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El rugby argentino llora a Jerónimo Bello

Tras luchar por 3 años luego de haberse lesionado en un scrum. El jugador del SIC falleció este martes.

07/05/2019

La noticia se conoció esta mañana: después de luchar durante casi tres años, Jerónimo Bello murió este martes. Su calvario había comenzado el 21 de septiembre de 2016, cuando quedó tendido en un scrum durante un partido entre el SIC -su equipo- y Newman, por el torneo de la URBA. La consecuencia fue tremenda: Jero sufrió el desplazamiento de las vértebras cuarta y quinta y quedó cuadripléjico, con parálisis total de sus miembros. Desde entonces estuvo internado en una clínica de Pilar. Y hoy, finalmente, murió.

Desde que se conoció la lamentable noticia, el mundo del rugby argentino en general lo despide con emotivos mensajes en redes sociales. Se sabe: el joven de 25 años era querido por todos, dueño de un humor a prueba incluso de lo que le tocó vivir. Así se mantuvo, hasta el final. Aquí, algunos de los mensajes de despedida.

El club en el que jugó -el SIC, que suspendió todas sus actividades por el martes- y el rival de su último partido enseguida pronunciaron su dolor en las redes sociales. Otros, desde ya, siguieron los pasos. Bello dejó su impronta en la cancha y fuera de ella. A raíz de su lesión, la UAR introdujo cambios en el scrum, con reglas más estrictas (no se podía empujar más de un metro y medio, por ejemplo) y se promovió la estabilidad y la velocidad de disponibilidad de la pelota.

Jerónimo era hijo de Juan Pablo Bello, de larga trayectoria en el club Champagnat. De sus padres todo el mundo destacó la entereza, el ánimo, la fuerza que le transmitían. Una hermana, kinesióloga, redujo sensiblemente su trabajo para poder ayudarlo. Su muerte impactó más allá del ambiente del rugby: hasta el intendente del municipio, Gustavo Posse, enseguida expresó su dolor.

Días atrás, en ocasión del triunfo de los Jaguares ante los Bulls por el Súper Rugby, Bello estuvo en la cancha de Vélez y no paró de sacarse fotos, una de ellas con el santiagueño Juan Manuel Leguizamón y el sudafricano Shalk Brits, al que admiraba profundamente.