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Opinión y Actualidad

Milei botánico: sale Florez; entra Yuyito

Es muy difícil que un presidente de la Nación pueda hacer bien su trabajo si no cuida su equilibrio emocional.

18/08/2024

Por Pablo Sirvén para La Nación

Quien tiene altísimas  responsabilidades públicas y está totalmente absorbido por los  complicados desafíos que implica manejar el Estado necesita, para  mantenerse en eje mental y anímico, tomarse periódicos respiros. Dar  espacio al esparcimiento y a poner la atención en temas más leves sirve  para recargar pilas y así poder retomar el arduo trabajo más oxigenado y  descansado e, incluso, hasta con mejores ideas. 

Javier  Milei llegó a la cumbre del poder careciendo de una vida social plena.  Tampoco se le conoce afición actual por deporte o hobby alguno. 

No  es un asunto fácil de resolver: dada la relevancia pública que tiene un  jefe del Estado, todo lo que suceda a su alrededor será objeto de una  observación persistente e inmisericordiosa por parte de la opinión  pública. Agrava la cuestión que transitamos tiempos alocados y ásperos  de redes sociales, donde cualquiera puede decir cualquier cosa  (empezando por el propio Milei). 

El  Presidente contó más de una vez que atravesó una infancia compleja y que  su único gran soporte desde entonces ha sido su hermana Karina, hoy  figura clave de su gobierno como secretaria general de la Presidencia.  Durante muchos años hasta cortó su relación con sus padres. En cambio,  toda su capacidad de afecto la volcó en sus “amigos de cuatro patas”, de  lo que hace alarde cada vez que puede (ahora, incluso, ofreció adoptar a  Dylan, el perro de Alberto Fernández). 

La  soledad autoimpuesta, o que el destino le deparó, le sirvió para  concentrarse más en sus estudios económicos y para ser muy asertivo,  según cuentan en el grupo América, en donde trabajaba en proyectos  ambiciosos y de largo aliento. 

Toda  persona sometida a alto estrés permanente necesita válvulas de escape y  de distensión para que la tapa de la olla a presión en la que está  metido no salte por los aires.

En  Milei, mucha de esa irritación acumulada –no soporta que le lleven la  contra– se sale de cauce en una verborragia inflamada y hasta  escatológica que descarga en sus enemigos reales e imaginarios. También usa las redes sociales y el reposteo continuo de mensajes agresivos como cable a tierra. 

A  veces la chinga mal, como cuando acusa ridículamente a Joaquín Morales  Solá, Alfredo Leuco o Jorge Fernández Díaz de haberle hecho el juego al  kirchnerismo, siendo que sus crónicas escritas y audiovisuales, que  cualquiera puede consultar, demuestran que fueron y son críticos  implacables de aquella ideología. Más absurdo todavía resulta que haya  calificado de “cómplice” a Diego Leuco por no haber denunciado  públicamente los aprietes telefónicos que sufría su padre de parte de  Alberto Fernández. Diego era un niño cuando eso sucedía. 

Milei  pasa muchas horas sin salir de la quinta de Olivos, concurre de manera  acotada a la Casa Rosada y, salvo en los viajes o en algún acto, no  interactúa presencialmente demasiado con el mundo exterior. 

Todo  ser humano necesita relacionarse. Somos seres sociables que nos  enriquecemos en el intercambio con otras personas, lo que a su vez nos  tonifica el humor y nos hace más tolerantes. Algo de eso persiguen las  reuniones dominicales con amigos recientes del periodismo y de más  tiempo atrás, como Juan Carlos de Pablo, con la excusa de ver y escuchar  alguna ópera y hablar de bueyes perdidos, en Olivos. 

Tampoco  debería llamar la atención que Milei pueda desear una compañía  femenina. Pero aquí el cómo también se complejiza. Hay un patrón que se  viene repitiendo (rubias reales o teñidas, bonitas y provenientes del  mundo del espectáculo que aparecen abruptamente en su vida). Cumplieron  con esos requisitos la cantante Daniela, la imitadora Fátima Florez y  la ahora conductora de TV Amalia “Yuyito” González. 

¿Qué  sentido tiene sugerir siempre que se trata de un romance o un noviazgo,  máxime cuando es evidente que el fervor sexual no empuja en Milei con  la intensidad que lo hacía en Carlos Menem, un mujeriego empedernido o,  de manera malsana y rayana en el delito, en Alberto Fernández? ¿Por  qué no manejarlo con menos presión?: alcanza con que se trate de gratas  compañías con quien pasar momentos de distracción (ir al teatro,  compartir una comida, un paseo y hasta una amistad “con derecho a  roce”). No hace falta presentar esa situación como una relación formal  de pareja, sí o sí, que termina siendo ficticia, causa hilaridad y nadie  toma muy en serio. 

¿Cómo se entiende  que, según lo explicó el propio Milei, terminó su relación con Florez  por falta de tiempo, ahora sí lo tenga con González? 

La  búsqueda de partenaires conocidas y populares alimenta, y mucho, la  conversación mediática y quita espacio para desarrollar temas más  importantes.

Es también una  manera de mostrarse ganador en esas lides, atractivo e irresistible para  mujeres bellas e inalcanzables para el ciudadano de a pie. Créase o no, también desde ese plano frívolo la política intenta apuntalar el poder de sus máximos dirigentes. 

Hay  un afán exhibicionista, ahora más atemperado con Yuyito, que los  efusivos ósculos que en el verano Milei se propinaba con Florez sobre un  escenario marplatense. 

Pero el sentido de la oportunidad falló: no  es el mejor momento blanquear el “romance” con su nueva amigovia justo  cuando trascienden las escabrosas revelaciones de la violencia de género  de su antecesor con su primera dama. Faltó timing.