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Julio de 2024
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Opinión y Actualidad

La pospandemia desdibujó los límites del absurdo

En una era donde lo absurdo y lo probable se confunden, corremos el riesgo de perder ese anclaje con la realidad.

08/12/2023

Por Mookie Tenembaum (*), en diario Ámbito
El "sentido del absurdo" es donde están las líneas que separan lo posible de lo improbable. Usamos este trazado para discernir entre hechos creíbles y desvaríos disparatados. Sin embargo, recientes eventos globales distorsionaron esta brújula interior.

El absurdo tiene una naturaleza curiosa: cuando nos ocurre personalmente, nuestra perspectiva se ajusta. Pero cuando este absurdo se manifiesta a gran escala, su digestibilidad se reduce a una mínima expresión. La pandemia del COVID-19 es un claro ejemplo. Una enfermedad que paralizó al mundo, se cobró innumerables vidas y elevó la incertidumbre, se percibió como un absurdo gigante.

Los cielos sin aviones, las calles sin personas; todo el planeta encerrado en su casa, con temor a un virus cuya mortalidad se desconocía. Acalorados debates en todo el mundo sobre el uso de barbijos se complementaban con apariciones de científicos y políticos mintiendo sobre la efectividad de las improvisadas máscaras caseras, para frenar el consumo del equipo apropiado y dejarlo a disposición de trabajadores de la salud.

Las ciudades más cultivadas de Europa preparaban sus fosas comunes, al tiempo que países en desarrollo aprovechaban la juventud de su población para evitar los peores resultados de la infección. Los países ricos se convirtieron en desafortunados, y los más pobres en potencias demográficas.

Este evento, otrora absurdo, cambió los límites de lo razonable. Así, vimos comportamientos y eventos que, en tiempos pre pandémicos, hubieran sido descartados como locuras. Desde sesiones del Congreso de los EEUU discutiendo ovnis, hasta el ascenso de figuras como Robert Kennedy Jr. esgrimiendo teorías antivacunas. Añadiendo a la lista, la Vicepresidenta de España, Yolanda Díaz, sugirió que "los ricos tienen un plan B y están construyendo cohetes para escapar de la tierra o vivir en el Metaverso". Sin embargo, el ejemplo más preocupante puede ser la percepción del actual presidente de EEUU, y candidato favorito a la reelección, quien mostró claros signos de demencia en público.

En un discurso, Joe Biden repitió un pasaje completo sin darse cuenta. En otras instancias, hay videos del presidente queriendo estrechar la mano de gente que no está en ese lugar. La colección de hechos de este tipo es larga. Cabe destacar que la Casa Blanca siempre tiene una aclaración ex-post que quiere sonar razonable -quizás sumando al absurdo.

Por otro lado, el sentido del humor, esa válvula de escape que nos mantiene cuerdos, depende del absurdo. Lo cómico es aquello percibido como improbable. Sin embargo, en una era donde lo absurdo y lo probable se confunden, corremos el riesgo de perder ese anclaje con la realidad.

Así, la reciente sucesión de eventos nos invita a reflexionar sobre cómo hemos reconfigurado nuestra percepción del absurdo. El desafío ahora es reevaluar y recalibrar nuestro sentido de lo posible, para no perder nuestra conexión con la realidad y, más importante, con nosotros mismos.

(*) Filósofo y analista internacional (autor de Desilusionismo, ed. Planeta)