Sachayoj resalta el valor de la pertenencia, el lugar común.
*Por Neri Casazola Paz
Hay un poema que fue escrito hace décadas atrás por un legendario poblador de la localidad de Sachayoj, don Atilio Céspedes. Este hombre fue también uno de los primeros intendentes del pueblo y Diputado Provincial a principios de los 90. Cada septiembre cuando la localidad ubicada bien al norte de la Provincia cumple años, se lo recuerda a él; y también a los viejos pobladores. Pero particularmente este hombre vuelve a la memoria no sólo por haber escrito las maravillosas estrofas, sino también por sentar las bases de la solidaridad, el trabajo en equipo, el empuje en comunidad. Aún hoy esas banderas siguen altas, transmitidas de generación en generación.
El otro aspecto, no menos importante, es que ese poema al Rey del Monte resalta el valor de la pertenencia, del amor al campo, a los obrajes, a los animales silvestres, al horno de barro, al pan y la tortilla bien amasada. A los domingos en familia. Fue así como se forjó esa zona. No sólo una característica de este pueblo en particular, sino de gran parte del interior santiagueño, especialmente de la región norteña con paisaje agreste. Eso hace rememorar la “nostalgia santiagueña” como valor intrínseco y que en los versos que interpretó don Keke Palavecino (otro viejo poblador que se despidió de este mundo hace muy poco) quedan más vivas que nunca: “Qué importa lo que hemos dao/vida, sueños, sangre y sudor/si nuestros hijos recibirán en pago/la dicha de un día mejor”.
En este 81 aniversario hay un sentimiento común, compenetrado también con ese poema que es un himno para la población: empujar entre todos para salir pronto de la pandemia que ha golpeado con dureza. “Ya habrá momentos de celebraciones y abrazos”, es la voz que se escucha. El denominador común sigue siendo, como lo fue siempre, acompañar al que la está pasando mal, tenderle la mano y tirar juntos para adelante.
Cada 10 de septiembre es una celebración de esperanza, de dicha, que no entiende de banderías ni credos entre los vecinos sacheros. Un apego inexplicable. “Sachayoj no tiene riendas pero sujeta”. La comunidad, donde aún se puede caminar con tranquilidad por sus calles, dejar la bicicleta en la vereda, tenderle la mano al vecino, cobijar con amabilidad al recién llegado; tiene un gran legado y por consiguiente el desafío enorme de mantener prendida la llama de la solidaridad y el trabajo en equipo; aprender del pasado pero mirar al futuro como senda de progreso, enarbolando la franqueza, la templanza, la honestidad, el bien común por sobre el individual, para que Sachayoj siga siendo ese lugar de respeto y libertad ¡Feliz cumpleaños Sachayoj! No te mueras nunca por Dios.