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Opinión y Actualidad

Crítica de El callejón de las almas perdidas

"Nightmare Alley", la nueva película dirigida y coescrita por Guillermo del Toro y su esposa, Kim Morgan estará en salas a partir del 21 de enero de 2022.

18/01/2022

Por Raquel Hernández Luján
Para Hobby Consolas

Hay películas a las que, por contradictorio que pueda sonar, les viene mal el exceso de pasión de sus artífices. Algo así le ha sucedido a nuestro querido Guillermo del Toro (La forma del agua) en El callejón de las almas perdidas, una película que dura dos horas y media y relata el descenso a los infiernos de un personaje condenado desde el primer fotograma de la película.

De alguna manera, con esta nueva adaptación de la novela de William Lindsay Gresham de 1946, se lanza una reflexión sobre las "profecías autocumplidas" y por tanto, sobre el determinismo. Pero por el camino, del Toro no ha querido renunciar a nada, recreándose sobremanera en los increíbles decorados creados ex profeso para la película.

El resultado es un metraje muy largo y también muy descompensado, con un prólogo excesivo y una evolución de los personajes abrupta en la mayoría de los casos, a pesar del tiempo que se toma la película para desarrollar la historia.

Dos problemas principales, por tanto: el guión y el montaje, pero a los que hay que añadir otro más... la elección de Bradley Cooper como protagonista, rodeado de intérpretes secundarios que se lo comen con patatas.

¿Quiere decir esto que El callejón de las almas perdidas es una mala película? Ni por asomo. Del Toro desarrolla, como decíamos al comienzo, todas sus obsesiones como las del mundo del circo ambulante, los teatros de variedades, los supuestos espiritistas, los números de mentalismo, contorsionismo y, sobre todo, la manipulación como forma moralmente reprobable de ganarse la vida.

Todo eso se plasma en un montón de sets de rodaje fabulosos, imaginativos y en los que hay muchísima artesanía, además de referencias cinematográficas ya que lanzan llamadas a otras obras previas de cineastas como Hitchcock (no en vano, a partir del segundo tercio de la película, estamos ante una película fatalista de puro cine negro) e incluso autorreferencias (El espinazo del diablo).

La película comienza presentando al protagonista, Stanton Carlisle, un hombre de oscuro pasado que se une de forma fortuita a un circo. En ese contexto conocerá a la espiritista Zeena y a su marido Pete que le enseñarán los entresijos del negocio así como a actuar. Pronto quedará prendado de la joven e ingenua Molly con quien pasado el tiempo decidirá huir para montar su propio espectáculo.

Cosechando ya un gran éxito, la pareja encontrará nuevos problemas cuando se cruce en su camino la enigmática terapeuta Lilith, una inteligente y bellísima mujer que tentará a Stanton y con quien emprenderá un arriesgado negocio para timar a acaudalados empresarios de la élite neoyorquina atrapados en su pasado.

Hasta aquí podemos leer para no desvelar el quid de la película, que, todo hay que decirlo, se vuelve más y más predecible a medida que pasan los minutos, lo que hace que el clímax llegue ya sin la fuerza con la que debería impactar en el espectador.

Uno de sus puntos fuertes es el de contar con una extensa y variada galería de personajes a los que dan vida un montón de intérpretes secundarios carismáticos.

Entre ellos: Toni Colette, Rooney Mara, Willem Dafoe, David Strathairn, Ron Perlman y la magnética, seductora (y aquí excesivamente coreografiada) Cate Blanchett como la gran femme fatale que le hace morder la manzana a nuestro desventurado Stan.

Tanto es así que pronto quedan de manifiesto las carencias interpretativas de Bradley Cooper, a quien el papel le viene muy grande... Y eso que se esfuerza, y mucho, para mostrar las contradicciones de su personaje.

Da la sensación de que El callejón de las almas perdidas desarrolla dos historias que habrían merecido películas diferenciadas o, al menos, una integración más orgánica con un montaje más selectivo y dinámico: del prólogo, que se convierte en el primer tercio de la cinta, no solo saldría un largo independiente sino también varios spin-offs de los personajes que resultarían de lo más jugosos.

Lo que está más que claro con solo ver las imágenes es que la belleza de la película es descomunal, con una puesta en escena fastuosa, una calidad en la dirección artística exquisita y una fotografía que es puro deleite.

En la pantalla se suceden fotogramas que son dignos de ser enmarcados así que, aunque no estemos ante el mejor trabajo de los últimos tiempos del maestro Guillermo del Toro, hay motivos para apreciar su obra en pantalla grande y disfrutar de los atractivos de esta gran película... que se habría beneficiado de un montaje menos generoso, pero que no deja se ser buen cine.