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Opinión y Actualidad

El regreso del poder estadounidense

Trump está impulsando una aceleración notable de su diplomacia, caracterizada por la utilización de los recursos del poder en favor de la restructuración de la agenda política y económica internacional.

03/07/2025

Por Carlos Pérez Llana
Para Clarín

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Acabamos de observar una notable mutación en la estructura del poder mundial que implica, básicamente, el retorno a la centralidad del poder americano.

Si bien el presidente Trump encontró obstáculos para el ejercicio del gobierno en el seno de su estructura de alianzas, reflejados en los entredichos públicos entre la Casa Blanca y el representante del “poder tecnológico” en su gobierno, Elon Musk, en el ámbito externo el Presidente impulsó una aceleración notable de su diplomacia, caracterizada por la utilización de los recursos del poder americano en favor de la reestructuración de la agenda política y económica internacional.

Los escenarios donde se desplegó la estrategia trumpista fueron múltiples: políticos, económicos y geográficos. En materia política el objetivo es claro y el mensaje contundente: no existen aliados pares, el liderazgo de lo que genéricamente se considera Occidente le pertenece a los EE.UU, no existe lugar para el disenso y nadie está en condiciones de cuestionar ni de reclamar un lugar destacado. También se advierte en esta dimensión de la diplomacia americana una vocación de alcanzar la paz a través de los negocios.

La búsqueda del interés económico es innegable y tiene una característica: Trump no lo oculta. En el Medio Oriente es notable la atracción que ejercen sobre la Casa Blanca las monarquías petroleras: negocios en cripto monedas, inversiones en los EE.UU, “atenciones” como la donación de Qatar del avión presidencial americano; compras de sistemas de armamento y proyectos inmobiliarios compartidos. La dimensión comercial también se destaca: la búsqueda de excedentes, la exclusión de competidores y acuerdos que consoliden el papel hegemónico del dólar.

En los últimos días, la reestructuración del poder americano se reflejó en tres espacios: OTAN; aranceles y Medio Oriente. La reunión de la OTAN en La Haya fue emblemática y suma formas y contenidos. Los Jefes de Estado recibieron a Trump con la pompa que lo subyuga, para evitar el descarrilamiento de una reunión donde Trump se llevó el “premio”: sus socios acordaron contribuir al gasto militar de la Alianza con el 5% del PIB. Ciertamente los europeos no ignoran la gravedad y las implicancias de la guerra de Ucrania, pero en su mayoría no coinciden con rendirle culto a las exigencias americanas.

Una reciente encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores marca la diferencia: no se trata de ceder, sino de organizar la unidad y la defensa de Europa. Trump logró compartir los gastos y vender equipos militares, como ocurrió con la compra británica de doce aviones F35 capaces de transportar artefactos nucleares.

Y para no disgustarlo, sus socios de la OTAN ni siquiera repitieron la Declaración del 2024, que describió a Putin como la “amenaza más significativa”. Ahora no se mencionó la agresión rusa ni una vaga promesa del eventual ingreso de Ucrania en la OTAN. El presidente Zelenski sólo fue invitado a la cena real, cuando los bombardeos rusos se están incrementando notoriamente.

Las negociaciones arancelarias se prolongan y esta demora perjudica a la Unión Europea, así se explican las recientes declaraciones del canciller germano F. Merz, quien debe proteger los intereses del poderoso sector de su industria automotriz y busca cerrar esta agenda. Trump, en los hechos, ha consagrado una diplomacia comercial “de destrucción masiva”. El 9 de julio será el día clave: es la fecha límite para cerrar el Acuerdo comercial EE.UU./Unión Europea.

Finalmente, en el Medio Oriente quedó consagrada la insoslayable centralidad americana. Trump endosó la Doctrina Begin, enunciada por el entonces primer ministro israelí en junio de 1981 luego del ataque israelí al reactor nuclear iraquí de Osirak.

La declaración inicial afirmaba: “bajo ninguna circunstancia permitiremos que un enemigo desarrolle armas de destrucción masiva contra el pueblo de Israel”. Beguin definió su gestión como un acto de autodefensa y luego definió el aspecto doctrinal sosteniendo que “este ataque será un precedente para todo futuro gobierno de Israel”.

En las actuales circunstancias, a la Doctrina Beguin se le agrega un interrogante: en materia de objetivos bélicos: ¿hasta dónde es deseable y posible llegar? Concretamente la duda alude a la posibilidad de sumar un cambio de régimen apostando a una revuelta popular en Irán.

El diario anglófono The Jerusalén Post el 18/6 llamó a los EE.UU a intervenir para “terminar el trabajo” y desarrolló en el Editorial un plan de seis puntos destinado a fomentar la partición de Irán. Algunos sectores israelíes han aludido a una restauración monárquica de la monarquía Pahlavi, otros aluden al apoyo a minorías autonómicas como las Kurdas y las Baluches.

Para Michel Duclos, investigador del Instituto Montaigne, Trump logró su primera victoria internacional al eliminar, u obstaculizar, el plan nuclear iraní y evitó así una guerra interminable. Europa y Trump coinciden, paradójicamente, en el tema desmembramiento de Irán. Aunque apoya a Israel, Trump en varias ocasiones se distanció de Netanyahu.

Se mostró partidario de una tregua en Gaza, omitió a Jerusalén en su viaje a la región, pidió por la vida del Ayatollah Kamenei, no impulsa la idea del desmembramiento de Irán ni la decapitación del régimen, como ocurrió en el pasado en Libia e Irak. Para Trump la paz se consolida a través de los negocios.