El cineasta Olivier Assayas nos encierra en su universo de manías y referencias, a veces algo elevadas o herméticas, porque no todo el mundo es rico, culto o francés. Lo protagonizan Vincent Macaigne y Micha Lescot, que dan vida a dos hermanos muy poco afines.
Por Mariona Borrull
Para Fotogramas
Jaime Pena acierta al clasificar esta pequeña pieza de cámara de Olivier Assayas como una 'home movie', pero de época. Un confinamiento de tacitas, que recogemos del tiempo con ligereza y un punto de irrealismo. Vincent Macaigne y Micha Lescot son dos hermanos que, comprimidos por la convivencia pandémica, descubren que ya solo tienen muy poco en común. La película de Assayas, instantánea lenta, complaciente y con el beneplácito del autorretrato, nos encierra en su universo de manías y referencias (a veces algo elevadas o herméticas, porque no todo el mundo es rico, culto o francés) para que saboreemos otra vez los pasajes resabidos de un tiempo anécdota.
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El film nace y se define pequeño, emulando las virtudes del teatro 'amateur'. En definitiva, se vive como un respiro en tiempos de urgencia. Tonto quien, en días de estrés, rechace hacer el remolón al sol, entre flores y cuartos de madera que Eric Gautier fotografía con delicia y que Macaigne musicaliza con su clásica verborrea sincopada. Es escapismo, pero escapismo del bueno.