En el Día Mundial del Lupus, Luján García (26) compartió su historia con Diario Panorama: los síntomas, el diagnóstico y el valor del acompañamiento. Su mensaje es claro: más empatía y comprensión ante lo que no se ve.
Luján García, una santiagueña de 26 años compartió su historia con el Lupus. Al inicio de la entrevista agradeció el espacio para visibilizar una enfermedad poco conocida:
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“Gracias, porque son pocos los lugares en donde uno puede dar a conocer algo tan importante para mí”, expresó.
En este sentido, explicó que el lupus es una enfermedad autoinmune y agregó: “En las personas que padecemos lupus, las defensas se han vuelto un poco locas. En vez de defenderte, atacan a las células, órganos y tejidos sanos por error. Y no tiene cura.”
Luján García, Valentina Castaño
Un diagnóstico poco frecuente
A pesar de que el lupus suele demorar años en ser diagnosticado, Luján contó que en su caso fue distinto. “El lupus se la conoce como la enfermedad de las mil caras. Su diagnóstico se demora muchísimo, entre 4 a 6 años”, expresó.
Ella, sin embargo, se consideró afortunada: “A lo mejor nací con lupus, pero nunca tuve un síntoma que me haya llamado la atención y al que recurrir.”
Recién cuando sus riñones comenzaron a fallar, todo cambió. “Comencé con una insuficiencia renal, por lo que los médicos decidieron hacer una biopsia e inmediatamente salió que era lupus. Fui una afortunada porque mi diagnóstico fue rápido”.
Síntomas que no siempre son iguales
Luján relató que experimentó síntomas variados, que podrían confundirse con otras afecciones: “Tuve caída del pelo y cansancio extremo. Me levantaba, me bañaba y ya me cansaba. Y el síntoma más importante fue hinchazón en la cara y los tobillos, algo totalmente diferente a otra persona con lupus. Por eso es importante no compararse”.
El impacto emocional del diagnóstico
Lejos de sentir miedo, el diagnóstico le generó cierta tranquilidad. “Fue un alivio total. No sabía qué era. Lo único que escuché es que Selena Gomez tenía lupus. Me imaginaba otra cosa y subestimé mucho a la enfermedad.”
Sin embargo, también reconoció el proceso emocional que atravesó y sostuvo que “es una montaña rusa increíble y es un alivio que pudieran poner en palabras lo que me pasaba en el cuerpo, pero al mismo tiempo es un duelo: lo que era y lo que me convertí después del lupus.”
El gran apoyo de sus vínculos
Durante todo este proceso, Luján no estuvo sola: “Mi sostén fue mi familia, mis amigas y mi psicóloga. Sin ellos no sé qué hubiera hecho. Es importantísimo.”
Finalmente, la joven compartió una reflexión profunda sobre cómo la sociedad percibe (o no percibe) este tipo de enfermedades.
“El lupus no se ve. Con una persona que tiene otra patología es fácil verlo”.
“Mi mensaje es un poco más de empatía y comprensión, no de comparar, sino de cómo ayudar. Cada uno lo transita de la forma que puede, porque es muy importante acompañar y no juzgar”, cerró Luján.