“No quiero ser una menos. Tengo miedo, pánico. Veo en las noticias cómo matan a las mujeres", indicó.
En la provincia de Catamarca, con voz quebrada contó el derrotero que desde hace años viene recorriendo. El círculo de la violencia se fue expandiendo. Había comenzado con su ex pareja y padre de sus cinco hijos –todos varones de entre 25 y nueve años- y continuó con cuatro de sus propios hijos.
“No quiero ser una menos. Tengo miedo, pánico. Veo en las noticias cómo matan a las mujeres. Tengo que terminar de criar a mi hijo de nueve años que me necesita. No puedo vivir así, con tanto temor”, expresó, acongojada.
De acuerdo con información policial a la que pudo acceder El Ancasti, pasada la medianoche del sábado, efectivos de la Comisaría Quinta se presentaron en una vivienda de un barrio de la zona sudoeste capitalina. Allí se estaba produciendo el incendio de una vivienda. De inmediato, los policías solicitaron la presencia de sus pares de la Dirección de Bomberos de la Policía de la Provincia. Finalmente, se logró sofocar las llamas que solo causaron daños materiales.
La mujer contó que se vio afectada su habitación, la que comparte con su hijo más pequeño, en ese espacio los daños fueron totales.
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Sobre el siniestro, comentó que fue su hijo de 20 años, a quien denunció. La historia de violencia que comenzó con denuncias hacia su pareja, de quien luego se separó, continuó con sus hijos más grandes. Dos de los cuatro hijos y el padre tienen una restricción de acercamiento. Sin embargo, incumplen con la medida. Sus dos hijos de 17 y 20 años también fueron denunciados por violentos. “No respetan nada. Pido que la Justicia me escuche y los detenga”, manifestó.
Por su causa contó que tomó intervención el Juzgado de Familia de Segunda Nominación. En un primer momento, estuvo a cargo la jueza Edith Sierra, quien se acogió al beneficio de retiro por jubilación. Luego, sostuvo la medida cautelar la jueza subrogante Olga Amigot Solohaga. Además, oportunamente, por una denuncia contra el hijo adolescente de 17 años, también intervino la Fiscalía Penal Juvenil. En aquella oportunidad, si bien se dispuso que el chico podía volver a la casa, debía cumplir con determinadas pautas de conducta, entre ellas, cesar con la violencia y tener un trato respetuoso con la madre.
“Siento mucho dolor, mucho sufrimiento y temo por mi vida. No tengo vida propia; no duermo. Siento un ruido y me siento en la cama”, comentó.
La mujer vive sola, con su hijo más pequeño, a quien quiere ver crecer. Trabaja y percibe la Asignación Universal por Hijo (AUH). Quiere vivir una vida tranquila, sin miedo, sin pensar en qué podría pasarle de malo a ella o a su hijo más chico.