Los resultados de las últimas elecciones confirmaron el nacimiento de un nuevo ánimo que ordena a la política argentina: un consenso social en favor de un orden ortodoxo para la macroeconomía.
Por Juan Amondarain
Para Clarín
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Los resultados de las últimas elecciones confirmaron el nacimiento de un nuevo ánimo que ordena a la política argentina: un consenso social en favor de un orden ortodoxo para la macroeconomía. El apoyo a ese orden no es la adhesión a una ideología (la derecha, el libertarianismo), ni la expresión masiva de una idolatría a Milei. En realidad, el consenso de ese orden es la base del nuevo sistema institucional pretendido por la sociedad como respuesta política al fracaso inflacionario del orden 2005-2023.
La onda expansiva de ese fracaso impacta hoy sobre el autor intelectual y político de ese viejo orden: el peronismo. Lo que castiga la sociedad es la mutación de su rol democrático histórico de gobierno: lo que en los ’80, ´90 y 2001-02 se legitimó como un partido proveedor de poder, orden, reformas y gobernabilidad, en los últimos veinte años se transformó en un partido productor de crisis y caos. Ese sentido común de masas (y no tanto lo que haga Milei) es el factor sentimental que ordena la nueva política argentina.
El rechazo social a la inflación implicó además un rechazo hacia todas las formas de gestión macroeconómica que la producían: el déficit fiscal, las tarifas subsidiadas, la emisión. En ese sentido, la sociedad no solo penalizó el caos inflacionario final del gobierno de Alberto Fernandez-Cristina Kirchner-Massa sino el largo modelo económico que construyó las bases de ese caos.
Por esa razón es estéril, hoy, de cara a la sociedad, pensar y plantear que una renovación real del peronismo surgiría de un debate revisionista para reivindicar a Duhalde contra Alberto o a Néstor contra Cristina, o por verificar si Kicillof es más renovador que Máximo, ya que la crisis inflacionaria de 2023 operó como una impugnación política total contra un largo ciclo de gestión peronista que nunca impulsó políticas ortodoxas que evitaran la inflación.
De cara a una renovación, la elección del 26 de octubre de 2025 dejó en claro la existencia de una contradicción principal en la política argentina actual: la defensa (o no) de un orden macroeconómico ortodoxo como principio institucional básico de la nueva democracia pos-2023. No hay renovación sin una adhesión a ese orden.
¿Cómo se va a insertar el peronismo en la nueva modernidad macroeconómica surgida de esta era política? El peronismo solo podría renovarse si adhiere a estos principios como núcleo de coincidencias básicas de cualquier discusión:
1. No hay verdadero espíritu renovador mientras la dirigencia peronista no salga a afirmar públicamente que está en contra de: la inflación, el déficit fiscal, las tarifas subsidiadas y toda otra causa macroeconómica que haya conducido a la crisis económica terminal de 2023.
2. El peronismo tiene que convencer a la sociedad de que puede gobernar bien el país sin provocar inflación. Para eso, tiene que enterrar la reivindicación del proceso 2005-23 que la sociedad rechaza.
3. La prioridad política del peronismo es la producción y la generación de empleo privado, no la distribución del ingreso.
4. El peronismo tiene una tradición de poder reformista, es un partido formador de orden económico y de disciplinamiento social (Perón en 1952-55, Menem en 1989-99 y Duhalde en 2002-03). La idea de que el peronismo “no puede ajustar” es una falacia del kirchnerismo para justificar su propia gestión distribucionista sin producción –que desembocó en el déficit fiscal– y desnaturalizar la historia del peronismo como partido de poder.
6. La adhesión del peronismo al nuevo consenso social del orden ortodoxo de la macroeconomía no es ideológica, es una condición pre-política para volver a ser un factor de poder, para volver a la sociedad y volver a gobernar. Si en los ´80 el punto de partida de aquella Renovación Peronista consistió en tramitar políticamente el ingreso del peronismo al consenso de la democracia, hoy el desafío renovador del peronismo pasa por su inserción en el consenso ortodoxo de la economía y la producción.