La celebración contó con la presencia del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, junto a unos 25 prelados de todo el país y monseñor Vicente Bokalic.
La comunidad católica de la ciudad de Añatuya, vivió este sábado un acontecimiento especial, con la asunción como obispo coadjutor de su Diócesis, del padre José Luis Corral.
El prelado recibió su ordenación episcopal en la mañana, en el flamante Centro de Convenciones de la ciudad de la Tradición.
El acto religioso contó con la presencia del presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, junto a unos 25 prelados de todo el país, entre ellos el obispo de la Diócesis de Santiago del Estero, monseñor Vicente Bokalic.
El padre Corral se consagró obispo, y su consagrante principal fue el actual obispo de la Diócesis de Añatuya, monseñor José Melitón Chávez, y los coconsagrantes el cardenal Luis Héctor Villalba, obispo emérito de Tucumán, y monseñor Carlos José Ñáñez, arzobispo de Córdoba.

"Tengo la firme certeza y entrañable confianza que la misión es de Dios, y que esto me llevará a saber a donde poner la mirada y el corazón; doy gracias a mi familia de sangre, a mi papá y hermano que están en el cielo, a mi mamá que no ha podido venir por razones médicas, a mis cuñados y sobrinos, a todos ellos que me acompañaron en sus cuidados y cariños para seguir la vida como prelado para darle ese toque mágico para vivirla con alegría, libertad, paciencia y con esperanza. Doy gracias a todas las personas y comunidades que han venido para llevarme al encuentro con Jesús y con su Iglesia, a mi parroquia, a mi padre Teodoro que me ha acompañado desde niño y a tantos catequistas que se han llegado; a los que me consagraron y me demostraron que vale la pena entregar la vida por el Señor. Doy gracias a lo hermanos misioneros con quien llevo caminando por más de 30 años".

Desde comienzos de semana, la ciudad de Añatuya vivió un clima especial, pues la llegada del padre José Luis Corral y sus primeros contactos con los religiosos y religiosas de la Diócesis, generaron un movimiento importante.

El Evangelio
Queridos hermanos y hermanas:
“Vayan y anuncien el Evangelio” (Mc 16,15)
Este mandato de Jesús Resucitado a los apóstoles lo podemos palpar hoy en el acontecimiento que celebramos. Él, que sigue estando con nosotros hasta el fin de los tiempos, nos asegura el don de su Espíritu para prolongar en la persona de los obispos ese mandato misionero dado a los apóstoles.
Por eso me complazco en dar la bienvenida a mis hermanos obispos que han venido a expresar esta unidad, esta colegialidad episcopal en el gesto amistoso de su presencia y cercanía para participar de la consagración de este nuevo hermano. Y nos alegramos con todo el Pueblo de Dios, proveniente de cada una de las comunidades de nuestra extensa diócesis como así también de la familia religiosa de José Luis, la congregación del Verbo Divino, sus familiares y sus amigos. Este presbiterio y todo el Pueblo de Dios que peregrina en Añatuya te acoge como padre y hermano para seguir caminando juntos en “la dulce y confortadora tarea de evangelizar” (Pablo VI).
Como Ustedes saben, la circunstancia de mi estado de salud me impidió hace ya más de un año seguir desempeñando con normalidad mi ministerio en la diócesis, por eso recibo con inmensa gratitud el don de este hermano que el Santo Padre ha querido proveer para retomar con fuerza y entusiasmo este camino. Una ayuda, un hermano, un compañero de misión.
Por eso espero que este acontecimiento sea además una señal providente de lo que Dios nos pide en estos tiempos de Iglesia: caminar juntos. Ojalá que podamos dar claramente este testimonio para animar a toda la comunidad en este espíritu de sinodalidad, con la riqueza de la vida religiosa presente en toda la extensión de nuestra diócesis. Caminar juntos, escucharnos, escuchar juntos al Espíritu, para discernir lo que Dios quiere para nosotros en esta historia. Y sobre todo así, gradualmente, nuestro presbiterio ya generoso por su sacrificada entrega cotidiana, haciendo suyo este camino pueda afianzarse más en este modo de ser Iglesia en estos tiempos.
Este año, aquí en esta Diócesis de Añatuya, nos propusimos “seguir andando” este camino, “con un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo”, siguiendo la huella marcada por el Beato obispo Enrique Angelelli. El Pueblo de Dios, que se manifiesta por estas tierras con una rica expresión de Piedad, sabe mucho de entretejer sus penas y alegrías con la vivencia de la confianza en la Providencia de Dios, y una bellísima devoción a la Virgen. Poner un oído en el Pueblo será para nosotros estar dispuestos a aprender de esa sabiduría de la fe popular y escuchar el grito del pobre en unísono con el grito de la Madre tierra. Ya no podemos temer de ponernos al lado del pobre, del vulnerable, del pequeño. Es el lugar que Jesús eligió; ese es el lugar que él nos asignó, nuestro lugar.
La fe de nuestro pueblo tiene un enorme potencial de transformación. No es, como se piensa a veces, una invitación a la resignación o a una falsa mansedumbre. Así como Jesús no vino al mundo para dejar las cosas como estaban, tampoco nosotros, su Pueblo, podremos ser cómplices del despojo de la dignidad de nuestra gente. Hijos de Dios, hermanos de todos, ligados a nuestra tierra, conectados con toda la creación, para llevar a cabo el designio del Padre. Estamos, como Iglesia, al servicio de esa Esperanza nueva.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, el Señor me ha ungido, él me envió a llevar la Buena Noticia a los Pobres.” (Is 61, 1). “Por eso, investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos”… (2 Cor 4, 1).
Querido hermano José Luis: El Espíritu Santo que un día te ungió para la misión en tu Bautismo, y un día despertó tu vocación consolidándola en una congregación religiosa eminentemente misionera, te trae hoy aquí a esta tierra de misión, lo es desde siempre, así la encaró con una exquisita caridad nuestro querido Siervo de Dios Mons. Jorge Gottau y sus misioneros, con un enorme esfuerzo y generosidad, y su huella perdura aún. Tierra de misión. Extensa, variada, pobre. La misión está ahí, a la vista, esperándote, esperándonos. La tierra también, mucha tierra, lo vas a probar.
A él, a Mons. Gottau, a su ejemplo, a su oración de intercesión como pastor que ama y ora mucho por su pueblo, encomendamos tu misión, hermano. Que la Virgencita, que habitada por el Verbo en su vientre, partió y fue sin demora, pose su mirada misericordiosa sobre vos y tu misión entre nosotros. Amén.