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Opinión y Actualidad

Crítica de "Jurassic World: El renacer"

Analizamos la nueva entrega de la franquicia jurásica, una de las películas más esperadas de la temporada en los cines: "Ha insuflado vida a la saga".

01/07/2025

Por Fausto Fernández
Para Fotogramas

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En su ópera prima, 'Monsters', Gareth Edwards nos regaló uno de los momentos más fascinantes del cine fantástico, del cine de ciencia ficción aunque viniera envuelta en una alegoría sociopolítica que tomaba forma de road movie, y de asentimental historia de amor: los dos colosales entes (a nuestros ojos monstruosos) alienígenas coreografiando un cortejo de apareamiento, indiferentes a los insignificantes seres humanos que asisten extrañados a un mundo completamente ajeno al suyo, acaso el verdaderamente en extinción.

Esa secuencia, hipnóticamente hermosa, reaparece, quince años después (casi los mismos que separan el inicio caótico de 'Jurassic World: El Renacer' con el regreso a la isla misteriosa y monstruosa de los protagonistas) en esta nueva intriga de la saga jurásica nacida de la novela, 'Parque Jurásico', de Michael Crichton, y llevada a la gran pantalla en sus dos primeras entregas por Steven Spielberg, y por David Koepp en el guión. Son esta vez dos titanosaurios los que establecen un baile ritual, sensual y de supervivencia, ante la fascinación e incomprensión de la expedición liderada por Scarlett Johansson, salvo por parte del Dr. Loomis, el paleontólogo interpretado por Jonathan Bailey, consciente de que el hombre que jugando a Dios devolvió la vida a los dinosaurios está unido a ellos en un destino decididamente cruel.

En esa escena, Edwards hace más suya que del brillante David Koepp la película: la imposible de explicar admiración hacia todo aquello que nos supera como habitantes nocivos, y más tarde o temprano prescindibles, del planeta Tierra. El embelesamiento por lo imposible. La mirada ojiplática y enamorada de quienes todavía son capaces de sentirse tocados por el sentido de la aventura, de la fantasía. 'Jurassic World: El Renacer' es aquella película de carretera fronteriza con extraterrestres antes citada ('Monsters'), y es también 'Godzilla' en el momento en el cual las trepidantes set pieces del film solamente adquieren sentido, y emoción, contempladas como dioramas de añejas ilustraciones (¡hay tanto de Gustavo Doré en la isla donde acontece la acción!) y tebeos (la parada en el puerto, parte de la travesía y las relaciones entre los mercenarios son puro Milton Caniff de 'Terry y los piratas'). Y es 'Rogue One' asimismo por la mano maestra en que Gareth Edwards supo trascender (sin traicionar) las leyes y características de una franquicia exitosa e intocable ('Star Wars') para ir a la esencia del cine clásico, en aquel caso el bélico con una nada disimulada reformulación de 'Los cañones de Navarone'.

El modelo de esta nueva, y espléndida, visita jurásica es el del cine de aventuras, sea el apartado de safaris (la caza en la explanada), sea el homenaje explícito al 'King Kong' de 1933 y las tribulaciones homéricas a lo largo del camino, y sea en el nido (las ruinas de un templo digno de alguna historia de 'Las mil y una noches') de los peculiares pterodáctilos una declaración de amor a Ray Harryhausen (visto antes en el televisor de la taberna que emite 'Hace un millón de años') con esos huevos tan de 'Simbad y la princesa'. Una película de aventuras como las de antes, rodada como las de antes (con un uso del color rojo decididamente hammeriano, el de las adaptaciones de 'She', de H. Rider Haggard) y con una preocupación por el detalle, en ocasiones un instante fugaz, como elemento que define a los personajes. O al caos: el envoltorio de la chocolatina en el laboratorio genético.

'Jurassic World: El Renacer' revive el blockbuster adulto y no esterilizado por políticas comerciales y algoritmos baldíos. Lo hace, de una manera reflexiva, y metarreferencial, desde la crónica urbana de un mundo moderno donde los dinosaurios agonizan y mueren. Un mundo al que ya no le interesan los dinosaurios, el que ha caído en el adocenamiento olvidando 'Parque Jurásico' y ninguneando a Steven Spielberg. A Gareth Edwards (y Koepp, claro) sí que le interesan los dinosaurios, la caligrafía clásica en la narración de los hechos y la descripción tridimensional de mercenarios, científicos, villanos codiciosos y familias disfuncionales (como la de la de 'The Host') náufragas. La importancia del paisaje y del escenario como un protagonista más.

Y sobre todo le interesa, demostrándole un amor incondicional, Spielberg. Las citas y guiños a los dos primeros 'Parque Jurásico' se van sucediendo, desde el mensaje en el retrovisor del coche del dueño de la compañía farmacéutica, sin que jamás parezcan forzados. Sin embargo, lo que es Spielberg en estado puro es toda la parte marítima de la película: 'Tiburón' reapareciendo, en sus bodas de oro, en la franquicia jurásica con la misma medida tensión y golpes de efecto. Y con el mismo intermedio de calma, humanidad, camaradería y confesiones entre los personajes.

Un ADN que ha insuflado vida, espectacular, a la saga.

Para moradores de un cine de aventuras que se resiste a desaparecer.