Los horrores de la maternidad tóxica impregnan la 'La piedad', nueva película del personal Eduardo Casanova que recibe una gran ovación en Sitges.
Por Ricardo Rosado
Para Fotogramas
El Festival de Sitges es la mejor ocasión para presentar las propuestas más arriesgadas, personales y libres del año y, como tal, el pase de presentación de 'La piedad' ha terminado con una gran ovación del público del Auditori para el siempre valiente Eduardo Casanova, un cineasta que ha sabido convertir sus influencias en una forma de plasmar su propio universo en la gran pantalla.
Y es que con una decena de cortos en su haber, y habiéndose estrenado en el largometraje en 2017 con la chocante 'Pieles', es hora de empezar a entender que el cine de Casanova va más allá de sus referentes, imprescindibles a la hora de asentar los cimientos de un imaginario desde el que ha decidido expresarse como autor. Y de qué manera.
En 'La piedad', el artista plasma sus más sinceros terrores sobre la maternidad tóxica, entendida como un engrilletado apego asentado en la enfermiza necesidad de sentirse necesaria para alguien. Una propuesta que se siente tan veraz como desnuda, adornada solo por su ampulosamente cuidada puesta en escena pero exenta de todo disimulo en cuanto a su mensaje.
Para ello, Casanova se ha apoyado en la brillante interpretación de Manel Llunell, el joven opacado por la figura de una madre que, jugueteando con el síndrome de Munchausen por poderes, será capaz de cualquier cosa para no separarse un segundo de su vástago.
Ángela Molina ofrece así su interpretación más poderosa desde 'Carne de neón' (Paco Cabezas, 2010), todo un regalo de Casanova a la actriz que esta aprovecha con la implicación y talento que cabría desear de una estrella de su tamaño. Un papel complejo, barroco, siempre al límite, que Molina afronta con pasmoso acierto, sirviendo al mismo tiempo como recordatorio de sus cualidades interpretativas y como descubrimiento para nuevas generaciones que, atraídos por el bizarro magnetismo del título, se topen por primera vez con una de las grandes de nuestro cine en plena acción.
Porque 'La piedad', como expresión artística descarnada, podría llegar a la cartelera como una formidable manifestación de lo que debería ser el cine de autor y, como tal, desatará pasiones y odios a partes iguales, avivando un debate tan necesario como interesante siempre que se consiga llenar las salas de gente. Este título, sin duda, debería tener la oportunidad de lograrlo pero, lamentablemente, todavía no tiene fecha de estreno confirmada.