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Opinión y Actualidad

La “vasallización” de Europa

En este escenario convulsivo y dinámico, donde Moscú conduce la agenda diplomática y la militar, Europa vacila.

Hoy 07:23

Por Carlos Pérez Llana
Para Clarín

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En una reciente entrevista el ex- presidente francés François Hollande sostuvo que los EE.UU en las negociaciones con Rusia, referidas a Ucrania, estarían aceptando la agenda de Moscú, transformando a Europa en una geografía vasalla.

En verdad la realidad no se aleja de la definición y en cierta forma hoy Ucrania puede correr la suerte de los Estados Bálticos en el Pacto Ribbentrop/Mólotov de 1939, que inauguró una alianza entre la Alemania nazi y la URSS, donde Moscú incorporó a su esfera de influencia Estonia, Letonia y parte de Finlandia. A partir de ese momento Hitler guerreó en el Oeste con la benevolencia soviética y Stalin incorporó a los pequeños estados Bálticos. Así Berlín hizo la guerra, mientras la neutralidad soviética fue notable, como bien lo cita François Furet en “El pasado de una ilusión”.

Este “escenario báltico” hoy está quedando abierto porque objetivamente, debido a la debilidad europea, Putin y Trump habilitan esta comparación que obviamente reposa sobre circunstancias objetivas: en Lituania el 5% de su población es de origen ruso, en Letonia el 25% es de ese origen y en su capital Riga esa cifra alcanza el 40% y, finalmente, en Estonia sucede lo mismo con el 24% de la población.

Esas poblaciones temen el final de las negociaciones que tratan de monopolizar Washington y Moscú y que objetivamente pueden concluir con la mutilación de Ucrania y la pérdida de la independencia de los países Bálticos transformando a la Unión Europea en un espectador mutilado y asediado.

En verdad, este escenario quedó esbozado en el año 2007 en el discurso del presidente Putin en Munich y está plasmado en el documento/ultimátum de noviembre que, entre otras cosas, afirmó “se mantendrá un diálogo entre Rusia y la OTAN con la mediación de los EE.UU”.

Para Fiora Hill, investigadora de la Brookings Institution y ex-Miembro del Consejo de Seguridad americano en la anterior presidencia de Trump, esta frase estatuye y reconoce el abandono americano de Europa. También en ese Documento se alude a un tema central asociado al papel que juega la Iglesia Ortodoxa rusa en la diplomacia de Moscú: bajo el título de la tolerancia religiosa aparece el reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa rusa en Ucrania.

También en este Documento se introdujo una demanda rusa muy significativa: se alude a que en 100 días debían desarrollarse elecciones en Ucrania. Este argumento es clave porque la diplomacia rusa viene sosteniendo que el presidente Zelenski es un Presidente ilegítimo porque su mandato ha vencido. El tema no es nuevo, pero a la fecha de caducidad de su mandato Ucrania había sido invadida y era impensable organizar un acto electoral.

Todos estos puntos incluidos en el Documento que los negociadores americanos aceptaron instalar, en verdad se explican por la naturaleza y el pensamiento de éstos negociadores: el desarrollador inmobiliario, colega de Trump, S. Witkoff y el yerno del propio Presidente, J. Kushner. Paradójicamente esta dupla nunca estuvo en Kiev y su lógica de negociación está inspirada en la idea trumpista de “alcanzar un deal” con Moscú.

La dialéctica pasaría por un conflicto entre Rusia y Europa que no incluye a los EE.UU. En verdad mientras Washington “busca un trato”, Moscú lo que quiere es Ucrania. Además, desde el momento en que Washington logró acordar con Kiev un permiso para explotar las tierras raras ucranianas, todo aparece mezclado, política y negocios. El Wall Street Journal -28/9- aludió a esta lógica cuando tituló “ganar dinero, no la guerra” donde advirtió acerca de eventuales negocios entre millonarios rusos y americanos. Una posibilidad muy concreta, en virtud de la creciente mercantilización de la política exterior americana. Además en todas estas negociaciones ha sido evidente el peso la visión rusa de la geo-politización de las relaciones internacionales, compatible con la “política del trato” americana que consiste en presionar al más débil.

En este escenario convulsivo y dinámico, donde Moscú conduce la agenda diplomática y la militar, Europa vacila. Algunos observadores recuerdan que la Unión Europea puede explicarse, entre otras razones, por la soledad en la que quedaron Gran Bretaña y Francia en 1956 cuando intentaron avanzar militarmente sobre el Egipto de G.A. Nasser que acababa de nacionalizar el Canal de Suez. En Washington no se dudó: no se podía acompañar una acción colonialista que favorecería en plena guerra fría a la Unión Soviética. La respuesta es conocida, crear una alianza propia: la Comunidad Europea.

También Europa vacila en el monto y la naturaleza de la ayuda a Ucrania. Desde hace meses discuten los europeos como utilizar los fondos rusos embargados, unos aluden a las consecuencias jurídicas -influidos por los Bancos- y otros dudan en torno a qué armas proveerle a Ucrania, en particular los misiles crucero que Kiev reclama y que podrían modificar los tiempos de la guerra porque golpearían el corazón estratégico ruso. El país que duda tiene nombre y apellido: Alemania, uno de los mayores donantes de fondos a Kiev.

Lo que sí resulta indiscutible es el tipo de respuesta que definirá la naturaleza de la guerra de Ucrania: el calendario y la naturaleza de las futuras agresiones rusas contra un país de la OTAN, o de la Unión Europea, depende de las respuestas aliadas a los múltiples “tests híbridos” que Moscú realiza.

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