El Premio Nobel de la Paz otorgado este año a María Corina Machado se fundamentó en “su incansable esfuerzo para promover los derechos y libertades en Venezuela y favorecer una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
Por Arturo Prins, en diario La Nación
Así lo expresó el Instituto Nobel de Noruega. Cuando en octubre se le comunicó la distinción, Machado calificó el premio como un reconocimiento al pueblo venezolano, y remarcó: “Es un logro de toda una sociedad, yo solo soy una persona, no lo merezco”. Esta fue la actitud de la mujer premiada.
HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE DIARIO PANORAMA Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO
En 2025 hubo 338 nominados al Nobel de la Paz: 244 personas y 94 organizaciones. Entre esas personas estuvo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, nominado por el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyian, y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev. Esto ocurrió en agosto pasado, cuando Armenia y Azerbaiyán –países que se independizaron de la Unión Soviética en 1991– lograron un acuerdo de paz tras 35 años de serios enfrentamientos y combates. El acuerdo se firmó en Washington, pues fue gestionado por el presidente Trump. Ante él, los mencionados mandatarios coincidieron en nominarlo, indicando que sin su labor “el acuerdo no habría sido posible”. Trump agradeció el gesto y aprovechó, ante el periodismo y los presentes, para reivindicar sus logros diplomáticos con países enfrentados, a diferencia de su predecesor Joe Biden, del cual dijo que estimulaba lo contrario.
Dos personas internacionalmente conocidas manifestaron actitudes diferentes ante sus nominaciones. Machado, en un gesto de humilde nobleza, desestimó haber sido premiada, pues ella solo representaba a una nación que promovió los fundamentos del premio. A su entender, esa sociedad fue la protagonista. Trump, en cambio, no dejó de proclamar públicamente que debía ser premiado. Más aún, cuando se anunció el Nobel a Machado, no dejó de insistir en su postura y en que esperaba recibir el premio el año próximo.
Veamos ahora los merecimientos de cada uno. Los de Machado fueron descriptos en los mencionados fundamentos. Los de Trump los expresó inicialmente la Casa Blanca en los primeros meses de su segundo mandato, al presentar al presidente como un pacificador mundial por haber negociado un alto el fuego entre Camboya y Tailandia, y sellado acuerdos de paz entre Ruanda y la República Democrática del Congo, y entre Pakistán y la India.
Ante esta situación es necesario informarse objetivamente sobre los antecedentes de Trump para merecer el Premio Nobel de la Paz. Aspirar a esta distinción requiere alentar una drástica reducción de los presupuestos destinados al armamentismo, que crecen desmesuradamente año a año. El Instituto de Investigación de la Paz de Oslo (PRIO) señaló su preocupación sobre el aumento de la violencia militar, siendo 2024 el año de mayor número de conflictos armados entre Estados en más de siete décadas. El gasto militar se incrementó un 9,4% respecto de 2023, al alcanzar los US$ 2.718 billones. En cambio, la inversión en acciones de paz que propone la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no alcanza al 1% de dicho monto. ¿Qué ha proclamado Trump al respecto? Desde su primera presidencia instó a los 32 países miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) a incrementar sus gastos en defensa, en no menos del 5% de sus respectivos PBI, tema que reiteró en su campaña por la segunda presidencia. Para la mayoría de esos países el incremento es exorbitante. Cuando el gobierno español, conducido por Pedro Sánchez, se opuso a dicho incremento por considerarlo “no solo irracional, sino también contraproducente”, Trump respondió públicamente: “España siempre gastó muy poco en defensa; o eran buenos negociadores o no hacían lo correcto”, por lo que agregó que “la OTAN tendrá que lidiar con España”.
