Opinión y Actualidad

Escritores santiagueños comparten reflexiones en el Día del Escritor

Gabriel Hoyos Izurieta intercambia miradas sobre el trabajo de escribir y el campo cultural con Gabriela Álvarez, Diego Albarracín y Leticia Auat.

13/06/2025

Por Gabriel Hoyos Izurieta para Diario Panorama

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Escribir no solo es la acción de poner una palabra detrás de otra, también involucra otro tipo de funciones. Una de ellas, acaso la principal, es leer. Jacques Derrida decía que la escritura está en el corazón del lenguaje y no es la representación de la palabra hablada sino su condición de posibilidad.

Entonces escribir es leer, pero además es mirar, escuchar, hablar, es entrar en una posición de significación porque se escribe aún cuando no se está escribiendo. Escribir también es no hablar, es callarse, es aullar sin ruido, decía Marguerite Duras. Pero más allá de ese estado contemplativo, me detengo en el espacio de reflexión que involucra la escritura. Un lugar donde salen a la luz divergencias sobre distintos temas que atañen a este extraño oficio. Sucede que este 13 de junio se celebra el Día del Escritor y de la Escritora Argentina, en conmemoración al nacimiento de Leopoldo Lugones. La fecha nos da pie para amplificar lo que pensamos quienes tenemos a la escritura en el centro de nuestras vidas.

Para empezar, la escritura es situada, es decir, escribimos desde un territorio que es el nuestro: Santiago del Estero. La escritura está ligada al territorio desde donde se enuncia. El territorio y su cultura le dan características particulares que la diferencian de otras. En esto creo que si hablamos en términos de revolución o batalla, ésta será cultural, de identidad, de formas de ver y entender el mundo desde un lugar. Dicho esto como paradigma ordenador, añadimos las preguntas recurrentes: sobre qué temas los escritores santiagueños estamos escribiendo, a dónde lo publicamos, quiénes nos leen.

Pertenezco a una generación de escritores que creció entre los 80 y 90. Puedo reconocer a otros escritores locales de generaciones anteriores o cercanas a la mía. Mi interrogante, y preocupación, es ¿qué hay de las nuevas generaciones de escritores? ¿Qué escriben, desde qué espacios enuncian, en qué formatos? Una aproximación a esta respuesta la he encontrado en los concursos literarios locales para jóvenes de escuelas secundarias. En ellos se puede evidenciar talento, gran participación y necesidad de expresarse, pero es un tema complejo el creciente uso de la inteligencia artificial para la escritura. Por otro lado, advierto una especie de eslabón perdido entre mi generación y estos nuevos escritores que hemos mencionado.

Estoy seguro de que hay más gente escribiendo, pero creo que todos estamos dispersos, fragmentados, que los proyectos colectivos cada vez fueron menos y que el individualismo, las crisis, el ritmo con el que vivimos, nos han hecho menos solidarios entre nosotros. Estos son algunos de los tópicos que pongo en consideración ante tres autores santiagueños con los que habitualmente intercambiamos ideas sobre escritura: Gabriela Álvarez, Diego Albarracín y Leticia Auat.

Escribir

Cuando la poeta y editora Gabriela Álvarez habla de escritura se posiciona desde un cuerpo en movimiento que escribe. Dice: La escritura es mi crisis.  Es un momento de inflexión en el día. Ese descanso de cierto andar como si todo diera lo mismo. Se pone en juego la actitud, el pensamiento, las emociones, la creatividad. Y sin dudas ocupa mi cuerpo, como si fuera un órgano más. Quizá soy demasiado orgánica con lo que escribo. Es como una extensión de mí”. Y agrega que el escritor “interviene, gestiona, arma y desarma, moviliza, se mueve, aunque parezca alguien sumamente quieto.”

El escritor y Licenciado en Letras Diego Albarracín piensa que “la escritura es un juego” y que para poder jugar se necesita ser aquel niño que se construye con el tiempo. “Con la escritura juego a decir el mundo que me rodea y que percibo. Un mundo que muchas veces quisiera que fuese de tal o cual forma y no tanto de otras. Ese es un mundo que se expande o se comprime, uno que se superpone o se multiplica. La escritura es la raíz cuadrada del mundo”. Diego también dice la escritura tiene un juego interno, que viene de una sinceridad infantil. “Lo que esté prohibido decir, se dice de formas extrañas. La infancia es una instancia de extrañeza que creo que jamás debemos abandonar por completo. Si al niño lo hacen callar, calla. Pero esa necesidad de decir brotará de alguna forma. Ningún niño se deja censurar en el fondo. Así surge la escritura del enojo. Si afuera no se puede decir, entonces arrastra todo lo real hacia adentro. Crea su propio pathos. Porque lo que importa, es hacer todo lo que sea necesario para decir lo prohibido.”, reflexiona.

A la autora Leticia Auat lo primero que se le viene a la mente para hablar de escritura son versos suyos que recita de memoria:“Escribí un libro/ para tener un lugar en donde recibirme/ en el que pueda darme alguna bienvenida” y “El espacio es el cuerpo arrebatado hacia esta otra vida/ que sucede a veces/ cuando estamos a solas”. Sobre estas líneas reflexiona “Un estar solo extraño, porque es íntimo y éxtimo a la vez, el lenguaje siempre nos desacomoda de la cosa y escribimos tratando de atrapar siempre el aire con las manos”. La escritura es una búsqueda, dice Leticia, que acontece en “un espacio que debe proveer de cierta disponibilidad de uno con un cuerpo tan presente que es también lo primero que desaparece”.

