"El exorcista: Creyente" es el regreso al gran clásico de terror de la mano de Blumhouse Productions.
Por Ricardo Rosado
Para Fotogramas
Cincuenta años después, 'El exorcista' (1973) sigue siendo una de las mejores películas de terror de la historia y, si ha sobrevivido de ese modo al paso del tiempo dentro de un género que tiende a envejecer deprisa, es gracias al carácter que William Friedkin supo trasladar a cada plano del film. Tan adusta como las grandes producciones de su época, y tan profana como pocas, aquel perturbador relato sobre la eterna lucha entre el bien y el mal es capaz de imbuir en nuevos espectadores una sacrílega sensación de podredumbre ambiental desde su primera escena.
Recrear todo esto a día de hoy resulta inútil y, aunque a David Gordon Green no le falte experiencia tras la cámara y la imparable Blumhouse Productions no tenga remilgo alguno en abordar escenas truculentas, intentar replicar el éxito logrado a través del carisma es, por definición, imposible. Puedes insertar planos de perros ladrando porque lo hacía la original y, sobre el papel, las referencias directas al hito que nos ha traído hasta aquí parecen interesantes, pero el resultado termina siendo un pastiche de reflejos del pasado tamizados por las ópticas contemporáneas de la industria.
Gustasen más o menos a los fanáticos y a su creador, las personales reinvenciones que Rob Zombie estrenó como 'Halloween, el origen' (2007) y 'Halloween II' (2009) lograban aportar más a la leyenda de aquel incunable de John Carpenter que la reciente trilogía de Gordon Green. No contento con ello, ha repetido fórmula en esta 'El exorcista: Creyente' hasta el absurdo, incluyendo la aparición de la heroína rescatada del pasado, transformada ahora en veterana consejera de exitosa autobiografía.
Una lástima que las condenadas criaturas en las que se convierten las valientes Lidya Jewett y Olivia Marcum tengan que lidiar con un relato que, obsesionado por recuperar la tipografía de la saga y las notas principales del 'Tubular Bells' de Mike Oldfield para que sepamos qué estamos viendo, termina abandonándose a formas endebles que nos hacen pensar en otros tropiezos forzados de la industria como 'El exorcista: El comienzo' (Renny Harlin, 2004).