La cancelación de un show nocturno en la cadena ABC provocó un debate nacional con final incierto. La censura de la administración Trump y las manifestaciones populares como respuesta.
Por Gonzalo Abascal, en diario Clarín
En los Estados Unidos está en disputa la libertad de expresión, que es igual a decir que peligra la columna vertebral de su democracia. El énfasis de la afirmación no es caprichoso ni exagerado.
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La libertad de expresión es constitutiva del sistema, y cualquier intento de limitarla irradia de inmediato y peligrosamente al resto del mundo.
La cancelación del show nocturno televisivo de Jimmy Kimmel en la cadena ABC marca un punto de inflexión en ese recorrido.
Kimmel fue la última víctima.
Conductor hasta esta semana de su propio ciclo en uno de los formatos más seguidos por los norteamericanos (late-nigth show), sus comentarios sobre las reacciones al asesinato del activista de derecha Charlie Kirk lo ubicaron como blanco de la administración Trump, y provocaron la reacción del presidente de la Comisión Federal de Comunicación, Brendan Carr. "Cuando ves estas cosas, podemos hacerlo de la manera más fácil o de la manera más difícil. La empresa debe encontrar modos de cambiar la conducta y tomar medidas sobre Kimmel, o será un trabajo adicional para nosotros".
La amenaza tuvo efecto inmediato. ABC, cadena que pertenece a Walt Disney Company, decidió suspender el programa por tiempo indeterminado.
Antes había ocurrido con Stephen Colbert en la CBS. Calificó como "un soborno grande y gordo" el acuerdo por el que CBS pagaría 16 millones de dólares a Trump para evitar el avance de una demanda judicial del presidente. Y la empresa dio por terminado su contrato.
Lo visible del "apriete" y la temerosa respuesta en el caso Kimmel otorgaron al episodio características de crisis nacional. En estas horas productores, actores y figuras del espectáculo amenazan con no trabajar en la ABC.
"Es difícil comprender la magnitud de la amenaza emergente a la libertad de expresión en los Estados Unidos", escribió este jueves David French, columnista de The New York Times.
Donald Trump, en cambio, intentó minimizar el hecho calificando al desplazamiento de Kimmel como "una gran noticia para América... Fue despedido porque tenía poca audiencia, antes que nada... Puedes llamar a eso libertad de expresión o no, pero fue despedido por su falta de talento".
El círculo se completa con la demanda judicial que Trump le inició al The New York Times y a cuatro de sus periodistas acusándolos de difamación por una serie de artículos y un libro que, según la presentación, "fueron específicamente concebidos para intentar dañar la reputación empresarial, personal y política del presidente Trump." El juicio por 15 mil millones de dólares tiene un sólo objetivo: amedrentar al diario más importante del país y más crítico del presidente, y enviar un mensaje al resto.
Pero no se trata de plata. Se trata de imponer el miedo a las voces críticas, célebres o desconocidas. Está en juego mucho más que un show o un medio en particular.
En estos días lo dijo mejor que nadie Greg Lukianoff, activista en defensa de la libertad de expresión.
"La libertad de expresión no es solo un favor para nuestros amigos, es la mejor tecnología no violenta que tenemos los seres humanos para resolver nuestros conflictos. Para honrar a un hombre que murió mientras hablaba, no amordaces a sus enemigos ni canonices sus ideas. Reconstruye una cultura que diga que ninguna idea es tan sagrada que no pueda ser cuestionada, y ninguna persona tan despreciable que pueda ser asesinada a sangre fría por hablar. Máxima tolerancia con la libertad de expresión. Tolerancia cero con la violencia".
Mantengan la línea clara. La civilización depende de ello".