Lo situado

Leticia también habla de la escritura poética como “un lugar en sí mismo”. Y como ya lo dije, me interesa pensar desde qué lugar enunciamos. Con Diego coincidimos en hablar de lo situado en la escritura. “Hay un aquí y un ahora imposible de eludir a la hora de escribir. De lo contrario la literatura jamás hubiese podido ser el discurso cultural de importancia que es. Los particularismos siguen actuando dentro de las cartografías literarias, sin embargo el dinamismo al interior de ellas llega a ser abrumador. Creo que podemos llegar a hablar de literatura de, en tanto y en cuanto ese espacio tenga el desarrollo económico y político necesario. Es sólo cuando una región logra tener influencia sobre otras regiones que la literatura de ese espacio trasciende fronteras. Si hay una literatura de Santiago del Estero es porque su estructura se opone y se distingue de otras que la rodean. Las letras nacen desde una relación de fuerzas. Quizá no necesariamente a partir de un desarrollo económico y cultural, quizá desde una destrucción, una fuerza negativa”, se explaya. 

Trabajo y escritura

En casi todos los encuentros de escritores en los que he participado, surge el tema de la escritura como trabajo frente a la precarización del oficio. Recuerdo a autores de otras provincias decir que los escritores somos el último eslabón para quienes administran las gestiones culturales. Hace poco tiempo, hubo un debate en el campo cultural en base a una columna semanal para Perfil de Leticia Martin. En ese artículo titulado “Nadie lee nada”, la periodista cultural contaba que llevaba seis meses sin cobrar sus escasos honorarios por escribir en ese mismo diario. No podemos negar la precarización de la escritura y lo imposible que hoy resulta vivir de ella. Escribir es un trabajo sobre todo si se habla en términos de escritura mecánica. ¿Y la escritura creativa? Es también un trabajo.  

Gabriela considera que escribir además es un trabajo con la memoria, con el cuerpo y sus texturas, “con la gravedad del mundo sensible, con la paradoja del ser y estar en el mundo, con su caos”. Escribir es un trabajo “con los puntos de vista, y a través de un elemento tan noble o peligroso como el lenguaje. A veces pienso que quienes escribimos sentimos que alguien lo tiene que hacer. Y lo tomo con la mayor responsabilidad que pueda. Y me refiero a esa sensación de darlo todo, de dar lo mejor que tengo en ese momento. Y a veces eso implica cierto sacrificio o esfuerzo, o lucidez en una búsqueda. En la forma en que podemos construir lo que hacemos”, expresa. 

Sobre este tema, a Diego le produce cierta inquietud la palabra “oficio” asociada a la escritura. Siente que la categoría oficio tiene una carga inherentemente despectiva. “El oficio no llega a ser trabajo, es algo menor. Yo sé que se puede entender al oficio como una suma de técnicas que dan por resultado algo particularmente complejo de lograr. Pero esa es una idea muy medieval. Tener un trabajo sigue siendo mejor visto que tener un oficio, o ser un artista. Y creo que tienen razón. La remuneración es actualmente la forma primordial de reconocimiento. Son muy pocos los escritores que pueden vivir de su trabajo como escritor. Por lo general somos un ornamento”, remarca.

Esta intención dominante, más o menos implícita, de separar la escritura de su faz económica, es uno de los grandes temas que seguirán siendo ejes de debate. Puede que la escritura sea un trabajo en dos dimensiones, una creativa y otra económica, con un irremediable vínculo de tensiones. 

Campo literario

Hablar del campo literario local también es un asunto complejo. No se puede soslayar la realidad del país que en estos años ha desgastado todo el tejido social ¿Qué es lo que viene? ¿Podemos hablar de desafíos? Me siento identificado en las palabras de Gabriela cuando se refiere al daño:“Siento que estamos en un momento en el que se nos exige permanecer demasiado “adentro” del mundo. Un estar inmerso en la “realidad” que nos muestran. Y el mundo está siendo algo traumático. Estamos dañados. No somos conscientes de lo que genera el daño. Es difícil de reparar. El desafío es algo muy humano. Pienso en leer, escribir, debatir, generar ideas, espacios de intercambio, cuestiones básicas de la literatura. Quizás eso regenere el tejido”.

Leticia considera que en el campo literario local “pareciera haber cada vez más soledad en el proceso de producción, con un diálogo intergeneracional interrumpido, y menos espacios de desarrollo para la literatura local y regional.Creo que el desafío mayor que enfrenta la provincia es conversar con los escritores y las escritoras para pensar juntos estrategias de soporte y de incentivo que posibiliten la proyección literaria local”. 

A todo lo formulado por Leti, Diego y Gabi, agrego que en este último tiempo, y con mucho esfuerzo, se han publicado libros de todos los géneros en la provincia con un nivel literario altísimo. ¿Qué falta? En mi opinión más editoriales independientes para que estos libros publicados se produzcan todos en Santiago, más eventos y nuevos programas, copar los espacios que existen, que la nueva escritura emerja, menos egos y más cercanía porque la salida es en comunidad. Hoy que es el Día del Escritor y de la Escritora no vamos a hacer nada, sin embargo celebro este espacio de significación que nos hizo encontrar en las palabras.