La sobrecarga de tareas cotidianas en la crianza de los hijos puede llevar al agotamiento emocional y físico, afectando a muchas familias. Expertos explican cómo reconocer las señales y cómo afrontarlo.
La crianza de los hijos se ha convertido en una tarea cada vez más demandante, no solo en términos de tiempo, sino también de energía emocional y física. Llevar a los niños a la escuela, coordinar turnos médicos, asistir a actividades extracurriculares, y mantener una vida social activa a través de las reuniones del colegio, son solo algunas de las responsabilidades diarias que los padres deben gestionar. Estas obligaciones, que a menudo recaen en gran parte sobre las madres, pueden terminar transformándose en un agobio constante y llevar al fenómeno conocido como burnout parental.
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Según Brenda Troccoli, comunicadora y especialista en crianza, "las pequeñas tareas cotidianas que parecen no tener importancia, como sacar turnos médicos o recordar el talle de ropa de los niños, van acumulando estrés. Este estrés se manifiesta en cambios de humor, irritabilidad, falta de paciencia, y a veces en síntomas físicos como dolores de cabeza y agotamiento extremo. Las primeras señales de este agotamiento se hacen notar incluso al despertar, cuando el cansancio mental persiste, como si no hubiera descanso ni en el sueño", agrega.
Uno de los aspectos más difíciles de este proceso es que, muchas veces, las madres no se sienten apoyadas en la distribución de las tareas de crianza. A pesar de que los padres también pueden estar cansados, el cansancio emocional por la constante responsabilidad de las tareas cotidianas suele ser desproporcionado para las mujeres, lo que contribuye al sentimiento de desconexión y agobio. En muchos casos, esto puede llevar a las madres a sentir culpa por no cumplir con las expectativas de ser “la madre perfecta”.
Silvana Bustos, psicóloga, explica que hablar del agotamiento es un primer paso para minimizar la sensación de soledad que muchas madres experimentan. Al reconocer que esta sobrecarga emocional no solo les ocurre a ellas, sino a muchas otras madres, se les da un espacio para expresar sus emociones sin juicio. "El reconocer nuestras emociones y compartirlas nos ayuda a liberarnos de la presión de ser siempre la madre perfecta", señala Bustos.
El cambio de paradigma en torno a la crianza y las emociones también está comenzando a tomar forma en la sociedad. Troccoli subraya que cada vez más se están abriendo espacios para hablar del estrés y la maternidad. "Es necesario desterrar el mito de que ser una buena madre significa no cansarse nunca", dice. Sin embargo, aún existen estructuras sociales que presionan a las mujeres para que gestionen todo en su vida personal y laboral, sin repartir la carga de la crianza.
Para combatir el burnout parental, las expertas recomiendan poner el foco en la conexión emocional con los hijos, priorizando los momentos compartidos sobre las rutinas diarias. "Es fundamental aprender a poner límites y decir no a lo que no podemos hacer, para proteger nuestra salud emocional y física", afirma Troccoli.
Este cambio implica también cuidar los vínculos familiares. No se trata solo de atender las necesidades físicas de los hijos, sino también de alimentar el espacio emocional en casa, dedicando tiempo a jugar, leer o simplemente compartir un momento de calidad con ellos, sin dejar que las obligaciones cotidianas dominen todo.
Finalmente, Troccoli aconseja que, aunque no siempre podamos modificar las condiciones estructurales que generan estrés, como los horarios laborales o las rutinas, sí podemos cambiar nuestra actitud frente a ellas. "Es importante encontrar momentos para nutrir nuestra propia energía emocional, lo que nos permitirá estar presentes para nuestros hijos de manera plena", concluye.