Pascal Bonitzer escribe y dirige esta comedia agridulce sobre la aparición de un valioso cuadro en casa de un joven obrero. La cinta tiene el aroma nostálgico, la delicadeza y la agradable naturalidad de los cuentos morales de Éric Rohmer y devuelve a lo mejor de la Nouvelle Vague.
Por Juan Pando
Para Fotogramas
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Esta comedia agridulce tiene el aroma nostálgico, la delicadeza y la agradable naturalidad de los cuentos morales de Éric Rohmer. Una trama basada en un suceso real, aunque es de esos casos en los que la ficción supera a la realidad, contada sin impostura, con una puesta en escena sencilla. Un reparto conjuntado, con la excelencia habitual en los intérpretes galos. Personajes que mienten sin pudor hasta que comprenden que es mejor ir con la verdad por delante que no correr perseguido por ella. Unos estirados expertos en arte que reaccionan como críos cuando descubren que se hace realidad para ellos el sueño imposible de cualquier galerista. Un muchacho a quien un golpe de fortuna proporciona millones, pero no se deja deslumbrar por el vil metal y prima los valores y la amistad antes que perder la cabeza como nuevo rico. Una moraleja o mejor un puñado de ellas servidas sin alharacas ni grandilocuencia. Una historia extraordinaria que lleva a imaginar cómo sería un mundo mejor. Cine francés, muy francés, en el mejor sentido de este término.
Para recuperar el placer de un cine sencillo en su complejidad.