Especialistas alertan sobre la creciente dificultad de los jóvenes para gestionar contratiempos y el agotamiento de los padres ante una crianza sobreprotectora.
Cada vez más psicólogos observan un fenómeno común: jóvenes que no logran manejar frustraciones cotidianas y padres que sienten que sus esfuerzos no son suficientes. La psicóloga española María Jesús Álava Reyes sostiene que muchos adolescentes “se hunden ante cualquier complicación” y que la decepción se ha vuelto una constante en sus vidas. Según Álava, este fenómeno se debe a la baja tolerancia a la frustración, lo que genera una sensación de insatisfacción permanente.
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Un factor clave en este escenario es la sobreprotección familiar. Muchos padres intentan compensar su falta de tiempo con un exceso de cuidado, lo que genera el efecto contrario al esperado. Los jóvenes terminan sin herramientas emocionales para lidiar con los problemas, y frente a la primera caída se sienten desbordados. La psicóloga australiana Amanda Rebar refuerza esta visión, destacando que muchos comportamientos se generan de manera automática por hábito y no por decisiones conscientes. En la crianza, las rutinas de sobreintervención bloquean el aprendizaje que surge del error y el esfuerzo.
En cuanto a los comportamientos de los más pequeños, el debate sobre si son estrategias o manipulación está abierto. Carlos Muñoz, psicólogo español, explica que la manipulación apela a las emociones: ira, rechazo o vulnerabilidad, con el fin de inducir cambios en el comportamiento de los padres. En muchos hogares, esto se traduce en berrinches, chantajes emocionales o silencios prolongados para doblegar la voluntad parental.
Sin embargo, no todos coinciden en ver estas actitudes como manipulativas. Claire Lerner, psicoterapeuta estadounidense, plantea que lo que algunos interpretan como manipulación es en realidad una estrategia: “Los niños observan, prueban y repiten lo que funciona”, señala. Ver a un hijo como manipulador o como estratega puede influir de manera significativa en el ambiente familiar. Los expertos sugieren establecer reglas claras, negociarlas cuando sea posible y mantener un equilibrio entre firmeza y contención.
Por otro lado, los padres también enfrentan su propia lucha. La psicóloga española Tristana Suárez habla del síndrome de burnout parental, una agotamiento extremo que se traduce en irritabilidad, dificultad para mantener la paciencia y la sensación de que la crianza es un esfuerzo constante. El médico y psicólogo Darío Fernández propone algunas estrategias para prevenir y manejar este desgaste:
Estas estrategias no solo protegen a los padres, sino que también favorecen a los hijos. Cuando los adultos están menos saturados, los límites son más claros y las reglas se cumplen con menor conflicto.
La tecnología también juega un papel fundamental en este panorama. Según Álava Reyes, el uso temprano e intensivo de pantallas está generando una fragilidad emocional en los jóvenes, quienes se ven expuestos a una cantidad de información para la que no están preparados. Esta dependencia de estímulos inmediatos aumenta la dificultad de los jóvenes para gestionar frustraciones y construir autonomía.
Sin embargo, los especialistas no abogan por prohibir el uso de tecnología, sino por acompañar el proceso. Esto implica enseñar a los jóvenes a analizar críticamente la información, establecer tiempos de uso y fomentar actividades fuera del entorno digital. Además, se busca recuperar valores como el esfuerzo, la tolerancia al fracaso y la confianza en las propias capacidades.