Tras acariciar el Oscar con "Fue la mano de Dios", Paolo Sorrentino regresa a Nápoles para construir una epopeya femenina tocada por la melancolía, el romanticismo y la ironía.
Por Laura Pérez
Para Fotogramas
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"Es imposible ser feliz en la ciudad más hermosa del mundo", dice uno de los personajes en una (media) premisa que emparenta directamente 'Parthenope' con 'Fue la mano de Dios' (2021). Juntas forman un díptico napolitano que trata de desentrañar el alma de esa ciudad excesiva y melancólica que es la suya. Pero a esa tesis le falta una parte que no se dice, pero se ve (demasiado): también es imposible ser feliz siendo la mujer más hermosa del mundo. Sobre estos dos pilares construye una obra bajo un permanente síndrome de Stendhal: ensimismada, mareante, afectada y bellísima.
No oculta, ni al público ni a sus personajes, sus intenciones grandilocuentes bautizando a la protagonista con un nombre mitológico. "Me llamo Parthenope, no tengo vergüenza", admite en una secuencia. Y cuando despliega su espíritu felliniano, surrealista y burlón, la película vuela. Más aún cuando atisbamos la ironía en la mirada de Sorrentino, cayendo a propósito en el pecado de parecer un anuncio de Dolce & Gabbana (firma para la que ha trabajado alguna vez) o riéndose de sus propias ocurrencias. Vemos ahí el espíritu de 'La gran belleza', 'La juventud' y hasta de 'El joven papa'. Pero se desarma cuando se toma demasiado en serio a sí mismo.
La película recorre la juventud de Parthenope y en la búsqueda de su lugar en el mundo hay hedonismo, tragedia, deseo y momentos hermosísimos con una cámara entrenada para ello (y para la tristeza). Pero en su intensidad corre el riesgo de que le ocurra como a Nápoles, "una ciudad donde se vive y se muere por motivos banales".