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“Jamás me enfrentaría al demonio sin la Virgen”: el exorcista que recuerda con cariño su paso por Santiago del Estero

Desde el conurbano bonaerense, el padre Joaquín cuenta cómo vive su ministerio como exorcista, el papel de la fe y la ciencia en cada discernimiento y por qué la hospitalidad santiagueña marcó su vida.

Hoy 16:58

Es cura villero en el conurbano bonaerense, exorcista de su diócesis y tuvo un fuerte paso pastoral por el monte santiagueño, en la parroquia Virgen del Carmen de Campo Gallo. En una entrevista con Radio Panorama, habló de su tarea, del discernimiento entre lo espiritual y lo psicológico, y del recuerdo imborrable que guarda de Santiago del Estero.

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“Yo, que soy recontra racional, empecé a ver cosas que no respondían a lo que podía explicar”, cuenta el padre Joaquín Giangreco, sacerdote que hoy vive y trabaja en el conurbano bonaerense, donde ejerce como cura villero y exorcista. Su historia, publicada recientemente por el portal nacional Infobae, tiene una conexión directa con Santiago del Estero, donde desarrolló parte de su misión pastoral.

Giangreco estuvo destinado en la parroquia Virgen del Carmen, con sede en Campo Gallo, en el departamento Alberdi, desde donde recorrió los caminos del monte santiagueño acompañando comunidades rurales. Hoy, ya instalado desde hace varios años en la parroquia Nuestra Señora de Itatí, en Villa Trujui (Moreno, Buenos Aires), ejerce además el ministerio de exorcista, una tarea que, remarca, la Iglesia asume con mucha seriedad y prudencia.

“No tengo nada especial, es un ministerio que la Iglesia confía”

Lejos de cualquier mirada espectacular o cinematográfica, el padre Joaquín insiste en que el exorcismo es, ante todo, un servicio de la Iglesia: “Lo importante no es que yo tenga algo especial como sacerdote, sino que en cada diócesis el obispo puede delegar en un cura la función de acompañar a las personas cuando hay casos reales y comprobados de acción extraordinaria del demonio. El exorcista actúa en nombre de toda la Iglesia.”

Aclara, una y otra vez, que los casos auténticos son “pocos y muy raros”: “No es que uno va caminando por ahí y se encuentra con posesiones. Son muy pocos casos, pero cuando son reales, la persona sufre muchísimo y necesita que la Iglesia la ayude.

”Discernir con seriedad: entre lo espiritual y lo psicológico

Giangreco subraya que el primer paso siempre es el discernimiento serio, donde entran en juego la oración, la experiencia pastoral y también la ciencia médica: “Lo mejor que le puede pasar a una persona es que no sea un caso de acción extraordinaria del demonio. Si vemos que lo que sucede tiene más que ver con una dificultad psicológica o psiquiátrica, se la deriva a profesionales. No vemos al diablo donde no está, pero tampoco dejamos de verlo donde sí está".

El sacerdote advierte sobre el riesgo de buscar soluciones mágicas en lugares equivocados: “Hay gente que, en su necesidad, va a cualquier lado. Les prometen ‘energías’, ‘armonizaciones’, cosas rápidas. Pero eso puede exponerlos. La Iglesia no está en contra de la ciencia, al contrario. Donde hay responsabilidad humana o problemas de justicia social, no hay que echarle la culpa al diablo.”

Un exorcista y una lucha que va más allá del ritual

Con ironía, el padre Joaquín afirma: “No hay nada más aburrido que ser exorcista. Lo que hago es rezar. Más allá de que a veces pasen cosas fuera de lo común, lo importante es la oración de la Iglesia. No es un show, es un servicio muy concreto para personas que sufren.”

Y amplía la idea de lucha contra el mal más allá del rito del exorcismo: “El combate contra la oscuridad también se da cuando se da de comer al que tiene hambre, se viste al desnudo, se acompaña al adicto, se visita al enfermo o al preso. Esa es la manera más fuerte de enfrentar al mal".

Padre Joaquin Giangreco Padre Joaquin Giangreco

El recuerdo imborrable de Santiago del Estero

Aunque hoy su misión está en el conurbano bonaerense, el padre Joaquín no oculta el cariño que siente por Santiago del Estero: “Inolvidable Santiago del Estero. Lo que más recuerdo es la gente, la hospitalidad. Andar por los caminos del monte, llegar a cualquier rancho y compartir la mesa, la fe sencilla y profunda.”

También destacó la religiosidad popular del interior: “En Santiago, cuando había un enfermo, las abuelas hacían un padre nuestro: veían a Jesús en el que sufre. Esa sabiduría popular y católica la atesoro en el corazón.”

Incluso reconoce que, si hubo situaciones de sufrimiento espiritual fuerte en el monte santiagueño, se enfrentaron con la “acción ordinaria” de la Iglesia: la predicación, los sacramentos, la caridad concreta.

“El coludo” y el equilibrio de la fe

Con lenguaje sencillo, el cura villero advierte sobre dos peligros: negar todo y ver al demonio en todas partes: “A veces se le da más protagonismo al ‘coludo’ del que realmente tiene. Hay lugares donde se le da tanta centralidad al diablo que la gente termina sugestionada. La fe verdadera pone en el centro a Dios y al amor al prójimo.”

Para él, el mayor riesgo no está solo en lo extraordinario, sino en lo cotidiano: “El demonio es más peligroso cuando te toca la inteligencia: cuando te hace soberbio, cuando te hace creer que te las sabés todas o que podés todo rápido y fácil, sin esfuerzo ni conversión.”

Siempre de la mano de la Virgen

En la entrevista, también destaca su devoción mariana: “Si no fuese porque me lo pide la Iglesia y porque la Virgen María es mi madre, jamás me enfrentaría ni al demonio más débil. Donde uno invoca a la Virgen, los demonios tiemblan.”

Y al hablar de Santiago del Estero, no olvida a la Virgen de Huachana, patrona del monte santiagueño: “El monte tiene mucha superstición, sí, pero la gente tiene claro quién es la Virgen. La Virgen de Huachana los mantiene a raya.”

Con 42 años y más de ocho como párroco en Villa Trujui, el padre Joaquín Giangreco combina su tarea de cura villero con el ministerio de exorcista, pero insiste en que lo esencial sigue siendo lo mismo que aprendió en Santiago: estar cerca de la gente, acompañar su sufrimiento y anunciar la esperanza en medio de la oscuridad.