marco de nominalidad tan alta se hacía muy difícil estimar la evolución de las variables, con lo que se convalidaba cualquier nivel de tasa y se abrían diferentes escenarios de especulación.

Dos años después, tomando precios del 13/08/2025 y observando tres bonos que vencen el 30/06/2026 —una LECAP a tasa fija (T30J6), un BONCER (TZX26) y un dollar linked (TVZ26)— la foto es muy distinta. A pesar de que cada uno tiene riesgos y mecanismos de ajuste diferentes, los tres rendían de manera directa prácticamente lo mismo: 37,8%, 37,3% y 37,6%, respectivamente. Y con la elección legislativa consumada, hoy esas tasas están cerca de perforar el 30%. Con tasas nominales más bajas y tasas reales estables, los márgenes se reducen y los arbitrajes requieren una administración más profesional.

En definitiva, el mercado que se viene exige una mirada más estratégica y técnica. Si Argentina continúa por este camino, podemos dejar atrás la lógica transaccional y construir un mercado mucho más genuino del que vimos hasta ahora. Desde el lado del inversor, pensar y gestionar carteras de largo plazo que capten las tendencias locales e internacionales. Para los emisores, trabajar para financiar proyectos de inversión y acompañar el crecimiento de la economía real.