Un hecho mayor fue el que Trump anunció a la prensa en septiembre, al firmar un decreto sobre la guerra. En 1949 el presidente Harry Truman promulgó una ley por la cual creaba el Departamento de Defensa, sobre el hasta entonces denominado Departamento de Guerra. Joseph Stalin acababa de anunciar que los soviéticos podían detonar un arma nuclear. Para los norteamericanos, el nuevo nombre del Ministerio de Guerra, ahora de Defensa, pretendía reflejar una era donde la disuasión predominara, pues si estallaba una guerra entre superpotencias, podía ser el fin del planeta. ¿Qué indicó Trump antes de firmar el mencionado decreto? Argumentó que hoy era importante volver a los viejos tiempos: “A todos nos gusta la increíble historia de victorias cuando el Pentágono se llamaba Departamento de Guerra”. A diferencia de Truman, Trump prefiere las victorias a través de los combates con armas, con el peligro de no excluir las nucleares, desestimando la defensa por disuasión inteligentemente recomendada hace décadas. El secretario de Defensa norteamericano, Pete Hegseth, fue anunciado públicamente por Trump como secretario de Guerra. Con el cambio de nombre de su cartera, Hegseth manifestó muy entusiasmado: “La Primera y la Segunda Guerra Mundial no las ganamos con un Departamento de Defensa, las ganamos con un Departamento de Guerra (…) Como ha dicho el presidente, no somos solo defensa, somos la ofensiva (…) Hay que recuperar la ética guerrera del Ejército norteamericano”. Así, el presupuesto de “guerra” de Estados Unidos es de US$1 billón, casi el triple que el de China. El columnista David E. Sanger, de The New York Times, indicó que con Trump “el poder blando del país es relegado y lo que se celebra es el poder duro”. El 30 de septiembre Trump convocó, de manera sorpresiva y sin antecedentes por su magnitud, a una reunión con más de 800 generales y almirantes, a los cuales les informó: “Resucitaré el espíritu guerrero que ganó y construyó esta nación; vamos a transformar a nuestras Fuerzas Armadas en algo más fuerte, más recio.”
Cuando asumió su segundo mandato, Trump desautorizó el envío de armas a Ucrania, como lo venía haciendo Estados Unidos durante la presidencia de Biden. Se mostraba nuevamente a favor de la paz, para lo cual inició gestiones con Vladimir Putin a fin de lograr un acuerdo que detuviera la guerra. Lo que movía a Trump no era la paz como aspiración moral, sino el gasto económico de su país al proveer armamento a Ucrania. Esto quedó demostrado cuando el presidente hizo un nuevo giro al fracasar las gestiones con Putin y autorizó el envío de armas a Ucrania. ¿Decidió con esta medida abordar el correspondiente gasto económico? De ninguna manera. En julio pasado complació a los aliados europeos al anunciar que la OTAN comprará a Estados Unidos las armas necesarias que requiera Kiev. Así lo explicó: “La OTAN nos está pagando por esas armas el 100% de su valor; las armas van a la OTAN y esta las transferirá a Ucrania”. La Casa Blanca había enviado tales armas bajo la presidencia de Biden, lo cual fue criticado entonces por Trump, que ahora protagoniza esa acción que cuestionó.
Este año la ONU conmemoró el 80° aniversario de su creación. Su ideario está en la Carta de las Naciones Unidas, donde los países miembros asumieron su compromiso con la paz y la justicia internacionales recurriendo a la diplomacia multilateral. El diplomático y exembajador argentino ante la ONU,Ricardo E. Lagorio, al referirse a este aniversario, escribió en LA NACION (28-7-25) que la única lucha que vale la pena librar es por la paz en el mundo. Sostiene que El arte de la guerra, de Sun Tzu, debe ceder espacio al arte de la paz, que incluye –entre varias necesidades humanas que enumera– el desarme, tanto convencional como nuclear, y la coexistencia pacífica. Concluye afirmando que “la paz por la diplomacia debe imponerse frente a la barbarie de la violencia bélica”.
La ONU es, en la mayoría de las cuestiones, lo que sus actuales 193 miembros quieren que sea. Pero en ciertas cuestiones sensibles internacionalmente, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad tienen un rol determinante y pueden vetar decisiones de los demás miembros. Estados Unidos es uno de esos cinco miembros y hoy antepone la guerra a la diplomacia en favor de la paz y la justicia, como promueve la mencionada Carta de la ONU de 1945. Con el deseo de recuperar la ética guerrera de aquellos años, Estados Unidos es hoy contrario a la razón de ser de la ONU. Así, a pesar de estar en favor de la guerra, a Trump se lo nominó para el Premio Nobel de la Paz.