Opinión y Actualidad

Los cero a cero, un reflejo del fútbol argentino

La fecha hasta ahora tuvo ocho empates sin goles y lleva un promedio de 0,41 tantos por partido, con 12 encuentros jugados.

29/07/2025

Por Daniel Guiñazú
Para Página 12

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Nunca pasó lo que pasó este fin de semana. Que ocho de los doce  partidos de la tercera fecha del torneo Clausura hayan terminado 0 a 0, que se hayan marcado apenas cinco goles y que ninguno de los cinco  grandes tradicionales haya podido convertir. El promedio de gol por encuentro trepa por ahora a 0,41, por debajo de aquel 0,60 (seis goles  en diez partidos) que se registraron en la tercera fecha del Torneo Apertura de 1991 en la que seis cotejos terminaron con el marcador en  blanco. Y que es hasta el momento, el piso más bajo de ineficacia del ciclo profesional iniciado en 1931. 

Sin incluir la actividad de este lunes, en  tres fechas del actual certamen ya suman catorce los partidos que terminaron 0 a 0, apenas dos menos de los que registró la última Premier  League (380 juegos) en 2024/25 y siete por debajo de los 21 empates sin abrir el tanteador que se dieron en la Liga española en el mismo lapso. En la Premier se dio un cero a cero cada casi veinticuatro partidos y en España, cada dieciocho. En el actual Clausura, uno cada tres. Por lo que es muy posible que a fin de año, la liga de los campeones del mundo quede consagrada como la de más bajo promedio de gol en todo el planeta.

Esta vez, las defensas no superaron a los ataques. En todo caso, la sequía goleadora que se verificó este fin de semana refleja la imposibilidad de los equipos argentinos para reponer los volantes ofensivos y los delanteros que emigran inevitablemente y cada vez más rápido a otros mercados futbolísticos, económicamente más robustos. Se fueron los consagrados y ahora se están yendo los más jóvenes, las promesas, los chicos de 17 a 20 años que estaban destinados a reemplazarlos.

Las divisiones inferiores ya no pueden producir figuras de recambio a la misma velocidad con la que se las vende. Prospectos como Franco Mastantuono (17 años), Alvaro Montoro (18) y Claudio Echeverri (19) sólo hicieron una escala técnica de un año y medio en la primera  división de sus equipos y ya están en otra historia, jugando en clubes y  ligas que les pagan mucho más y mucho mejor. 

El fútbol argentino de entrecasa padece esta vorágine imparable. Y por eso se ha devaluado y se ven estos partidos vacíos de emociones. Sin goles, pero también casi sin situaciones de peligro. Cuesta cada vez más arrimar la pelota a los últimos veinte metros de la cancha porque ya no están aquellos talentos: los que inventaban un pase gol entre una maraña de piernas y los que ganaban un mano a mano por potencia física pero también por un rapto de habilidad e inventiva dentro del área.

Tal vez "Maravilla" Martínez, el artillero de Racing, sea el último eslabón perdido de esa especie de goleadores en extinción. El resto de los  jugadores (y los cuerpos técnicos) hace lo que puede y pone voluntad, pero no alcanza. Ningún equipo está bien y todos parecen estar en crisis. El Mundial de Clubes dejó expuestos a River y a Boca. Los ocho cero a cero de este fin de semana son otro reflejo compartido de una pobreza que parece no tener arreglo.