De Nueva York a Río de Janeiro, pasando por Londres, París y Belén, construcciones monumentales, gestos diplomáticos y récords mundiales transforman al tradicional abeto navideño en símbolo urbano, atracción turística y espacio de encuentro cultural.
La temporada de fin de año modifica radicalmente el aspecto de las grandes ciudades del planeta. Durante unas pocas semanas, el protagonismo arquitectónico queda relegado por despliegues lumínicos monumentales y decoraciones que actúan como hitos visuales. En ese escenario, el árbol de Navidad se impone como símbolo universal: adorna hogares, ocupa plazas centrales y se convierte en un atractivo turístico capaz de atraer millones de visitantes.
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Ciudades de todos los continentes compiten por presentar instalaciones que sorprendan por tamaño, despliegue técnico o significado emocional. Algunas son estructuras de ingeniería flotante; otras involucran traslados diplomáticos y ceremonias históricas. Más que ornamentos, funcionan como puntos de encuentro social, espacios de celebración comunitaria e hitos culturales que multiplican su presencia en redes sociales.
A continuación, un recorrido por los ejemplares más emblemáticos del mundo:
Rockefeller Center – Nueva York, Estados Unidos
Rockefeller Center
El corazón de Manhattan recibe cada año un abeto noruego de más de 20 metros de altura y más de medio siglo de antigüedad, trasladado con una logística monumental. Su encendido en directo por televisión marca el inicio oficial de la Navidad estadounidense. El sello distintivo es su estrella de Swarovski, diseñada por Daniel Libeskind: una pieza de 400 kilos y 70 puntas recubiertas con tres millones de cristales. El árbol incorpora más de 50.000 luces LED multicolores y atrae a millones de turistas que buscan la postal clásica del invierno neoyorquino.
El árbol más grande del mundo – Gubbio, Italia
Gubbio, Italia
En Umbría, la ciudad medieval de Gubbio desafía el concepto tradicional: no corta árboles ni construye estructuras verticales. La ladera del Monte Ingino funciona como un lienzo gigantesco donde centenares de puntos de luz dibujan la silueta de un árbol visible a kilómetros. Desde 1991 ostenta el Récord Guinness como el más grande del mundo. El montaje depende del trabajo voluntario de los “alberaioli”, vecinos que dedican meses a una obra que combina iluminación artística, identidad local y celebración comunitaria.
El árbol diplomático – Trafalgar Square, Londres, Reino Unido
Trafalgar Square, Londres
Cada diciembre, Oslo envía un abeto natural a Londres como gesto de gratitud por el apoyo británico durante la Segunda Guerra Mundial. Ese intercambio convirtió al árbol de Trafalgar en un símbolo de cohesión internacional. Su decoración es deliberadamente austera: hileras verticales de luces de bajo consumo y ausencia de ornamentos superfluos. Aunque algunos cuestionan su apariencia “delgada”, defensores de la tradición destacan su valor histórico y su llamado a la paz.
El árbol flotante – Río de Janeiro, Brasil
Río de Janeiro
La Laguna Rodrigo de Freitas aloja una estructura metálica tubular de 85 metros y 500 toneladas que flota sobre el agua. El sistema de iluminación computarizada permite millones de microluces LED con secuencias animadas y cambios cromáticos. La inauguración se acompaña con fuegos artificiales que rivalizan con los festejos de Copacabana. El reflejo sobre el agua duplica el efecto visual y convierte al árbol en una experiencia escenográfica.
El árbol del lujo – Galerías Lafayette, París, Francia
Galerías Lafayette
En el Boulevard Haussmann, la capital mundial de la moda vuelve espectáculo cualquier gesto decorativo. Bajo la cúpula neobizantina de Galerías Lafayette, el árbol navideño se reinventa cada año con un concepto artístico. En la edición actual, una instalación suspendida abraza la estructura con cintas elegantes e ilustraciones exclusivas de la artista Jeanne Detallante. La pieza funciona como declaración estética y postal internacional para la temporada de compras.
El árbol del nacimiento – Belén, Cisjordania
Belén
Frente a la Iglesia de la Natividad, en la Plaza del Pesebre, se levanta el ejemplar más cargado de significado para el cristianismo. Su encendido convoca a peregrinos, clérigos y líderes políticos, y busca transmitir un mensaje de esperanza en una región atravesada por tensiones geopolíticas. Más que un adorno, es un símbolo espiritual de resiliencia.
El árbol medieval – Praga, República Checa
Praga
La Plaza de la Ciudad Vieja aloja un abeto seleccionado tras un proceso minucioso que evalúa simetría, salud y presencia escénica. Ubicado frente a las torres góticas de la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, compone una escenografía de cuento. A sus pies, uno de los mercados navideños más célebres de Europa ofrece gastronomía, artesanías y vino caliente. Su iluminación tenue evita contaminación lumínica y refuerza el clima medieval.
El árbol ensamblado – Dortmund, Alemania
Dortmund
En Hansaplatz se erige un árbol de 45 metros que en realidad es una estructura híbrida. Un armazón metálico sostiene cerca de 1.200 abetos pequeños insertados uno a uno para simular un único ejemplar monumental. La coronación incluye un ángel de cuatro metros y 200 kilos, acompañado por decenas de miles de luces. El montaje demanda semanas y se convirtió en una obra de ingeniería forestal que alimenta el orgullo navideño alemán.
Entre tradición religiosa, diplomacia internacional, récords técnicos y despliegues comerciales, los árboles navideños más famosos del mundo ilustran cómo una celebración doméstica se convirtió en fenómeno urbano global. Luminosos o austeros, flotantes o montados a mano, naturales o híbridos, estos íconos siguen despertando turismo, fotografías y rituales que cada diciembre reescriben el mapa emocional de las ciudades.