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Hasta dónde puede llegar el cuerpo humano: qué pasa cuando entrenamos por encima de nuestros límites

Especialistas explican cómo reconocer señales, prevenir lesiones y avanzar sin forzar al organismo.

15/11/2025

El auge de las competencias extremas —desde ultra maratones hasta triatlones de montaña— se expande en Argentina, España, Suiza, México, Estados Unidos y decenas de países más. Correr durante horas, nadar largas distancias o pedalear en terrenos complejos se volvió un fenómeno global en el que miles de personas buscan poner a prueba los verdaderos límites del cuerpo humano.

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Pero mientras estos desafíos ganan popularidad, surge una pregunta inevitable: ¿Hasta dónde es sano llegar? ¿Existe un límite universal? ¿Es igual para hombres y mujeres? ¿Más entrenamiento significa menos lesiones o puede ser todo lo contrario?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para obtener beneficios reales se recomiendan 300 minutos de actividad moderada o 150 minutos de ejercicio intenso por semana. Sin embargo, traspasar esos umbrales sin preparación puede generar riesgos, advierte Matías Gutiérrez, profesor de Educación Física con más de una década de experiencia en deportes de resistencia.

Es fundamental escuchar al cuerpo. Aumentar la carga debe ser progresivo, porque solo así el organismo puede adaptarse a los nuevos estímulos”, subraya. Cuando esto no ocurre, las alarmas aparecen rápido: dolores persistentes, trastornos del sueño, hambre excesiva, fatiga inusual. Y si se ignoran, el riesgo escala hacia lesiones por sobrecarga, problemas cardíacos o debilitamiento del sistema inmune.

A nivel deportivo, el entrenamiento implica un plan sistemático para mejorar el rendimiento. “Se puede trabajar la parte física, mental, técnica, táctica e incluso la nutrición”, explica Gutiérrez. Pero aclara que no todas las personas pueden —ni deben— entrenar igual: la edad, el sobrepeso, el nivel de sedentarismo y los antecedentes influyen en la progresión.

De hecho, el especialista advierte que en una cultura saturada de frases como “si querés, podés”, se instala la idea de que no hay límites, cuando la realidad fisiológica es otra: “No es viable pasar de ocho horas diarias frente a la pantalla a dos horas de actividad intensa en una semana. El cuerpo necesita tiempo, método y paciencia.

Cada sesión de entrenamiento funciona como un estrés controlado que saca al organismo de su equilibrio natural, la homeostasis. Con el descanso adecuado, el cuerpo se adapta y se fortalece. Sin esa recuperación, aparece el temido sobreentrenamiento, un estado de estrés crónico que compromete músculos, articulaciones y sistemas claves del organismo.

Por eso, además de medir la carga, el descanso, la alimentación y la hidratación son pilares tan importantes como la propia rutina. A esto se suma un chequeo médico previo para identificar riesgos y diseñar un plan seguro.

El kinesiólogo Julián Kinaszuk sostiene que la mayoría de las lesiones surgen por avanzar demasiado rápido: “Antes de subir cargas o intensidades, hay que evaluar movilidad, fuerza y técnica”. También recomienda calentar siempre, usar calzado adecuado y frenar ante cualquier dolor.

Entre las lesiones más comunes menciona tendinopatías (rodilla, hombro, Aquiles), dolor lumbar, esguinces de tobillo, sobrecargas musculares y fascitis plantar. La mayoría se relaciona con falta de descanso, mala técnica o exceso de entrenamiento. “El cuerpo mejora cuando se recupera bien”, afirma.

En definitiva, marcar un objetivo, planificar, avanzar de manera gradual y prestar atención a las señales del cuerpo es la fórmula para entrenar de forma segura. Así, la actividad física se convierte en un aliado para mejorar la salud y la calidad de vida, sin poner en riesgo el bienestar.