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Opinión y Actualidad

¿Estadistas? Ni uno

Las elecciones dejaron de albergar las esperanzas de progreso para encarnar la angustia de los peores miedos.

12/11/2023

Por Julio Bárbaro para Infobae - Cuando nos preguntamos si hay un estadista, la dolorosa respuesta es ni uno. Quienes nos gobiernan son un completo fracaso: el Ejecutivo no existe, el Legislativo no tiene nivel, y algunos perversos pretenden además disolver el Poder Judicial.

En los últimos cincuenta años, el dinero triunfó sobre las ideas, la complicidad se fue convirtiendo en el eje del pensamiento político, los partidos terminaron desapareciendo frente a los intereses. Esa atroz enfermedad denominada “neoliberalismo”, enfrentó al humanismo y expresó claramente la decadencia de Occidente. Se redujo al ser humano a su mínima expresión, degradando al ciudadano y transformándolo en consumidor.

Nací y crecí en una sociedad orgullosa de su identidad, de sus logros, una mezcla de sangres y culturas que absorbía e integraba a los inmigrantes como si fuera una enorme esponja donde el sentimiento abrazaba al recién llegado, donde todos nos sentíamos nativos de esta geografía que también abarcaba la diversidad de los climas. Antes del sangriento golpe del 55, solía visitarnos un misterioso señor que le dejaba a mi padre un ejemplar del diario “La Vanguardia “. Mi familia vivía el peronismo como una dictadura, ya vendrían los libertarios a sembrar con sangre la imposición de sus ideas. Si los pobres votaban, lo hacían influidos por la “demagogia” mientras los ricos siempre fueron favorables al voto calificado, sin comprender el verdadero hecho histórico: el peronismo implicaba el ingreso de los trabajadores industriales a la sociedad.

Más adelante, lo que la dictadura derrocó en el 76 no fue al peronismo, fue mucho más allá, destruyó el sueño patriótico, en cuyo nombre los militares buscaron en una guerra sin salida la dignidad. Esa dignidad que nos robaban asesinando para instalar las financieras que destruirían nuestro desarrollo industrial. Ahora es el turno de las “leliq”, un invento nefasto que lleva a los nuevos golpistas vende patrias a entregar nuestra honra y asumir el lugar de colonia del dólar. El enorme poder de los nuevos ricos está muy por encima del sueño patriótico, del poder de los votos. Los economistas ocupan el lugar de los políticos y en su desvergüenza, algunos avanzan sobre los filósofos, sosteniendo que lo colectivo pasó a segundo plano derrotado por las finanzas que el último golpe militar vino a instalar. Salir del poder de los bancos supone recuperar la dignidad, dolarizar es asumir definitivamente la derrota del sueño patriótico.

Voto a Massa con muchas dudas, con el temor de que no esté a la altura del lugar que la historia le exige. Pero jamás votaría a Milei, ya que en todas sus propuestas degradan al ciudadano y solo expresa lo más abyecto de las miserias de la codicia. Nadie puede ignorar que el fracaso de los últimos gobiernos nos llevó a este alarido desesperado, tampoco por eso sus miserias son dignas de respeto. Estoy convencido de que el kirchnerismo nos hizo más daño que aportes, nos enfrentó reinventando una izquierda con los restos de grupos que jamás se sintieron peronistas. En Massa albergo dudas, en Milei y sus secuaces solo el mayor de los desprecios. Fue Cavallo y su convertibilidad la que nos condujo al estallido de 2001. Fuimos patria hasta que los supuestos liberales impusieron su amor por la moneda por sobre el trabajo y la producción. La dictadura generó los desaparecidos, la tortura, el robo de bebés y su verdadero objetivo, el poder financiero. Milei viene a proponernos no hacernos cargo de sus consecuencias y a destruir el Estado. Parece que los que repiten esta cantilena no fueran conscientes de lo que eso significa y desconocieran por completo nuestra historia. Para los liberales de la Generación del 80, en cambio, la educación, la salud y la seguridad debían estar en manos del Estado.

¿Cómo se explica, entonces, un Milei? Los kirchneristas degradaron mucho de lo que tocaron, Macri tampoco se desempeñó como un estadista y ya vimos las nefastas consecuencias de su gobierno, y el actual no puede imaginar siquiera su continuidad. Eso nos lleva a esta profunda crisis, donde las elecciones dejaron de albergar las esperanzas de progreso para encarnar la angustia de los peores miedos.

Visité Italia y España cuando eran países más pobres que nosotros, cuando las huellas de la posguerra lastimaban sus calles, como hoy las nuestras muestran las de esta otra guerra que venimos perdiendo contra la codicia de los nuevos enriquecidos. Hoy no hay ni uno que me prometa un noble retorno a aquellos tiempos de sociedad integrada. Milei me ofrece culminar la destrucción. Voto, entonces, al que me propone un rumbo digno, con dudas, es cierto, pero no me amenaza con una guerra civil. Recuerdo cuando votaba apasionado, ahora lo hago lleno de interrogantes aunque con la esperanza de superar el miedo, sentimiento que ocupa el lugar de lo peor.